La ciencia que merecemos

El movimiento científico como lo hemos conocido, tuvo un auge significativo a mediados-finales del siglo XIX, cuando los naturalistas europeos, comenzaron a estudiar la geografía y ecología, generando los primeros registros trascendentes de nuestra historia natural, sin embargo aun cuando estos aportes comienzan a dar luces de nuestras riquezas patrimoniales, la información generada, recabada o interpretada es "despachada" al viejo continente, los denominados hombres sabios, naturalistas (Humboldt, Bompland) solo venían a recabar información para completar el despojado por los que vinieron como complemento junto a los colonialistas (Gumilla entre otros).

Nuestros pobladores autóctonos aunque poseían sus propios conocimientos y hallazgos (algunos de larga data) transmitidos ancestralmente por sus precursores, estaban demasiado ocupados tratando de preservar sus vidas y su cultura del voraz depredador europeo que combinaba la violenta transculturización teológica y el brazo armado a caballo que lo acompañaba con el mosquete en una mano y la pluma en la otra. Mas sin embargo, esto es solo un marco que contextualiza el entono histórico del devenir de la ciencia en Venezuela. Pasadas las vicisitudes de la colonia, guerra de independencia y la guerra federal, el país quedo libre, pero devastado y sumido en la desolación, no fue sino hasta el siglo XX en sus albores con nombres como Rafael Rangel, pero con mayor beligerancia hacia mediados de este mismo siglo, que el país volvió a dar impulso reconocible a la ciencia, como siempre con participación mayoritaria de los hombres de ciencia foráneos, o con científicos nacionales pero con doctrinas científicas extranjeras.

Hasta ahora es casi la misma historia en todo el continente latinoamericano la que se ha dado, muchos nombres hicieron aportes dentro de las limitaciones tecnológicas, ideológicas e incluso filosóficas que existían para el espacio y el tiempo que acontecían, Fernández-Morán, Roche, Convit, entre otros nombres vienen a la memoria colectiva. Sin embargo a finales de ese mismo siglo, junto con el colapso estructural de la sociedad venezolana, acaecido para ese entonces, y el surgimiento de un nuevo proceso revolucionario (proceso que se originó y gestó por la implosión que le precedió), que dio inicio a la Revolución Bolivariana y al nuevo pensamiento cuyo fundador fue el presidente Hugo Chávez Frías y que sigue siendo historia viva, se le dio impulso a un nuevo movimiento, el cual fue revolucionario en muchos ámbitos, sin quedar exento, el movimiento científico venezolano. Estas nuevas formas de ver la ciencia, ya no como un movimiento doctrinario creado para recabar información, generar conocimientos y exportarlo a entes extranjeros, para luego recibir como único reconocimiento a dicho trabajo, la publicación, a veces sin la rigurosidad científica requerida para que este trabajo cumpla los parámetros para ser reproducible, a veces totalmente descontextualizados de las reales necesidades del país.

Toda esta serie de expresiones científicas (científicas en teoría), fueron justificadas durante varias décadas hasta que se les dio un calificativo bien específico… El Cientificismo, bien diferenciado de la auténtica ciencia. Según el nuevo pensar, según la definición de Varsavsky, un sistema de cosas instaurado en el ámbito científico de carácter neo-colonialista, que genera una dependencia de conocimiento de los grupos de investigación del país, hacia las necesidades del interés neocolonial, y cuyo propósito final es el reconocimiento (yo agregaría también, la aprobación) por parte de este grupo de investigación/interés neocolonial al cual se subordina directa o indirectamente.

Partiendo de dicha aseveración, en nuestro país ha sucedido (y sigue sucediendo) hechos en que trabajadores de la ciencia, haciendo cientificismo tienen como objetivo la resolución de problemáticas de interés foráneo, peor aún de entes privados extranjeros (sobre todo grandes corporaciones farmacéuticas), generando así círculos de vicio que no solo dilapidan tiempo, conocimiento e incluso peculio nacional de forma insustancial, sino que mantienen aislados y desvinculados los procesos de investigación autóctonos de las necesidades reales de su pueblo, o mejor dicho, del pueblo al cual pertenecen.

Final y homónimamente, se debe formular algunas preguntas: ¿Es esta la ciencia o mejor dicho el cientificismo que merecemos?, ¿será esta actividad pseudocientífica la que va a dar como resultado, la independencia científico tecnológica nacional?, la respuesta definitivamente es ¡no!, si evaluamos rigurosa y objetivamente los registros históricos y los cotejamos contra los "productos" de las actividades científicas, acumuladas desde que se instauró un sistema oficial de gestión de investigación (digamos desde finales de la década de los cincuenta), los productos han sido pocos y poco publicitados.

Con esto no se pretende polemizar en torno al reiterado y hasta redundante dilema de si se debe hacer ciencia aplicada o ciencia básica (los más recalcitrantes, definen a esta última como ciencia "pura"). La ciencia que se merece el pueblo venezolano, quién ha adquirido un alto grado de conciencia, debe ser consecuente con el nivel de conocimiento que este ha alcanzado, conocimiento de su grado de participación, de su análisis de necesidades, de su evaluación de las problemáticas locales. No podemos seguir desperdiciando nuestro potencial individual en la No resolución de problemas, en el reconocimiento individual, en la mediatización altisonante de la mediocridad a costa de lo que sea, estos personajes que se consideran los abanderados del conocimiento y que torpedean la gestión de todo el que ponga en peligro su sistema de cosas, es decir los innovadores, de los verdaderos científicos formales, y de los tecnólogos, menospreciando la inventiva popular y el trabajo científico con contenido social, para desviar la atención de su propia mediocridad, de su resistencia al cambio, estos resquicios antediluvianos cientificistas por naturaleza, PhD¨s del Copy-paste del norte deben ser instados al cambio y ellos aceptar dicho cambio, y si no cambian, ellos mismos se extinguirán, porque el pueblo venezolano experimentó un cambio y la ciencia aunque casi siempre haya sido sistemáticamente desvinculada de este, es una expresión más del pueblo trabajador y por lo tanto, al pueblo se debe, potenciemos el conocimiento colectivo, reestructuremos ese metabolismo pseudocientífico que permaneció por tanto tiempo y refundemos el proceso científico desde sus cimientos. La ciencia que merecemos debe ser consecuente con la realidad nacional e incluso global, con los objetivos y metas que permitan afianzar la soberanía científico-tecnológica de la patria. Demos cabida a una franca y objetiva socialización de la ciencia, retomemos la reforma de la ciencia y tecnología dando cabida a las opiniones en la lógica del lenguaje universal de la ciencia.

 

gonodactylus@yahoo.com

 



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Juan Carlos Paz


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