Dice Nicmers Evans que después que la ciudadanía o los trabajadores hagan Auditoría Pública, Contraloría Social y ejercicio pleno del acceso a la información necesaria “el pueblo hará justicia”.
No pretendemos ocultar ineficiencias del gobierno y menos a burócratas corruptos, que hay y bastantes, pero descontextualizar la lucha contra la corrupción de la realidad política que se vive en nuestro país más que una ingenuidad del politólogo nos parece una tratamiento simplón y moralista del tema.
Quizás uno de los peores errores del Presidente Maduro, en sus primeros días en Miraflores, fue mostrarse como el hombre que venía a acabar con los corruptos y sus trapacerías en el gobierno. Haciendo promesas de que acabaría con este flagelo y que con sólo voluntad política y vía poder ejecutivo podría lograrlo.
El mismo Chávez, que en sus tiempos previos a la presidencia de la República, esbozó la lucha contra la corrupción de los adecos y de los cuartorepublicanos como una de sus principales banderas, al poco tiempo de hacerse Presidente parece que entendió que la corrupción en Venezuela tiene raíces profundas y que tendrían que pasar muchos años y muchas cosas en el país para erradicar lo que se ha hecho parte de la cultura del venezolano.
Quizás lo más importante que pudo hacer Chávez para moralizar al pueblo fue no descomponerse el mismo; que posiblemente sea lo más importante que está haciendo el mismo Nicolás Maduro. Lo que no pretende negar que Chávez haya impulsado políticas para frenar la corrupción, entre ellas “darle poder al pueblo”.
La cultura rentista petrolera venezolana, como bien debes saberlo Nicmers Evans, ha evolucionado asociada al fomento de la corrupción no de manera casual sino más bien como una forma que han desarrollado las clases próximas al poder para apropiarse de la mayor parte de la renta que produce el petróleo en detrimento de las grandes mayorías.
Por eso Chávez entendió que la manera de superar las fallas y deficiencias del sistema es superando el modelo capitalista que se impuso a nuestra sociedad y encaminar al país al modelo socialista.
Plantear el problema de la corrupción desde un enfoque moralista de unos buenos y otros malos, impide entender la complejidad y las trampas que la hegemonía capitalista ha impuesto en el mundo entero.