La corrupción es inherente al capitalismo. Nace de la expropiación por el capitalista del producto excedentario del trabajo asalariado y de la privatización de los bienes sociales. Se hace cuando se asocian funcionarios públicos con “agentes económicos” corruptos, para acumular riqueza medrando en el patrimonio social. Su sustrato es la cultura darwiniana que al romper la ética societaria del ser humano, lo sitúa en la perspectiva individualista que supedita el “ser” al “tener” y coloca como valor fundamental el lucro. Es un hecho cultural que motiva la formación del capital a través de la defraudación de los recursos públicos. El capital de la pseudoburguesía venezolana en cierta medida se origina en la rapiña de los dineros públicos. La IV República colapsa en medio de múltiples escándalos de corrupción y la lucha contra ella es una de las banderas de la V República.
Los 20 millardos de dólares que según la expresidenta del BCV, Edmeé Betancourt, entregó CADIVI a empresas de maletín, el defalco al Fondo Chino y el colosal negocio del contrabando que atiza la escasez y la desestabilización económica, son algunos indicios de como la corrupción se ha disparado. Ese contrabando masivo que desangra al país, por aire, mar y tierra, no sería posible sin la complicidad de una cadena de funcionarios públicos corruptos en ambos lado de la frontera.
Si bien la Fiscalía está procesando algunos casos y la Contraloría ha emitido informes que dan cuenta de la magnitud del problema, pareciera que los controles del Estado han venido siendo rebasados por el virus de la corrupción. Este tiene hoy como caldo de cultivo la economía ilícita milmillonaria del contrabando que manejan organizaciones criminales binacionales, estimulada por una política económica extractivista que ha hecho crisis al caer los ingresos petroleros.
La Plataforma para la Auditoría Pública y Ciudadana lanzada la semana pasada por diversos movimientos sociales y políticos e individualidades comprometidas con la revolución bolivariana, retoma el llamado del Comandante Chávez al “Golpe de Timón”, a través de la autocrítica constructiva y del fortalecimiento del Poder Popular mediante el desarrollo de una contraloría social efectiva para enfrentar la corrupción.