La ponzoña de Almagro y su falsa percepción sobre la Revolución Bolivariana

Un viejo amigo, que en tiempos de juventud fue un revolucionario muy activo me envió la carta que Luis Almagro le envía abiertamente a Elías Jaua. Epístola para incautos, y aunque mi amigo no lo es, hoy no comparte los ideales de la revolución bolivariana.

Sobre este documento que me envías, le escribí, tengo la impresión que se sustenta en una relación de amistad política entre el signatario Almagro y el destinatario Elías Jaua, ambos con méritos para interpretar desde sus visiones la realidad, venezolana. Uno desde un telescopio lejano y otro sobre el burro que lleva la pesada carga de parte de la gestión pública en el país. Pero, le acoté, apelo a mi forma despiadada de leer este tipo de misivas, porque siempre llevan pasiones ocultas y mentiras visibles. Almagro habla de las revoluciones, como algo inocuo, asunto que no es verdad. Las revoluciones son cruentas, en pasiones, verbo, y acciones; ocurren bajo circunstancias difíciles, después de grandes sufrimientos de las mayorías excluidas y en medio de conspiraciones internas y externas que dificultan la velocidad de las transformaciones. Las pocas revoluciones que de llaman pacíficas, la extrema izquierda las considera ensayos pírricos de revolución, cohetazos al aire. De manera que lo que está en juego en Venezuela no es para darse besitos de cachete sino para consolidar el poder que se tiene; y la otra parte, para recuperar el poder perdido. Pues, en esa lucha por el poder, la democracia que creímos conocer no fue tal, ni será la misma. La exigencia que se hace para quien ostenta el poder debe hacerse para quien lo aspira. Y Almagro obvia eso. Las revoluciones se hacen para construir hegemonía popular sobre la hegemonía de las minorías. Si en vez de Chávez, en 1998 hubiese ganado Mao Tse Tung, este país hubiera recurrido a una revolución cultural para defenestrar la alienación de las minorías asidas al poder durante mucho tiempo, casi inmediatamente después de la muerte de Bolívar. Creo que Chávez pensó que era posible de otra manera y eso es lo que finalmente confundió a Almagro. Confunde la magnificencia con el deseo a regresar a lo mismo.

Lo otro, es la pasión salvadora de Almagro por la OEA, organismo que padece una gangrena histórica que ya hace imposible amputarle algo; hay que ayudarla a bien morir. No basta el perdón pedido a los Dominicanos, porque tendría que pedir no menos mil perdones al mundo y a América Latina y el Caribe por la intromisión y la omisión en muchas violaciones a la soberanía de los pueblos del mundo, por el verdadero amo de la OEA: EEUU. ¿Qué quiere salvar y a quién quiere representar Almagro?

Voy a esperar por alguna respuesta de Jaua para Almagro, pero antes que eso me uno a los que aspiran que la OEA sea tratada como lo que es actualmente, un nido de alacranes ponzoñosos... y esos alacranes no pueden ser testigos inocuos en nuestras elecciones.

mmora170@yahoo.com



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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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