Ser chavista

Hay elementos de continuidad y de discontinuidad entre la izquierda históricamente existente en nuestro país, y el chavismo como movimiento político.

Hoy que se habla mucho sobre el "legado de Chávez", y se le utiliza para la lucha política entre diversos grupos (Marea Socialista, el grupo de Roland Denis, Toby Valderrama, agrupamientos en el mismo PSUV, el Polo Patriótico, la distinción popular entre Maduro y Chávez, etc.), cabe destacar que, a su vez, Chávez, como líder y principal enunciador del discurso que le da consistencia al movimiento político que lleva su nombre, retomó e interpretó (en el sentido de realizarlo "a su modo") varias tradiciones de la izquierda histórica de Venezuela, el continente y el mundo, algunas de ellas incluso contradictoras.

La razón es muy clara: Chávez (y el chavismo) son también fenómenos históricos; aparecieron en el marco de procesos situados en el tiempo y el espacio, en medio del antagonismo y la interacción entre múltiples fuerzas sociales y políticas, que los rebosaban, los constituían, los atravesaban.

Así, en líneas gruesas, podemos identificar en el discurso político de Chávez tres fuentes y tres partes (a la manera de las "tres fuentes y partes integrantes del marxismo"). Ellas son a) el cristianismo, especialmente la teología de la liberación latinoamericana; b) el bolivarianismo y c) el marxismo.

Cabe destacar que estas tradiciones aparecen y se combinan en el discurso, en función de una serie de coyunturas, a través de las cuales el chavismo va evolucionando, no sólo como respuestas oportunas, adecuadas o no a cada disposición de fuerzas del momento, sino que cada momento adelanta un nuevo argumento que reconfigura el conjunto del ideario. Esas etapas de desarrollo del chavismo, van desde la amalgama de las fuerzas contra la hegemonía de AD y COPEI, pasando por las fuerzas populares de una reconducción de la renta petrolera hacia el pago de la "deuda social", la ruptura con el neoliberalismo, la declaración de antiimperialismo del proceso y su identificación final con el socialismo "del siglo XXI".

El cristianismo al que apela Chávez, desciende de la teología de la liberación. Es posible que haya un elemento biográfico allí: sus padres eran copeyanos. Pero más allá de ello, Chávez retoma una tradición muy enraizada en la historia de la izquierda latinoamericana: una interpretación del evangelio que hace énfasis en a) la identificación con los pobres, los explotados, los oprimidos; b) el señalamiento del "pecado social", más allá de los pecados individuales; el "pecado social" es la injusticia, el hambre, la opresión, la explotación, determinadas por las estructuras de clase y los motivos de máxima ganancia del capitalismo; c) la exhortación a la acción política y social, más allá de la adoración y la oración. Esta exhortación en América Latina hizo devenir comunidades cristianas de base en semillas de grupos guerrilleros: caso ELN en Colombia (el ejemplo de Camilo Torres), el FSLN en Nicaragua (Gaspar García Laviana, otro cura guerrillero), los Montoneros en Argentina, los Tupamaros en Uruguay, y aquí, en Venezuela, varios agrupamientos que evolucionaron, del ala radical de COPEI, a distintas organizaciones en los 70 que articularon el marxismo con el cristianismo. La creencia religiosa aparece en Chávez, no sólo en advocaciones en casi todas sus intervenciones, sino también en momentos cumbres: el 13 de abril de 2002, por ejemplo, cuando lo primero que hace al dirigirse al país, es mostrar un crucifijo, pedir perdón y solicitar el diálogo a sus opositores, gesto que algunos compañeros consideraron en su momento como un error. Pero sobre todo, el cristianismo aparece en sus llamados al amor, que son algo más que eficaces recursos publicitarios o agitativos.

Por bolivarianismo entendemos, obviamente, a la recurrencia insistente en la figura o "el pensamiento" de Simón Bolívar. Esto tuvo una especial significación en la década de los 80 y 90, cuando varios destacados historiadores se dedicaron a "desmitificar" al Libertador, bien llamando la atención acerca de sus conductas patológicas (eufóricas, adicto al sexo, etc.), bien enfatizando los límites históricos de su obra y pensamiento (Pino Iturrieta y Caballero, por ejemplo). Después de un análisis tan inteligente como el de Carrera Damas acerca de la conversión del bolivarianismo en una ideología al servicio de las clases dominantes, durante casi todos los gobiernos de Venezuela, era arriesgado retomar este símbolo como núcleo de un planteamiento político.

Pero ocurre que hacia la década de los 70 se produce una reconsideración de la figura de Bolívar desde la izquierda. Enfoques como el de Francisco Pividal y Núñez Tenorio, ensayan una continuidad del pensamiento del Libertador con motivos de izquierda como el antiimperialismo e incuso la guerra de clases. Estas revisiones, que corregían varias décadas de distancia entre Bolívar y el marxismo (desde el artículo de Marx sobre Bolívar, hasta Irazabal criticando la dictadura de Bolívar de 1828), permitieron que dirigentes de la izquierda que venía de la guerrilla, como Douglas Bravo, ensayara nuevas articulaciones, como el conocido "árbol de las tres raíces", que servía además para reafirmar el nacionalismo y la posibilidad de recurrir a fuentes propias, no europeas, para fundamentar un movimiento revolucionario. DE allí lo tomó Chávez y sus compañeros militares conspiradores. Ya en el poder, la insistencia en Bolívar, se decantó en la línea general de la integración latinoamericana, muy pertinente en un momento histórico en que el Sistema-Mundo se reacomodaba formando "bloques de poder" que podían hacerle contrapeso al declinante poderío norteamericano.

