El Capitalismo conduce a la Humanidad a la extinción sin que nadie la defienda

Por Toby Valderrama y Antonio Aponte

Es comprensible que la especie fragmentada no produzca un pensamiento que la abarque; es comprensible, pero es triste que la única especie que razona no pueda pensar en ella como totalidad sino como individuos, en los egoísmos que la forman.

Es comprensible, porque el capitalismo es la culminación, quizá el final, de una especie que desarrolló el pensamiento hasta los límites de la naturaleza y pudo añadir a su condición biológica su condición social. De esta manera, está sometida a las leyes de la biología y a las leyes sociales; es su condición biológica y, simultáneamente, sus relaciones sociales.

Este animal único, que piensa, razona, sin embargo, no se reconoce como ser biológico ni como ser social. No está en armonía con él mismo, ni con la naturaleza de la que forma parte; no es una especie social, sólo es la suma egoísta de los individuos que la forman; es una noespecie y una nosociedad.

El origen de esta paradoja lo encontramos en lo profundo de la historia, cuando el hombre descubrió la propiedad privada de los medios de producción y los transformó en medios de explotación, de apropiación del trabajo ajeno y de beneficio para fragmentos de la sociedad, individuos o grupos de individuos, y ese "beneficio" de algunos significó la desgracia de todos.

Desde lo profundo de la historia hasta nuestros días, aquel pecado original que nos destruyó como animal social se ha perfeccionado, hoy somos una especie contraria a la naturaleza, forajida, una enfermedad, esta condición viene dada por las relaciones capitalistas, la cima de la aberración que es transformar la producción en explotación.

La historia del homo sapiens ha sido, ya lo dicen los clásicos, la lucha por hacernos especie enfermedad, o por hacernos especie armónica con la naturaleza y con ella misma, esa es la esencia de la lucha de clases, la batalla por la vida, contra la muerte.

La enfermedad de las relaciones egoístas produce su propia justificación: se disfraza de naturaleza, ayudada por la escuela, la religión que forma sumisos, a lo sumo rebeldes de lo inocuo, por poderosos medios de manipulación del alma colectiva que siembran los valores propios del pecado original, el egoísmo, el lucro por encima de cualquier otra consideración, lo material aplastando lo espiritual que se ha convertido también en mercancía. Así, la enfermedad consigue que se considere natural que se talen bosques, se contaminen mares, se pudra la atmósfera, los hombres cada día sean menos humanos y más máquinas de consumo desaforado y producción para alimentar la locura. La marcha hacia la extinción sigue. Y de años en años se oyen las voces hipócritas que se reúnen en la onu en concilios inútiles a vociferar para garantizar que la causa de los males, de la enfermedad, el capitalismo, permanezca oculto. Acuerdan muchos objetivos para ocultar el único importante: la superación del capitalismo.

La situación de la especie en el planeta es muy grave, el peligro de extinción crece cada minuto, en los últimos treinta años el capitalismo avanza sin nadie ni nada que lo detenga, sus mecanismos de defensa funcionan con alta eficacia, fueron capaces de arrollar a la Unión Soviética que pudo derrotar al nazismo, pero sucumbió inerme frente a las "armas melladas" del capitalismo, al egoísmo. Hoy, pocos y agónicos muros de contención quedan en el mundo.

Es así, el mandato que nos dejó el Comandante, construir el Socialismo, nos transciende como nación. Ahora, más que nunca, "Patria es Humanidad". El reto llama a la grandeza de los dirigentes, éstos tendrán la grandeza de las metas que propongan al pueblo y tendrán la textura ética de la honestidad de esas propuestas.

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Toby Valderrama


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