Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
Comenzó la campaña electoral para las parlamentarias, es crucial para la sociedad, de ella saldrán las fuerzas que se enfrentarán en el desenlace inevitable. Pero no debemos confundirnos: el triunfo dependerá, no de los votos sino de la conciencia. Veamos.
Normalmente, las elecciones burguesas son remodelaciones del sistema, con ellas se pinta un poco la casa, se le cambia la fachada, todo sigue igual pero más bonito. El circo electoral distrae, es ocasión para juegos, apuestas, berrinches de tribuna; las barras, cual deporte, se enfrentan en una guerra sin mayores consecuencias, la energía se disipa sin peligro para el sistema.
No sucede así cuando hay una crisis que mina los cimientos de lo constituido, cuando el agotamiento pide, no remodelación sino sustitución, este es el caso de hoy en Venezuela. La situación exige cambios profundos. Más allá de las personificaciones, tres fuerzas con diferentes grados se enfrentan:
Un gobierno que pugna por administrar un capitalismo de reparto, socialdemócrata, viviendo la agonía de no tener ya que repartir.
Una oposición que pugna por ser ella la administradora del capitalismo y tiene como carta de presentación su capacidad de reprimir a los humildes, como ya lo hizo en el pasado y como lo exige la situación hoy.
Y por último, el Socialismo, una fuerza cada vez más menguada, sin líderes, abandonada por su vanguardia.
Las fuerzas administradoras del capitalismo tienen fe en que el desenlace será electoral, en que los votos decidirán la profunda crisis.
Estudiemos qué puede pasar con el gobierno según los resultados electorales (recuerden que se deben estudiar los votos y la conciencia). Si el gobierno sigue desarrollando una campaña tradicional, algo así como un chantaje a la gente y una elevación del egoísmo, del logro fácil que nos ha llevado a la situación de hoy, si insiste en decirle a la masa "si no ganamos se acaban las dádivas", "si ellos ganan todo se viene abajo", "voten por nosotros para que siga la fiesta"; si el gobierno continúa con este tipo de campaña, puede ser que gane las elecciones y el 7 todos contentos, pasaron el susto, saldrán los opinadores a aplaudir, hablarán en contra de los disidentes, algunos sensibles botarán una lagrimita.
Pero pronto la realidad le tocará la puerta, deberá tomar medidas y la masa que fue educada en el clientelismo, el mercenarismo (y la campaña clientelar reforzó estos valores), no podrá respaldar, entender, esas medidas, no se preparó para la escasez. El gobierno se enfrentará a la necesidad de reprimir, pero ya lo hemos vivido el 27 de febrero, no hay "operativo" que detenga a la masa clientelar.
El triunfo, tal como pasó con carlos andrés, no le durará mucho, pronto se darán cuenta que lo que hicieron fue correr la arruga, la inflaron. El gobierno se queda sin mensaje que lo diferencie, no aguantará la arremetida de la realidad, no habrá razones para su permanencia, será vendido en el mercado. La cosecha, en definitiva, será de la oposición por cualquier vía, constitucional o no. Después no valdrán golpes de pecho.
Si el gobierno, a pesar de la campaña creadora de egoísmo, pierde las elecciones, entonces el resultado será igual pero más rápido, más traumático.
El gobierno sólo podrá salir triunfante en las elecciones y después de ellas si rectifica y hace una campaña, que sin abandonar lo material, se base en la recuperación de los valores éticos que sembró Chávez, pero no sólo de la boca para afuera, sino con medidas concretas, cambio de conductas, rescate de la coherencia, definición del enemigo. No ayuda que un día se diga que ya los gringos no son dolor de cabeza para nosotros y otro se diga que el pentágono tiene planes de agresión contra Venezuela. No es posible, no ayuda, se pierde credibilidad si decimos que la baja del petróleo no afectará la fiesta, si seguimos con el maridaje con la burguesía, como un matrimonio viejo que habla peste uno del otro pero siguen juntos.
En cualquier situación, la fuerza para salir triunfante es la conciencia de la masa, la conciencia no se debe sacrificar por nada, pretender triunfos a costa de la conciencia es hacer pacto con el diablo; su formación, su elevación, debe ser objetivo principal de la Revolución… si es verdadera.