Uno, campuruso al fin, o provinciano como a lo colonial, todavía dicen los caraqueños, no sabía quién era José Antonio Yépez. Hube de buscar en la red y me entero que es Presidente de Datanálisis. Para mi sorpresa, sigo en lo de campuruso, porque hasta ese instante creía que quien ostentaba esa rersponsabilidad era José Vicente León. Aunque por lo que sostuvo en el foro acerca de la conveniencia del monto del precio de la gasolina, más parece presidente de Fedecámaras o agente Polar, hablando “embozalao”.
Lo importante es que leyendo en “Últimas Noticias” de hoy, 27 de febrero, día del caracazo, acontecimiento en buena medida ligado a la comercialización de la gasolina, por boca del señor, de un solo coñazo, un tsunami o caracazo mismo, me he vuelto rico. No sé si agradecerle su bondad de regalarme tanto dinero o crearme la ilusión, cual un mago de Hoz, a lo Houdini o las historias de Washintong Irving, El popol Vuh o aquellos cuentos en los poemas de Nicolás Guillén que “sólo eran cosas pa´ conversá”
En su discurso, en pro de del aumento de la gasolina, el cual comparto, mas no su visión, inocultablemente neoliberal y empresarial, dijo una frase que no sé si es demagógica, engañosa y por demás llena de falsedad para edulcorar el resto.
Lo que sí debo confesar y si se quiere denunciar, que eso de hacerme rico por tener un cacharro, es un cuento - hasta chino- también sacado de esa técnica televisiva de inventar paraísos que a la derecha se le sale sin querer cuando de ser demagogos y engañosos se trata para vender sus mercancías.
Dijo el señor de marras, como gustaba a mi viejo amigo Moisés Moleiro, una frase altisonante, tanto que el diario la usó de título - ¿para qué joderse buscando otro? – según la cual “Los pobres subsidian a quienes tienen carro”.
Al leer aquello, yo un viejo maestro jubilado, lo que con ello hago como una declaración de bienes y fortuna, tengo un cacharro de 15 años, por lo que si aplicamos la lógica de Yépez, ese carro me hace rico y de paso subsidiado por los pobres, suponemos que materialmente hablando, lo que no incluye al declarante.
Dijo además, una cosa que me hizo recordar unas viejas declaraciones de Alfredo Peña, para reclamar justamente aumento de la gasolina; argumentó el susodicho Yépez, en un como muy esforzado parto intelectual, “y son las personas de más recursos las que – un que muy feo por cierto – están de acuerdo con subir la gasolina”. Quiso decirnos, de parte de los suyos o de quienes le hacen bella la existencia, que los más ricos entre los ricos, por bondadosos y esforzados paladines ansían se suba el precio de la gasolina. ¡Esto enternece! Yo le daría un premio y hasta le colocaría al lado de Delia Fiallo o Félix B. Caignet, las estrellas del melodrama radial.
Al señor le preocupa la pobreza, cuya banda termina en la carrocería de un carro, aunque sea una carcacha. De donde en un país con tantos carros, tanto como gente, aquí seríamos ricos casi todos. ¿Es por eso su preocupación? ¿No será para que esos reales, que de varias maneras el pueblo pobre pagará, se usen para resolver “las serias incomodidades”, “bajos niveles de ganancias” de quienes “más recursos tienen”?
Pero también me hizo recordar a un conocido empresario anzoatiguense, quien un tanto subido o excedido de palos, por lo que pecó de franco, dijo entre la gente que le rodeaba:
“Si el gobierno sube la gasolina, los salarios, lo que se le ocurra, suben los costos. Nosotros nos resarcimos no sólo subiendo esos costos sino un poco más. Por eso, esas alzas no me mortifican. Al contrario gano más y hasta trabajo menos”.
De modo que “esas personas de más recursos” quienes – para decirlo a lo pobre pero con más elegancia – están de acuerdo con subir la gasolina”, o mejor el precio de ésta, no se preocupan por eso; pero hay más que el señor Yépez, en su visión neoliberal y nada que tenga que ver con el verdadero interés de los pobres, comentó de manera comedida. De lo que se trata, según él, es que lo que se obtenga del nuevo precio de la gasolina, sirva para trasladarlo por diferentes mecanismos a la empresa privada, pues a su parecer el gobierno obliga a los empresarios a pagar los subsidios de los cuales se benefician lo pobres. Por eso sugiere, muy cuidadosamente, y hasta artificialmente, como hacerme rico porque tengo un cacharro, que los recursos que se obtengan de los nuevos precios del combustible, asunto con el cual estamos de acuerdo de manera puntual, se trasieguen a “los productores empresariales”. Quizás en algo de eso podamos estar de acuerdo, pero es muy sospechoso, que quien generosamente me enriqueció de golpe, hace mención a productos relacionados con una empresa de las más poderosas del área latinoamericana y en consecuencia acumula por demás. ¡Son distintas las formas por las cuales uno puede amanecer “de golpe” enriquecido!
Lo curioso es cómo abunda tanto pobre de espíritu, estrujándose el cerebro, para inventar pendejadas, para que los más ricos le arrimen la canoa y poder entrar, aunque sea de contrabando o bachaqueando, adonde los ricos se divierten. ¡Olvidan que siempre serán advenedizos!