Al César lo que es del César. Maduro se conectó con la audiencia en un hermoso acto bien concurrido este 23 de Enero. Vimos a gente conmovida con su discurso y la masa se mantuvo atenta hasta finalizar el acto, cuidadosamente organizado, en un ambiente apoyado con las imágenes de los mártires de la lucha contra la dictadura de Pérez Jiménez y del puntofijismo.
Remendaron el capote que ellos mismos pusieron el 23 de enero del 2014 cuando la consigna central, en aquellos actos, fue reivindicar “el espíritu del 23 de enero” con lo cual se trastocaba el verdadero significado de la gesta emancipadora cumplida por la Junta Patriota encabezada por Fabricio Ojeda. Cosa de locos, pero ese fue el contenido de los discursos del gobierno y del PSUV el año pasado. Ante la “salida” de la derecha respondieron con el concepto político utilizado por las fuerzas contrarrevolucionarias después del 23 de enero del 58.
La esencia del acto este año pareciera que hubiese sido concebida por otro partido y otro gobierno. Fue una digna conmemoración revolucionaria, sin enredo ni confusiones, del 23 de enero del 58 y de sus consecuencias en las décadas siguientes.
La rectificación ideológica es un paso positivo, valiente y plausible. En todo caso se corrige una torcedura histórica. Podremos esperar lo mismo en tiempo real? Eso sería lo deseable y es lo que la política revolucionaria reclama.
Maduro dijo que su gobierno le había dado un ultimátum a las grandes empresas distribuidoras de alimentos. Entendimos que el Presidente ha querido comunicarle al país la percepción acertada de un gobierno que ha llegado al límite de tolerancia con los sectores privados responsables del acaparamiento y pidió el apoyo popular para lograr vencer la guerra económica. Me parece haber escuchado esto antes por lo cual tengo mis dudas.
Vimos una manifestación combativa y de respaldo convencido a las medidas socialistas que el gobierno pudiera tomar en contra de los acaparadores que buscan con sus acciones tumbarlo. Por falta de un pueblo en la calle parece que no está desarmado el Presidente, el gobierno tiene la última palabra.
Lo bueno sería, aunque es mucho pedir, que la táctica política frente a los acaparadores y todos los de su calaña partiera de la idea y la práctica que tenía Fabricio Ojeda con esa clase de granujas con quienes la confrontación es inevitable e irreconciliable.
En todo caso fue un acto bonito y propicio para el encuentro de los revolucionarios sin perder de vista el contexto existente pues mientras transcurría el evento, con el discurso encendido del Presidente y los cantos revolucionarios de los grupos culturales, no muy lejos en los supermercados, de la urbanización “23 de enero” y del todo el país, la gente hacía colas inhumanas para beneplácito de la burguesía apátrida que asesinó a Fabricio Ojeda y a los demás caídos.
Las colas no derrocan gobiernos pero sí derrumban la credibilidad de las masas en sus gobernantes y en el voto que les sirve de sustento.
*Profesor de Filosofía jubilado de la UPEL.