Esperemos que las palabras del presidente Nicolás Maduro, a su llega de la Cumbre de las Américas, en contra de la burguesía, los especuladores y los responsable de la guerra económica, no se queden en discursos y mera retórica, porque como él mismo lo dijo: "todo tiene su límite" y yo creo que ya este pueblo está al borde de alza de precios, carencia de productos básicos y de todo ese daños que se sabe propician los detractores de la revolución bolivariana.
¿Hasta cuándo el argumento de la adecuación, sinceración, revisión, fiscalización, evaluación, concienciación, regulación, ajuste y no sé qué otros epítetos de los precios justos?, en este país, lamentablemente hay que decirlo, porque es un caso que atañe a todos y está a la vista de todos, salvo del que no lo quiera ver: los especuladores venden y cobran lo que les da la gana y no le paran al Gobierno. ¡Ya basta de sonrisitas con ellos!, como igualmente dijo Maduro.
En cuanto a los precios, la magnitud del problema es tan grave, que cuando por fin uno de esos especuladores es visitado por la Sundde, se torna más insoportable todavía, porque cuando el organismo se va, aumenta de una vez los productos bajo la impresión de vengarse de una población obligada a dejarse robar por los comerciantes inescrupulosos.
Un ejemplo de ello lo constituyen las importadoras de repuestos automotrices usados del sector Los Estanques de Maracaibo, estado Zulia. Vendían por las nubes y después que el ente regulador les dio "pao pao" y se marchó, se pusieron peor y, al parecer, ya no tienen peligro de que los vuelvan a inspeccionar. Ahí están, siguen desangrando a todo el que llegue y la Superintendencia de Precios o no sabe o se hace la que no sabe.
Pero lo mismo ocurre con cualquier rubro. Con respecto de los alimentos, de cada rato se lee en los medio de comunicación que la Sundde adecúa los precios de la carne, el pollo, la harina, el aceite, el arroz, en fin, pero cuando uno llega a comprar o no encuentra el producto o lo venden 10 veces más caro, toda una farsa para el consumidor que ni siquiera sigue en las mismas, sino mucho más mal, porque en la medida en que cada día transcurre, en esa misma medida se le distancian los artículos de su exiguo poder adquisitivo.
Ciertamente hay supermercados que venden a precios regulados, pero en esos establecimientos se registran colas en las que la gente llega en las primeras horas de la madrugada y sale de comprar en la tarde o en la noche. Y no todos tienen tiempo, paciencia, disposición, piel de teja, sangre de chinche, para estar un día entero en una tienda.
Dicen que la mayoría son bachaqueros, pero ¿y las captahuellas? ¿Este sistema biométrico no fue concebido para evitar las compras de estos hampones que se llevan casi toda la comida? ¿Qué ocurrió con estos equipos? ¿Funcionan como método antibachaqueo? ¿No funcionan? Da la sensación de que no sirven, sin embargo, lo desconocemos y nadie da una explicación.
Sabemos - lo mismos que los escuálidos que se hacen los locos-, que este desastre se debe a la guerra económica que lleva a cabo la oposición golpistas que quiere derrocar a Maduro para regresar al poder, pero también hay que decir que el Gobierno tiene que radicalizarse y vencer de una vez por todas a esos bandidos. Mientras no lo haga, seguiremos graves, gravísimos como ahora. No hay comestibles y los ingresos que entran a una familia pobre –si es que entran- no les alcanzan.
Maduro, según las estadísticas, ha sido el Presidente que más ha suministrado alimentos a la población, pero la situación se convierte en un barril sin fondo: producto que cae en los anaqueles producto que se llevan los bachaqueros, y la Sundde con el cuento del ajuste de precios y el pueblo con los bolsillos volteados sacando lo poquito que tiene para ver si compra algo. Esto es una realidad inocultable que cada vez produce mayor descontento entre el chavismo.
No negamos los esfuerzos del Gobierno para frenar esa especie de círculo vicioso, es más el país es testigo del trabajo que hace Maduro, pero la situación está incontrolable, y el apoyo del pueblo así sea a la revolución, al socialismo o a lo que sea, también tiene su límite.