La tercera tradición que alimenta el discurso chavista, es el marxismo. El chavismo viene siendo una nueva reencarnación de la izquierda venezolana, una nueva etapa, la más exitosa de toda su historia. Al fin logra tomar el poder, después de muchos intentos, coyunturas y procesos ascendentes y descendentes. Después de plegarse en los 40 a la línea de la Internacional de apoyar gobiernos pronorteamericanos como el de Medina Angarita, después de organizar la resistencia al perezjimenismo y coadyuvar efectivamente al derrocamiento de la dictadura, después de desaprovechar el gran flujo de masas a partir de 1958, después de la gran pifia histórica de la guerrilla de los 60 y parte de los 70, después de esa reconstrucción en la legalidad que devino en abandono de la vocación revolucionaria y, a la postre, en una liquidación teórica y política en la cual participaron TODAS las organizaciones de izquierda, cada una a su manera. Por eso, son reconocibles en el discurso chavista alusiones y fragmentos de todas esas izquierdas que han sido. Allí está desde el culto a la revolución cubana y la admiración a Fidel y al Che Guevara, hasta el ensayo de un camino legal, constitucional, pacífico y democrático-electoral a la revolución, recordando a Allende. Allí están las críticas el "socialismo real" del siglo XX, desde las hechas por posiciones eurocomunistas o masistas (el socialismo tricolor, con arpa, cuatro y maracas), hasta las trotskistas y maoístas. Eso, al lado, de la repetición de algunos dogmas del marxismo soviético.

El chavismo se va "izquierdizando" cada vez más, desde 1998, hasta que en 2005 su máximo conductor define al socialismo como la alternativa de la Humanidad en el seno del Foro Social. Aquí, Chávez también se actualiza con esta "nueva izquierda" latinoamericana y mundial. Asume algunos planteamientos ecológicos, evidentes en el quinto objetivo histórico del "Plan de la Patria". También, las luchas por el reconocimiento de las etnias indígenas, las mujeres (feminismo) y hasta de los llamados sexodiversos. Lee a Toni Negri y usa sus conceptos para impulsar el "poder constituyente" en la Asamblea Nacional Constituyente de 1999. Revisa a Guidens, para vacilar acerca de la "tercera Vía". En Meszaros consigue algunas precisiones acerca de la crítica a la experiencia socialista del siglo XX y se consigue con la idea de las comunas, que, por lo demás, ya había conocido al estudiar la experiencia china. Asume motivos del autogobierno, la democracia directa, la experimentación, y hasta del "contra-poder" que insinúa con las misiones, como una especie de estado alterno.

Si revisamos el texto de la fallida reforma constitucional propuesta en 2007 (de la cual, muchos elementos de todos modos se aplicaron en leyes), encontraremos nociones tomadas de la constitución cubana: la idea de "Poder Popular", un esquema de varios grados para la elección de órganos legislativos que a la vez seleccionan al ejecutivo. La tendencia centralizadora de esa reforma tal vez tenga otra fuente. La combinación de tipos de propiedad, muy discutible por cierto, es posible que recoja ecos del proyecto sandinista.

En todo caso, Chávez intenta refrescar el pensamiento de la izquierda, a partir de la experimentación un tanto empírica, improvisada o empirista quizás, pero también llena de aciertos.

Lo que no pudo hacer Chávez en vida, y al parecer el gobierno chavista que continúa tiene pocas luces para ello, fue diseñar un camino para romper con el capitalismo dependiente y rentista. El éxito de su "revolución política" y sus "misiones sociales", no tiene parangón con lo económico. 16 años después, Venezuela sigue siendo casi monoproductor, dependiendo del capital, la tecnología y los mercados transnacionales. Al parecer, el chavismo como gobierno, cayó en el mismo vició del "estado mágico": todo se podía resolver a "realazos". La corrupción apareció y se esparció como un peligroso cáncer. De nuevo el rentismo venezolano entró en una crisis muy parecida a las de 1979 (necesidad de "enfriamiento" a la salida del primer CAP), 1983 (viernes negro), 1988 (el mejor refinanciamiento del mundo de Lusinchi), 1989 (paquete CAP) y 1994 (Agenda Venezuela). Esta crisis recurrente se caracteriza por: fuga masiva de capitales, alta inflación, desabastecimiento y recesión. Todo agravado por una caída persistente del precio del petróleo y la resistencia "ideológica" del gobierno a aplicar cualquier ajuste macroeconómico (aumento del precio de la gasolina, unificación cambiaria, reforma tributaria, focalización de los subsidios, reestructuración de los compromisos petroleros con los vecinos, revisión y liberalización de los precios). No sé atisban planes a más largo plazo, salvo la idea de las Zonas Económicas Especiales las cuales, si como intuimos corresponden al modelo chino, significaría el enclave de una maquila dirigida a la exportación de productos ensamblados, con una reducción importante de los derechos laborales y una dependencia financiera de la emergente potencia china.

Ser chavista hoy, no puede limitarse a defender al gobierno. Esto significaría sepultar las posibilidades históricas de una izquierda en Venezuela, con sus consecuencias nefastas en América Latina. Ser chavista debiera ser la profundización de estos legados teóricos y políticos de la izquierda, su renovación a la luz de los nuevos desafíos y, sobre todo, la apertura de un proyecto que nos lleva más allá del capitalismo dependiente rentista.



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Jesús Puerta


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