Es un error acusar a Tareck el gobernador de Aragua de los sucesos de San Vicente y sus consecuencias, sería reducir el fenómeno a su arista menos importante, lo personal. De esta manera, la ola represiva, de fuerte pestilencia fascista, que desató aquel operativo seguiría desplazándose, tal como las bolas de nieve, tomando fuerza y tamaño. La situación de San Vicente debe estudiarse en su contexto ideológico y político. Veamos.
Al principio, las autoridades se engolosinaron con la posibilidad de acabar con la delincuencia, reducirla, a partir de un operativo. Abrir un escenario de violencia -es lógico, y así lo dijo mucha gente- crea una psiquis de la solución de los problemas por la violencia. Nadie en el gobierno, con honrosas y valientes excepciones, entendió el mensaje; al contrario, rompieron lanzas contra la advertencia y profundizaron los operativos, los hicieron nacionales, los publicitaron como la solución.
La población se esperanzó, el olp era la solución, las encuestas engordaron, el gobierno hizo fiestas, los críticos estaban equivocados. Pero la realidad, siempre terca, habló. El operativo liberó los monstruos, la fiera probó la sangre y tenía (tiene) que buscar saciedad, ahora hace lo que los operativos habían consagrado: ¡la violencia es la solución! Sirve hasta para resolver el fenómeno de los "bachaqueros", que ya fueron calificados de delincuentes, ya se puede arremeter contra ellos.
Pero la vida se sale de los operativos insensatos. Ahora nos llega la noticia del ajusticiamiento de unos jóvenes por parte de la policía de Aragua, en el mismo barrio donde se inició la ola de represión, en San Vicente. El gobernador de Aragua reconoce y toma medidas policiales, depura, como tantas veces. De esta manera no va al fondo de la situación, olvidan la psicología que crearon, la ética que consagraron, los valores morales que auparon: ajusticiar no es un delito; es un mérito, si de plaga se trata. La noticia corre en internet con video incluido, no faltará quien esté de acuerdo con el crimen, argüirán: total eran delincuentes, plaga, quizá extranjeros.
Tarek es un muchacho víctima de sí mismo, de su orfandad política, tiene el triste desmérito de haber soltado a la fiera, así pasará a la historia. Hizo lo que creía correcto, la violencia, y al hacerlo estaba impulsando el fascismo que se volvería contra él. Es su propia víctima, la primera de su propio engendro. No entienden la gravedad, la magnitud del problema, están jugando con candela.
Ya está comprobado que la violencia genera fascismo en los cuerpos policiales, y genera bandas para protegerse de esa violencia oficial. La lucha contra la delincuencia debe ser violenta sólo en última instancia; antes debe ir precedida de un educación, una formación que eleve la conciencia de pertenencia a la sociedad, de una batalla firme contra el egoísmo, de un cambio cultural.
Lo peor que puede hacer el gobierno es seguir sordo, ya no a los mensajes de los "críticos", sino de las señales de la realidad. Debe rectificar, educar con el ejemplo, recuperar la credibilidad, dejar los coqueteos con los enemigos, con los burgueses. Deberecoger la tesis de que con los capitalistas podemos avanzar hacia el Socialismo. Está comprobado que todo lo anterior viene acompañado de un deterioro de la ética, se decreta un sálvese quien pueda, la solución individual, el pícaro es paradigma. Pero además, y eso indica San Vicente, crea los pilares psicológicos de un régimen de terror, que no sabemos dónde irá a terminar.
¿Qué esperan para rectificar, que reviente un 27, u otros Cantauras, otros Yumares, establecer como normas las razzias, que lleguemos al punto de no retorno, que la población clame por una salida de fuerza, que pidan que le apliquen un olp al gobierno?