Hace como diez años el Papa Juan Pablo II fue a Estados Unidos e, in situ, derribó de sus poltronas a ¡trescientos! (300) curas pederastas que se ocultaban en las límpidas paredes de las iglesias para llevar a cabo sus satánicas perversiones. No quiero hacer de la muerte del religioso encontrado dentro de una habitación del hotel Bruno con el ano ensangrentado y regado de feca (así dijo la información) un intento de crónica sangrante. Mármol León escribió igualmente hace muchos años un libro llamado “Cuatro crímenes, cuatro poderes”, en él se anotó la muerte de una joven llamada Lesbia, quien fue asesinada después de violada en “extraña” circunstancia, por el “hombre invisible”, pues el culpable jamás apareció. Quien escribe, es decir, Ángel V. Rivas, no olvida que el hermano de la muchacha fue conocido en todo el país, como el padre Biaggi, quien con el tiempo se graduó de abogado y a quien la sociedad veía con ojos de mal brillo. La duda es lícita hasta que se confirme lo contrario.
Me asalta una pregunta: ”¿Por qué ciertos hombres se escudan en la Iglesia para hacer prácticas de sus debilidades? Ahora, vamos a lo cierto: en cada ser humano existe algún problema, cuyo núcleo PRINCIPAL es la psiquis. LA COBARDÍA del hombre es lamentable, pero inevitable. Sólo el llamado homo sapiens sufre de ese desequilibrio en la vida animal. La cobardía es una inyección sembrada en sus venas por los mentirosos. Por quienes descubrieron debilidades espirituales en los demás. Y eso ha hecho que EL HOMBRE se valga de la palabra, de la fe, de la arrogancia, de la política, de la poesía, del drama y la comedia, para aparecer en el proscenio de la vida, como un ser INTELIGENTE investido de amor por DIOS. Alguien debe creer en él, a alguien debe engañar, debe aparentar ternura, siendo intolerable, debe hacer creer que es bondadoso siendo egoísta, debe mentir, mentir y mentir miles de veces, para que alguien crea que lo que dice ES CIERTO. En la cobardía el hombre profana filosofías, difiere de otras, se imagina ÚNICO. El fondo es el mismo: hacerse partícipe del pensamiento ajeno e inocular en el cerebro de su congénere aquello que inventó llamado FE.
Quien no crea en ella, es un diablo habitante del Averno y no tiene cabida en la tierra de DIOS. Los invasores de América, léase, los españoles, llegaron con sus nauseabundas ideas de crímenes, asaltos, violaciones, en los barcos de Cristóforo Colombo y se llevaron las riquezas y las creencias de los habitantes de esta geografía, inyectándoles la Fe “nueva” a los aborígenes de acá, porque “alguien había muerto por ellos”. Primera prueba de cobardía en América. Ahí comenzó la crisis espiritual, porque cuando a alguien le roban sus sueños, sus ideas, sus amores, llega el caos. Los cobardes inhalan espíritu en nombre de Dios y en sus vanidades, no son capaces de decir las verdades, sin un punto más o una coma menos. ATEO es quien niega la existencia de toda divinidad. Se choca contra lo material y se sabe que está ahí.
Los escritores de la FE no lo ven así, porque DIOS ESTÁ EN TODAS PARTES. Valiéndose de eso, se proclaman HIJOS, ministros, edecanes del Supremo. Inventan un libro y lo usurpan. “No fornicarás”, “No desearás a la mujer de tu prójimo”, “No levantarás falsos testimonios”. Empero son los primeros pecadores, porque pasando por sobre la idea del Dios que proclaman y la evidente naturaleza, han ¿creado? otro sexo, donde es permisible el coito extrahumano… “yo hago con mi cuerpo lo que me venga en gana y quien me censure es un hijo de puta”. MUY BIEN, pero y la fe, el respeto, la especie, la familia, ¿qué se jodan? ¡Pecadores del mundo uníos y suicidaos!