Aparentemente, entre estos términos, parapolítica y paraoposición, pareciera que no hay mayor diferencia, que tuviesen la misma connotación, pues, al estar referenciados al fenómeno del paramilitarismo, ese vector de la violencia colombiana que se ha importado hacia otros países, particularmente, hacia Venezuela, donde ya hay claras evidencias de la extensión que ha alcanzado con sus nefastas consecuencias y repercusiones, queda la percepción y la sensación de que recogen la misma realidad en cuanto a la relación del paramilitarismo con expresiones de la política en los dos países.
Por supuesto, el paramilitarismo se corresponde a unas mismas prácticas criminales, horrendas de por sí, independientemente, del escenario nacional en el que actúe, aunque, es incomparable, todavía, los niveles y magnitudes de monstruosidad alcanzados en el vecino país.
Ahora bien, en nuestro criterio, es necesario analizar la manifestación fenoménica del paramilitarismo, no tanto referido en su aspecto técnico delictual como generador de miedo y terror sino en cuanto a su vinculación con lo político.
En este aspecto, apreciamos diferencias sustanciales en la manera y propósito como se da la relación, evidentemente, desnaturalizada del paramilitarismo con la "clase política" en ambos países, que es lo que nos induce a tildarla de manera distinta. En Colombia como parapolítica, que fue el sello que se le asignó, en ese país, desde un comienzo y, en Venezuela, como paraoposición, que es el término que mejor le corresponde, a nuestro entender.
Parapolítica colombiana
En Colombia, como ya ha sido ampliamente señalado, el paramilitarismo, en su génesis, surge a consecuencia de la necesidad clasista de los terratenientes de defenderse del avance de las guerrillas revolucionarias en el campo colombiano, a las que consideraban una amenaza para sus intereses, para tal efecto comenzaron por promover bandas armadas que tenían como propósito contener la presencia guerrillera en esos ámbitos locales así como propiciar- mediante el despojo forzoso a los campesinos, a través de la violencia criminal y el terror- la expansión de sus posesiones terratenientes.
Luego estas bandas, hacia los años setenta y ochenta del siglo pasado, comenzaron a darles protección a los narcotraficantes, a cobrar "vacunas" y a desarrollar y controlar expresiones diversas de la delincuencia organizada y a tener progresiva capacidad de decisión y de acción por sí misma.
Es allí cuando entroncan con Álvaro (Varito) Uribe Vélez que, en el departamento de Antioquia, en su condición de gobernador promueve las CONVIVIR, que ya pasan a ser una estructura más organizada, dispositivo que les permite erigirse en un elemento de mayor relevancia, alcanzar cierta autonomía, expandirse por densos espacios del territorio colombiano, especialmente hacia las zonas fronterizas, conformarse- a finales de los años noventa, en un ejército irregular, las publicitadas Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, que llegan aglutinar a más de 30 mil hombres en armas, contribuir de manera decisiva con el ascenso de Uribe Vélez al poder político del Estado y colocarse al servicio de la estrategia imperialista para el desarrollo del llamado Plan Colombia y la confrontación a la insurgencia revolucionaria.
Llegaron a tener tal incidencia, que para la primera década del siglo XXI, alcanzaron a tener una presencia determinante en 12 Departamentos del territorio colombiano, notoria influencia en varias instituciones del Estado, por ejemplo, afectos de los paramilitares, para el año 2010, controlaban 250 Alcaldías y el 35% del Parlamento Nacional; de esta estrecha vinculación de los paramilitares con sectores políticos fue como surgió el contubernio de lo que se conoce, en Colombia, como la parapolítica.
Del análisis de ese proceso puede, fácilmente, colegirse que la parapolítica colombiana surge de la alianza entre paramilitares y sectores políticos que en ningún caso se planteó atentar contra el gobierno y, menos aún, contra el Estado; muy claro lo recoge el texto constitutivo de las AUC (1998) en donde se definen "como un movimiento político-militar de carácter anti-subversivo en ejercicio a la legítima defensa que reclama transformaciones del Estado, pero no atenta contra él".
Paraoposición en Venezuela
Es decir, mientras en Colombia el paramilitarismo se convirtió de unas criminales bandas dispersas en un actor político, de naturaleza criminal, indiscutiblemente, pero con pretensiones de erigirse en un factor de la política colombiana, para lo cual contó con el apoyo del estatus quo y del imperialismo estadounidense, acá, en Venezuela, el paramilitarismo ha tenido una relación marginal con la política, de carácter netamente instrumental, en donde sectores de la oposición venezolana hacen uso, utilizan, trasplantan resabios del paramilitarismo colombiano hacia nuestro país, con la misma tendencia criminal y terrorista, con la finalidad de perturbar la vida económica y social cotidiana de los venezolanos pero sin atribuirle ni permitirle posiciones determinantes en la toma de decisiones ni en la orientación política, al menos, por ahora.
Por ello hablamos de una paraoposición que en su afán de acceder al poder a como dé lugar no escatima esfuerzos, por deleznables que sean, con tal de intentar afectar la correlación de fuerzas existentes en el país sin parar mientes en los mecanismos que utiliza ni como estos pueden repercutir en la sanidad psíquica y emocional de los venezolanos.
En su desesperación e impotencia para construir una fuerza política alterna al chavismo, la dirigencia opositora no se percata de la magnitud del "genio" monstruoso que podrían estar despertando, que al hermano pueblo colombiano ya les ha generado el costoso saldo de cerca de seiscientos mil muertos y más de cinco millones de desplazados, sólo hacia nuestro país. La insensatez de esta paraoposición no tiene nombre, el propio Leopoldo López estuvo a punto de ser sacrificado. Serán derrotados.