La escritura jamás ha sido fácil, pero transforma al dueño de ese recurso para rebelarse como autor y buscar transformar con éxito el contexto social donde reside. El gran problema es la psicosis del gobierno en convertirnos en psicóticos, A diario, nos lleva a las colas en el mercado para imponer su ley y sujetarnos a una ley expuesta por el poder de unos funcionarios que desconocen la ley. Es una holgura de la psicosis en crear la necesidad de una convicción con que atropellar a los demás. El pensamiento se escapa para inhibirnos en la forma oral del pensar.
Nos sentimos como poseídos, es como cargar a nuestro enemigo de una manera rudimentaria de un lugar a otro. Es un duelo permanente, un ejercicio enloquecido, pero equilibrador, todos hablan mal del gobierno y la visita de Maduro a Cuba en el día del trabajador, no sí es estrategia o don, estar en dos posiciones el mismo día, pero, hay secretos que revelan un derecho de posesión del venezolano, que no se deja arrastrar con los deseos.
Funcionamos como vasallos obedientes que hubiera hecho suyo el dictamen de Homero: «Que uno sólo sea amo, uno sólo sea rey». Se entiende, de este modo, que el uso común que los hombres hacen del poder pueda acabar con cierta facilidad en paranoia, como si se tratara de su trayecto natural, tras dejar un rastro de viejos conocidos: el totalitarismo, el fanatismo, el maniqueísmo, la obediencia ciega, algo de la fe. Es revelador que en la breve incursión que Kant realizó en el ámbito de las enfermedades del alma –o, también en su lenguaje, de la cabeza–, hiciera destacar pronto la capacidad del loco para buscar unión y sistema con sus pocos recursos mentales: «Es, empero, admirable que las fuerzas del alma destrozada se coordinen, sin embargo, en un sistema, y la naturaleza tienda incluso en la sinrazón a introducir un principio que las una, a fin de que la facultad de pensar no permanezca ociosa, si bien no para llegar objetivamente al verdadero conocimiento de las cosas, al menos para atender de un modo meramente subjetivo a la vida animal»46. Ese esfuerzo admirable que subjetiviza la vida animal, es el mismo que está presente en Schreber, y en tantos otros psicóticos, cuando se afanan por seguir pensando, buscando con tesón en el mundo de las ideas un principio unificador que les procure la condición de sujetos. Tarea que se ve bien reflejada en la epopeya lingüística, continuamente renovada, tras la cual todo psicótico bien dotado pretende elaborar una lengua nueva, definitiva y todopoderosa. Los tres casos más conspicuos de la literatura psicótica lo evidencian. Schreber en pos del lenguaje fundamental que hablan Dios mismo y las almas purificadas: «Lenguaje lleno de vigor, que se distinguía sobre todo por su riqueza en eufemismos-
Nuestro deseo de libertad queda achatado en un sentimiento permanente de injusticia, donde la sola presencia del prójimo despierta antes que cualquier deseo de bienestar, es un reflejo de abuso y explotación.
. Durante muchos siglos la verdad se ha reconocido a través de un texto que la legitima. La ley, como la religión, se nos ofrece siempre escrita para que la sintamos incólume, del mismo modo que el delirante escribe como puede su desvarío para reclamar una unidad ausente, tan ausente como ese amigo desconocido al que dirige su hermético mensaje de soledad. El poder de la escritura proviene, en este sentido, de su condición de testigo múltiple: de la ley, de las órdenes, del deber y de la verdad. Con algo de razón se ha podido defender que la escritura precede al lenguaje –Derrida– o que la orden es más antigua que el habla –Canetti.