El más poderoso ejército del siglo XIX invadió a Rusia. Napoleón no vaciló en dar respuestas negativas a las propuestas de paz del país amenazado y avanzó a tomar Moscú. A su paso encontró que los campesinos habían desaparecido de los campos, que la tierra había sido devastada por las quemas, que no habían dejando ni un grano para alimentar al ejército invasor; así Napoleón pensó que las grandes ciudades serían una despensa fácil, y tampoco consiguió mucho, hasta que meditó y emprendió su retorno, en medio de un invierno inclemente. Todo lo que había creído ganar lo perdió en su retirada, ganó la calma, ganó el frío invernal y las estrategias militares de baja intensidad. Si el ejército ruso hubiera enfrentado en su avance al ejército napoleónico, Rusia hubiera sido presa fácil. En esos tiempos, aquí en nuestra Patria, la agricultura expoliadora colonial sucumbió con la revolución de independencia; disminuyó lo que había para comer y cada ejército realista o revolucionario buscaba tomar con las acciones de guerra armamento y apropiarse de las despensas del ejército enemigo. Y durante la II Guerra mundial, muchos agricultores europeos sostuvieron la producción agrícola para mantener o al ejército de defensa o a los partisanos que resistían a los ejércitos de ocupación.
Como puede inferirse, no hay una estrategia universal para prepararse y actuar ante una agresión nacida de le enemistad política e ideológica. Lo que sí sabemos en el siglo XXI es que las potencias militares son también potencias alimentarias, y sus operaciones estratégicas y tácticas van dirigidas a debilitar la disponibilidad de alimentos y con esto facilitan subyugar a los pueblos. Algunos países del mundo están en un estado de pobreza y hambre, que les sería imposible revelarse contra algo que no sea contra sí mismos, y de allí las guerras intestinas en varios países de África. Las potencias no lloran sus desventuras, disfrutan de esos triunfos y se distribuyen las riquezas naturales a cambio de alimentos.
En el caso de las amenazas reales nacidas de los supuestos que llevaron al presidente de los Estados Unidos a crear condiciones para una intervención abierta en nuestra Patria, la situación de la seguridad y la soberanía alimentaria adquiere una connotación particular que se describe:
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Venezuela debe estimular las relaciones de interacción con los países aliados en los bloques regionales y mundiales, para fortalecer la seguridad alimentaria. Sabemos que la declaración de Roma, ya mayor de edad, establece que los alimentos no podrán ser utilizados con fines de dominación, pero esa declaración se cumple poco. Lo mejor es garantizar la suplencia del faltante para cubrir la disponibilidad energética y proteica recomendada y para rellenar la reserva estratégica de alimentos golpeada por la guerra económica. Deben ser relaciones permanentes y de compromiso con la grave amenaza que pende sobre la Patria.
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Internamente, hay que darle un parado severo a la extracción de alimentos y otros bienes estratégicos. En un ambiente tan peligroso, estos agentes de extracción son parte de las alianzas de los enemigos de la Patria.
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La Vice-presidencia para la Seguridad y Soberanía Alimentaria debe ampliar sus metas de abastecimiento con productos de origen nacional y de insumos para la agricultura y la agroindustria de origen nacional. Eso implica potenciar la producción de semilla, organizar los bancos locales de semilla, las reservas locales de alimentos, y realizar los ejercicios de movilización de alimentos a zonas que pudieran requerirlos en una situación conflictiva.
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Estamos en el mejor momento para revalorizar la producción nacional de alimentos, y especialmente re-estimular a variados sectores de la población a la producción de alimentos y a la conversión de estos, en alimentos no precederos mediante procesos artesanales y agroindustriales.
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Hay que re-analizar el papel de la reserva estratégica de alimentos y su perfil territorial. Algo mejor saldrá de esta revisión.
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Es muy importante generar las tecnologías de raciones para el ejército regular y los partisanos; sabemos que en el pasado la dependencia tecnológica en esa área era altísima. Una vez, al final de la IV República, nos fue denegada la posibilidad de trabajar en ese tema en la UNESR, donde se dicta Ingeniería de Alimentos.
Pueden ser más los tópicos, pero bien sabemos que la guerra en la alimentación del Pueblo comenzó muy temprano; si llegase a tener contenido bélico no puede sorprendernos con lamentos de náufragos.