Fantasmas

Desde hace ya casi dos años diversos economistas y analistas han propuesto un conjunto de medidas de ajuste para ir saliendo, poco a poco, de esta situación de desabastecimiento, desindustrialización y creciente inflación. Y no se trata de gente de la oposición. Algunos de estos proponentes han sido altos funcionarios del gobierno. Otros son actualmente parlamentarios del PSUV. Lo francamente "inquietante" (como dice Orlando Zabaleta) es que, a pesar de que se conoce de la importancia de tomar esas medidas, no se tomen. Pareciera que se creyera en el alto gobierno que con discursos políticos y alguna operación policial, se resolverá la compleja situación económica (y social) que sufrimos.

Algunas de esas medidas son 1) unificación cambiaria; despedida del "anclaje": un solo precio del dólar, ajustado de alguna manera al juego de oferta y demanda; 2) aumento de la gasolina que, además de adecuarse a su costo de producción, rinda beneficios en bolívares que puedan ser destinados a financiar gastos de una PDVSA ahogada, o de planes sociales; 3) revisión de los controles de precios, para adecuarlos a los costos de producción, y estimular la inversión privada; 4) privatización de empresas estatizadas que han fracasado por una gerencia mediocre; 5) políticas de diálogo con el sector empresarial, bajándole dos a la diatriba contra el "sector productivo". En ese contexto, el anuncio de financiar proyectos tecnológicos en las universidades, que se conecten de inmediato con los problemas productivos, es un paso interesante que merece todo nuestro apoyo. Por otro lado, hace falta una acción más clara en la lucha contra la corrupción.

La actitud de obviar la urgencia y necesidad de esas medidas y, encima, mantener una política "comunicacional" de "anunciar anuncios", es lo que dispara la necesidad de entender, mediante distintas hipótesis, esta evidente indecisión gubernamental que ya es parte del problema.

Presumo que hay "fantasmas" en Miraflores. El primero, el del 27 de febrero. Se ha fetichizado la medida "aumento de la gasolina", convirtiéndola en la fórmula mágica de una explosión social como la de 1989. Por eso, con el aumento de la gasolina, no sólo no hay apuro, como dice una y otra vez el presidente, sino que se han perdido los reales de la campaña explicativa de esa posible decisión, que el propio gobierno montó. Lo curioso es que no se vea el peligro de otra explosión debida a la inflación y al desabastecimiento, y a los apagones y faltas de agua, a la criminalidad, etc. Pareciera que se pretendiera espantar ese peligro, reduciéndolo a la acción del paramilitarismo inducido por los "enemigos políticos". Es decir, reducir la cuestión a un asunto criminal, policial-militar, envuelta en la retórica política en vistas de las elecciones.

El otro "fantasma" es un poquito más trivial. Es un verdadero rollo. Parece que se pensara que tomar esas medidas significaría darles la razón a unos sospechosos de traición y deslealtad (Giordani, Álvarez, Evans, etc.). Aquí funciona una lealtad malentendida. Se comprende la necesidad de cerrar filas, de garantizar la unidad del chavismo como sea, de construirle el liderazgo a Nicolás Maduro; pero eso tiene que producirse, precisamente, afrontando con la verdad, con gran valentía, reconociendo los errores propios donde los hubiera y rectificándolos. Es evidente que hay un descontrol. La percepción la tienen propios y extraños, y no es desleal hacerla ver, llamar la atención acerca de ello. Es comprensible la ansiedad, la actitud a la defensiva, la mentalidad de "fortaleza sitiada". Pero ello no debe llevar a la negación sistemática de los hechos de la crisis. Hay que asumirla. Todavía hay compañeros chavistas que no aceptan ni siquiera la palabra. La sienten casi como una traición hablar claramente de ella. Pero ahí está. Y no es sólo inflación y desabastecimiento: es decrecimiento, es desindustrialización, es caída del PIB. Y lo que es peor, hay signos de pérdida de las perspectivas.

Un último "fantasma" provendría de una "izquierda" igual de fantasmal. Se piensa: tomar esas medidas es traicionar el "legado de Chávez". Habría que preguntarnos ¿cuál? Porque fue Chávez mismo el que advirtió de la necesidad de un "golpe de timón". Chávez mismo viró en repetidas ocasiones, de acuerdo a la situación concreta, cuando observó que ya no le funcionaban ni los Planes de emergencia social, ni las cooperativas, ni las NUDES, ni el "desarrollo endógeno", ni las PS, ni la reforma constitucional, etc. Chávez no es dios, cuya palabra es santa e incorregible (ni la palabra de Jehová, ni la de Alá, es así). Chávez fue un excelente estratega político porque combinada flexibilidad, audacia y orientación revolucionaria.

¿Habrá tiempo aún para rectificar y decidir al fin el ajuste? No lo sé. Lo que sí creo es que mientas más tarde, es peor.



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Jesús Puerta


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