Cuando el presidente Chávez asumió el poder y los oligarcas y esos capitalistas recalcitrantes renombrados por sus multimillonarias inversiones - pero sin aportar un centavo de su bolsillo sino el dinero del Estado-, entendieron que no iban a seguir manejando el país a su antojo, iniciaron la cruenta batalla que aún mantienen contra la revolución venezolana.
Comenzaron esos ataques descabellados y vacíos sin ninguna propuesta ni fundamento político, únicamente sustentados en el odio, en esa manía de que Chávez tenía que ser depuesto por encima de lo que fuera y a costa de lo que sea, ignorando de esta forma, la voluntad de los casi cuatro millones de venezolanos que apostamos a este proceso.
Ese “Chávez vete ya” se convirtió en un obsesión que hizo delirar a esa oposición, colocándola en un estado casi demencial. Y lo peor, sin credibilidad ante los venezolanos. Ya abatida en su propio terreno, no le quedó más que ir a llorar a Washington.
Sin embargo, en sus ataques aludía a la corrupción y eso, para ser honesto, se le pudiera aplaudir, pero realmente sigue sin control, desquiciada, compulsiva y sin entender el clamor de las mayorías.
Sí, con las denuncias de las irregularidades del Central Azucarero de Barinas y del careo que se ha presentado entre el magistrado Luis Velásquez Alvaray y el ministro de Interior y Justicia, Jesse Chacón, pudiera intentar pasar de detractora a demostrar que quiere hacer de arquitecta de este país, porque vamos a estar claro, la reconstrucción de Venezuela necesita del concurso de todos.
Pero, cómo. Pensar eso de esta oposición sería algo así como soñar despierto. Resulta inexplicable que si de manera sistemática y reiterativa ha denunciado la debilidad del Gobierno para enfrentar la corrupción, cuando se destapa la olla y Chávez anuncia que será implacable, cambia la estrategia y arremete con declaraciones insólitas, desequilibradas y desproporcionadas.
Insisten en la tonta maniobra de dejar entrever que estamos en presencia de algún plan del Presidente, para continuar en el poder, como si eso no fuera el clamor del pueblo.
Un hecho lamentable, porque si la oposición en lugar de convertirse en destructora, asume el papel que le corresponde como factor de construcción del país, que verdaderamente aporte soluciones para su desarrollo, sin duda que ya habríamos superado muchos de esos escollos que frenan el progreso y nos impiden el avance progresivo.
Que bueno hubiese sido contar con una oposición que permitiera orientar al Gobierno cuando lo ameritase, que lo acompañara a enrumbarse por el sendero de la democracia participativa, con firmeza y efectividad.
Solo que aquí es donde se estrellan contra la pared, pues para ser firmes y efectivos, corregir errores y no permitir la aplicación de medidas que vayan en detrimento de la población, se requiere rescatar la confianza de las personas.
Y resulta que a esta oposición no le importa Venezuela ni su gente. Lo único que defiende son sus propios intereses y, por eso, intenta la ilusión de poner al Presidente entre la espada y la pared.
Si no combate la corrupción lo acusan de irresponsable y hasta de cómplice y si el Gobierno la ataca como actualmente, argumentan que están encubriendo a los verdaderos culpable o que planean un escándalo para enfrentar una debilidad evidente que conviene corregir de cara a las elecciones del 3 de diciembre.
Dicen que las denuncias proceden en estos momentos porque tenemos una Asamblea Nacional de un solo color, en fin...
De modo, que cada vez que uno analiza las acciones de esta oposición se da cuenta que es caso perdido. No valora lo que le agradecería el pueblo si alguna vez en la vida dejaran de lado el rencor hacia el máximo líder de la revolución venezolana y se une a las causas justas de esta nación.
Con el caso de Barinas se lanzó la primera piedra, ahora llueven las denuncias, pero lastimosamente insistan en botar el juego. Todavía sabiendo que enfrentar la corrupción sería el favor más grande que le hacen a Venezuela, sólo toman la corrupción como misil para arremeter contra su loca obsesión: Hugo Rafael Chávez Frías.
Periodista / albemor60@hotmail.com