Vamos a ligar que Ramos Allup pierda para que corra por las calles de Caracas

Cuando la juventud amenazaba con hacerme viejo de tan feliz soy, un carajo que iba al estacionamiento de la esquina de la Pedrera donde yo trabajaba de 7: pm a 7: am, ¡coño que esclavitud tan arrecha! había un borracho que todas las noche, de 8: pm a 4: am se caía a palos en el Caracas City, un bar taguara de ese sector.

Eso no tiene nada de extraño; borrachos es lo que sobra en Caracas. Pero en ese tiempo era la etapa de las mujeres que trabajaban atendiendo las mesas. Todas muy bellas y bromistas. El sujeto de marras se la daba de bello. Vestía de flux y usaba aquellos célebres zapatos “güilianshu” de la época y el inconfundible aroma de colonia Pino Silvestre. Además que para borrar el brillo de su cara, utilizaba unas servilleticas de polvo llamadas “papelpudré”.

Eso tampoco tiene nada de raro; en Caracas siempre han existido patiquines y viejos verdes como arena en una playa. Lo extraordinario era que cuando se zampaba tres güisky por ese buche comenzaba con una retahíla de machismo de incalculables decibeles. Decía que “yo soy la mejor cama de caracas, mujer que tenga la dicha de dormir conmigo, duerme eternamente” Y las mujeres del bar se cagaban de la risa, pero siempre lo chuleaban. Noche tras noches la misma vaina. Decía que cuando vivía en Guárico le decían el “pollino” y la suspicacia de la mujeres ponían en duda el apodo. Pero el sujeto nunca intentó llevarse mujer alguna del bar.

Esto ya va teniendo algo de raro. Resulta ultra que la mujer más bella que laboraba en ese sitio, era una bromista de marca mayor. Una noche hizo que el bocón consumiera más de lo que siempre consumía y el hombre elevó más el charrasqueo: “No quiero que Manuel, el portugués dueño del bar, pierda sus trabajadoras; por eso no me las llevo, de hacerlo todas querrán irse conmigo y no salir jamás de mi casa”

Una noche cuando Julio Jaramillo cantaba “Mi muchachita no me dejes morir, vuelve te ruego que no pueda vivir…”, la chica le dijo al galán de otoño: “Mira Cojecú. Así lo llamaban en el bar- ¿qué tal si vamos a mi casa y aprovechas …Vivo sola?” El sujeto, más prendido que carbones de película, aceptó.

Cuando llegaron al apartamento de la chica, en el edificio San Fernando cerca del liceo Fermín Toro, ella le pidió que se bañara solo que ella lo haría después. Cojecú con la pea a ritmo de tren de media noche a Georgia, se metió al baño y se desnudó: ella lo veía por un agujero que tapaba un espejo a un lado de la puerta. De pronto la chica comenzó a reír estrepitosamente. Se lanzó al suelo y reía y reía, y reía sin parar. El hombre aunque rascado, se extrañó y salió del baño. La mujer rió más y más, entonces bajando su mirada más abajito del pubis, el sujeto supo que su escroto era una bolsita y su pene un chogüi, ella lo descubrió todo. El tal Cojecú no volvió más nunca al bar.

Henry Ramos Allup se la da de payaso, de comiquito, de gracioso y de arrechote ¿qué tal si esperamos el 7 de diciembre de 2015 para gozar una bola y parte de la otra viéndolo correr por las calles de Caracas?



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Angel V Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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