Los chavistas estamos conscientes de la guerra económica que llevan a cabo sectores opositores para derrocar al Gobierno; en este país siempre hubo muy poca producción, lo sabemos, como igual sabemos que desde hace mucho existe control de cambio, pero a pesar de todo eso, se veían los alimentos en los anaqueles, ahora, ¿por qué no se ven actualmente?, no se ven porque desde la desaparición física del Comandante Eterno, los enemigos pensaron que el presidente Nicolás Maduro era "pan comido", fácil de tumbar, y quisieron estrangular a la gente por el estómago escondiéndoles los productos básicos buscando su salida, y se equivocaron. No invento nada, esa es historia conocida.
Lo mismo ocurre con esa mercancía acaparada que luego exponen los "bachaqueros" a precios elevados para la venta al público, son elementos irrebatibles que demuestran el complot alimentario en contra de la revolución y del pueblo en general, de manera que, los adversarios no tienen excusa ni justificación, así quieran hacer ver lo contrario.
Por eso, los chavistas nos calamos estoico las colas por unos paquetes de harina precocida, de arroz, de leche, de jabón, de detergentes; la falta de medicamentos, los precios altos, los intempestivos apagones, soportamos una fila india de carros en las gasolineras y, sin embargo, defendemos con el alma al presidente Maduro, es más, en lo particular sigo creyendo que fue un acierto de Chávez. Lo apoyo, sobre todo ahora que se declaró radical y dijo que no le daba un dólar más a Fedecámaras, luego de hacerla responsable de la guerra económica, y lo creo así.
Pero debo decir, porque si no reviento por dentro, que se necesitan tener los testículos de plomo endurecido, para conocer de hechos de corrupción dentro del Gobierno como los que implican al exgobernador Rafael Isea, al exministro Hebert García Plaza, entre otros ladrones, y mantenerse indiferente; es inevitable no sentir correr ese torrente de lava por las venas que se arremolina en la cabeza, con énfasis en la sien, en las órbitas de los ojos…es imposible, pues, no sentir una enorme indignación y hasta mucha decepción. Además, uno siempre espera esas malas acciones de los bandidos, pero nunca de los camaradas que son nombrados en puestos claves, para que se erijan como salvadores del pueblo.
No es fácil ir a cobrar la quincena y comenzar a contar y a recontar en silencio la plata, para ver cómo la rendimos y cubrimos las necesidades básicas, mientras un alto funcionario o un empresario de maletín se da el tupé de robarse millones sobre millones de dólares, y sólo pagan unos días de escándalos por la prensa que luego va amainando con el argumento de que si el hampón se fue del país, que si es un conspirador, un traidor, que si lo protege el imperio norteamericano, en fin...
Los chavistas lo han dado todo por esta revolución que, ciertamente, hace un esfuerzo por suministrar viviendas dignas, salud, educación, alimentación, en medio de un golpe de estado permanente, eso no se puede negar, pero tampoco se puede ocultar el costo de este proyecto bolivariano que, incluso, implica muertes, el asesinato de personas que han defendido la causa con su propia sangre; ha sido una guerra, un sacrificio muy duro, para que de pronto venga un ministro, un gobernador, un alcalde vagabundo o cualquier ejecutivo de elevado (o también de medio y bajo) rango, a robarse el dinero de todos los venezolanos.
A estas alturas del proceso, el legado del Comandante se debate penosamente entre la guerra económica y la corrupción en el propio Gobierno. Ahora más que nunca entiendo aquellas lágrimas de Chávez pidiéndole vida a Cristo. "Dame vida. Aunque sea vida llameante, vida dolorosa, no me importa. Dame tu corona, Cristo. Dámela que yo sangro, dame tu cruz, cien cruces, que yo las llevo, pero dame vida, porque todavía me quedan cosas por hacer por este pueblo y por esta patria".
Un visionario como El Gigante presentía lo que sin él nos deparaba en este país. De allí su llanto, su aflicción, su congoja, su sentimiento de angustia.