En términos teóricos sociopolíticos, está planteada una perentoria discusión, sempiternamente postergada, en torno a la existencia de esa amplia franja social que se ha dado en denominar clases o capas medias y en torno a la necesaria cualificación del trabajo político a desarrollar en su seno, que por cierto, en la izquierda, algunos analistas tienden a minimizar, prevalidos de la conceptualización de que dichos sectores no constituyen una de las clases sociales fundamentales, antagónicas, que caracterizan la sociedad capitalista.
Otros, en cambio, incluido quien suscribe, asumen que la potenciación del capitalismo, en el llamado mundo occidental, a raíz de la segunda guerra mundial, tuvo como acicate el desarrollo de estos sectores como fórmula de contención al ascenso de la alternativa socialista, en el mundo de aquel entonces, expresada en la proyección del bloque soviético y en la emergente revolución china; condición que les significó alcanzar un rol cada vez más protagónico en la vida social de sus respectivos países.
Capas derechizadas
Venezuela, país petrolero, enmarcado en el área de influencia del imperialismo estadounidense, fue uno de los más impactados en la región latinoamericana por la onda expansiva del capitalismo, obviamente, en su versión dependiente y atrofiado, envión que hizo posible la emergencia de unas capas medias extendidas a lo largo y ancho del país con una creciente significación en la vida de la nación.
Capas medias, cuya inclinación política, en términos genéricos, estuvo sujeta a las circunstancias políticas de cada coyuntura pero, en la medida, en que sus condiciones materiales de vida fueron cambiando y sus expectativas ideológicas fueron siendo crecientemente influenciadas y moldeadas por los valores del llamado "sistema de vida norteamericano" se fue acentuando una marcada derechización en sus posiciones políticas.
Hasta el punto, que, ante la insurgencia del "fenómeno" Chávez en el escenario político, con el estremecimiento telúrico que produjo en la sociedad venezolana, que implicó, entre otras cosas, acentuar la polarización preexistente en el país, ya no sólo en términos partidistas sino también en lo ideológico y en lo social, el grueso de esas capas medias ha optado por inclinarse por el enfoque político que se opone al cambio estructural encarnado en el Proyecto País enarbolado por el chavismo.
Y ello, a pesar, de que dicho Proyecto interpreta e incorpora a las capas medias, como parte integrante del bloque social revolucionario llamado a protagonizar la transformación política, cultural, social y económica de Venezuela; a convertir esta tierra de gracia, al fin, en una potencia capaz de propiciar dignas condiciones de vida al conjunto de la sociedad y capaz de expresar y practicar los más altos valores humanos garantizadores de la paz y la convivencia social.
Optan por la paraoposición
Pero esta perspectiva no la asimilan estos sectores medios, particularmente, aquí, en el estado Miranda, donde los resultados electorales en estos 16 años del período chavista, denotan la marcada tendencia de las capas medias, localizada y concentrada en espacios muy precisos de la geografía mirandina, a preferir la opción electoral de la derecha entreguista, antinacional y antipatriótica.
Derecha que acepta que el gobierno de los Estados Unidos decrete a Venezuela como una amenaza a la seguridad interna de su país, desconociendo la verdadera amenaza implícita que tal Decreto conlleva; que mantiene una posición ambigua frente a la maniobra imperial de pretender despojarnos de nuestra Guayana Esequiba; que asume una postura, por demás complaciente, con las acciones de la oligarquía colombiana atentatorias contra la economía y la paz nacional; que apela al contubernio con el deleznable paramilitarismo colombiano con el propósito de influir, de alguna manera en la realidad política del país, sin parar mientes en las consecuencias que tan nefasta alianza ocasione en la psiquis colectiva del pueblo venezolano; que recurre a una guerra económica, propiciadora de la escasez de productos, de la manipulación cambiaria, del contrabando de extracción, de una desmedida inflación, alterando, naturalmente, la cotidianidad y la tranquilidad social, incluyendo, por supuesto, la de estos sectores medios.
Pues, con todo, y la carga negativa que caracteriza la práctica política de la derecha, insisten en mantener una petrificada identificación con esa desmesura paraopositora; a pesar de lo acontecido, todavía persisten en considerar a personajes como Capriles y su combo maltrecho, como Leopoldo López y su grupo fascista, como María Machado y Antonio Ledezma, conspicuos conspiradores y propiciadores del caos y la desventura, como sus dirigentes, atribuyéndoles una vocería a contrapelo de las calamidades y atrasos que le han ocasionado o le ocasionan al país.
Replantear el trabajo político
Será tal el grado de alienación de estos sectores que pareciera que están destinados a permanecer imperturbables a los desatinos de sus dirigentes y, por tanto, impermeables al mensaje y al Proyecto de cambio chavista y bolivariano. Aquí caben diversas hipótesis y conjeturas; es un tema que es necesario abordar tanto en lo teórico como en lo práctico en función de avanzar en la construcción de un Proyecto político que como el concebido por Chávez, inspirado en Bolívar, significa la mayor suma de felicidad posible para todos.
De entrada, nos adelantamos a señalar la conveniencia de revisar la manera como se ha planteado y se sigue planteando abordar el trabajo político hacia estas capas sociales, especialmente en Miranda, en su zona metropolitana, que es la entidad del país donde existe la mayor concentración de sectores medios. En todo caso, la idea no puede ser dejarlos a su propia suerte como al parecer lucen tentados algunos planificadores. En contrapartida, la derecha paraopositora no escatima esfuerzos para aposentarse en los sectores populares. Ojo é garza, caballero, nos dice el llanero.