El pasado 18 de octubre, se conmemoraron 70 años que sectores del partido Acción Democrática (AD) y militares cohesionados en torno a la logia Unión Patriótica Militar (UPM), se confabularon articuladamente para derrocar a Isaías Medina Angarita. ¿Qué balance histórico puede hacerse?
La respuesta es compleja. Habría que comenzar por esbozar las condiciones socio-políticas y económicas que experimentan los ciudadanos venezolanos para 1945. En terminos socio-políticos, el país se encontraba en la diatriba de tres (3) proyectos de democracia, adjetiva y concretamente diferentes. Por un lado, el llamado Medinismo, congregado en torno al Presidente Isaías Medina Angarita, sostenía una idea de democracia restringida, que mantenía algunas limitaciones al impulso democrático, más por el propio entorno de las fuerzas que lo conformaban que por una resistencia del Presidente. Acá es clave, las posiciones que asumió el ex Presidente Elezar López Contreras y los grupos de poder, sobrevivientes a la muerte de Juan Vicente Gómez. Asimismo, en el seno de la estructura de Gobierno, se refugiaba una elite tecnocrática, que pretendió la modernización capitalista y su articulación, en determinadas condiciones, con el sistema-mundo.
Una segunda fuerza, con un planteamiento doctrinario distinto en torno a la idea de democracia, lo constituyó el partido Acción Democrática (AD), con el visible liderazgo autoritario y personalista de Rómulo Betancourt. La doctrina democrática de AD, se basaba en la ampliación de los derechos políticos, haciéndolos extendibles a todos los venezolanos sin distingo de sexo, étnía o educación. En materia económica, sosgtenían el uso de la renta petrolera bajo el enfoque de la distribución populista.
Una tercera agrupación, la constituyeron sectores populares, liderados por el Partdio Comunista de Venezuela (PCV), quienes impulsaron la idea de una democracia popular y radical, que se enfrentaba a la idea limitada y liberal del medinismo, al mismo tiempo que se distanció del planteamiento centrado en la democracia partidista y clientelar propuesta por AD. Eran tres modelos políticos, que aún hoy se debaten y marcan el pasado-presente y futuro, de la vida democrática de nuestro país. Democracia limitada y elitesca, democracia partidista y clientelar y la democracia popular-radical.
Desde el punto de vista económico, las influencias del denominado proyecto modernizador elitesco-capitalista, inicialmente esbozado por dos actores realmente brillantes: Alberto Adriani y Manuel R. Egaña en el período 1931-1935, se harán sentir. Ese proyecto, conllevaba la superación del carácter rentista y parasitario de la economía petrolera, levantada durante el período gomecista (1908-1935) y confrontaba, tanto a sectores internos como externos asociados con la economía impuesta desde 1910. Las contradicciones inherentes al proceso político venezolano y mundial se hicieron sentir. Eran notorias las tensiones existentes entre 1941-1945, marcadas por un debate en el sistema-mundo, entre fascismo y capitalismo-ldemocrático-liberal por un lado, y por el otro, el modelo ortodoxo soviético, marcado por la impronta de Joseph Stalin.
Esas tensiones, se dibujaban a lo interno de la sociedad, y se expresaban en roces en cada uno de los modelos de democracia. En el Medinismo, la tirantez entre la burguesía tecnocrática, cuyo rostro más evidente era Arturo Uslar Prieti y los sectores más autoritarios y conservadores, nucleados alrededor de López Contreras. En los sectores democráticos-partidistas-clientelares, se esbozaba un roce entre algunos planteamientos a lo interno de AD, marcados por el pragmatismo radical de Rómulo Betancourt y los aportes de sectores cuyas cabezas visibles serán Luís Beltrán Prieto Figueroa y Leonardo Ruiz Pineda. En los que impulsaban una democracia popular-radical, esa tensión tenía que ver con la influencia dogmática del PCURSS y los demás sectores, que creían en una alianza popular para radicalizar la participación popular.
Todo ello, aderezado por el hecho que el desarrollo de la Guerra Mundial, contaba con el aporte energético del petróleo venezolano, lo cual se traducía en una presencia de lo que hoy denominamos los Imperialismos Colectivos (EEUU, Inglaterra, Francia; Alemania) quienes de diversa forma y manera, intentaban tener una marcada influencia en el ritmo y decisiones del Gobierno de Medina Angarita.
La decisión de la burguesía tecnocrática, que direccionaba e impulsaba el Gobierno de Medina Angarita, de propiciar un cambio modernizante de la economía venezolana, sobre el uso de la renta petrolera y el logro de mayores beneficios, colocó rápidamente a su Gobierno, enfrentado con los Imperialismos Colectivos, que veían como una amenaza nacionalista la propuesta (luego concretada en 1943) de una Ley de Hidrocarburos, que imponía nuevas condiciones a los poderosos trust petroleros.
Los avances de la ley de 1943, son la verdadera razón de la conformación, impulso y final aceptación del accionar de la logia UPM, cuyas cabezas visibles venían de los principales centros de formación militar de los Imperialismos Colectivos. Nos referimos al hecho que Marío Vargas, hizo su curso de Estado Mayor en West Point en EEUU, Marcos Pérez Jiménez en Perú, la Escuela Militar de mayor influencia norteamericana en Nuestra América y Carlos Delgado Chalbaud provenía de Francia. Si no fuera suficiente, ha quedado claro como líderes de AD, como Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, viajaron a los EEUU en julio de 1945 y se reúnen en el Departamento de Estado, con altos representantes, entre los que cabe señálar a Nelsón Rockefeller, para entonces Adjunto del Secretario de Estado para Asuntos Interamericanos y socio mayoritario de la Standart Oil (hoy Exxon Mobil).
Los Imperialismos Colectivos, por vía directa o indirecta, siempre terminan actuando contra aquellos gobiernos que amenacen sus intereses. 70 años después, su accionar se vuelve de nuevo contra Venezuela, a través de la acción de Colombia y Guyana.