Desde el golpe de Estado contra Simón Bolívar en 1.830, los jerarcas militares venezolanos acostumbraron poner la institución a favor de los vencedores de diferentes conspiraciones, así sucedió desde aquella fecha hasta que el 12 y 13 de abril de 2.002 el pueblo unido se lanzó a las calles reclamando de manera firme y convincente la presencia de su presidente que había sido secuestrado y depuesto, y con arrojo y pasión se congregó frente a los cuarteles; aquellas manifestaciones, inéditas en el país, fueron tan gigantescas, cívicas y demostraron tal resolución, que algunos jefes de esas instalaciones no tuvieron más remedio que apoyar tales protestas y acordar reponer en su cargo al primer magistrado, electo democráticamente por una amplia mayoría de votos en dos oportunidades. Esta actitud valiente del bravo pueblo venezolano no deja duda alguna de haber logrado una reacción atípica en la Fuerza Armada y con ella se consigue la inmediata salida del usurpador golpista Dr. Pedro Carmona Estanga, que de no haber sido por esa jornada invencible, seguro hubiera consolidado su gobierno para luego transferirlo al funesto régimen puntofijista.
Recordemos los varios golpes de Estado triunfantes ocurridos en el siglo XX y observemos como es cierto que las Fuerzas Armadas Nacionales de entonces siempre se sumó a esos golpistas. Comencemos con el desplazado Presidente de la República general Cipriano Castro, sigamos con el derrocamiento del general Isaías Medina Angarita, continuemos con la caída del escritor Rómulo Gallegos y finalicemos con el derrumbamiento del general Marcos Pérez Jiménez.
El gobierno de Cipriano Castro fue de tendencia nacionalista, su patriotismo lo hizo enfrentarse a las grandes potencias de la época y por ello se produce el bloqueo militar de las costas venezolanas, en él intervienen los ingleses, alemanes, franceses e italianos, el pretexto, cobrar unos supuestos daños a sus nacionales por las muchas guerras internas en el país; de aquella arbitrariedad nos quedó las celebres palabras del general Castro “La planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la patria”. En 1.908 el general Juan Vicente Gómez suple arteramente en la presidencia al compadre, general Castro, aprovechando su viaje al extranjero con motivo del tratamiento de una grave dolencia; los militares apoyan esa traidora acción y obedecen ciegamente al dictador durante 27 años.
El general Isaías Medina Angarita es designado Presidente de la República en 1.941, su gobierno fue extraordinariamente democrático, concede amplia libertad de prensa, se transforma el Estado, se promulga diferentes leyes sociales y se crea varios entes oficiales cónsonos con la modernidad del momento, sin embargo este excelente y democrático gobierno se viene abajo con la asonada del 18 de octubre de 1.945; los militares sumados al golpe van a conformar parte de una Junta Revolucionaria de Gobierno. Por medio del voto popular es elegido el 14 de diciembre de 1.947 el candidato presidencial de Acción Democrática, Rómulo Gallegos, quien es derrocado el 24 de noviembre del siguiente año por los mismos militares que tumbaron a Medina; se instala una Junta Militar de Gobierno y es acusado el partido adeco de haber alentado grandes atrocidades entre la población civil.
Por último, el Presidente de la República general Marcos Pérez Jiménez es derribado el 23 de enero de 1.958 y enseguida se constituye una Junta de Gobierno integrada por varios militares; luego, en 1.959, comienza el nefasto régimen del puntofijismo el cual es exterminado en forma electoral en 1.998. En conclusión, hay que darse perfecta cuenta de lo poderoso que es un pueblo unido y que solo él puede hacer cosas que parecen imposibles; así lo reconoce Simón Bolívar cuando señala: “LA UNIDAD LO HACE TODO Y, POR LO MISMO, DEBEMOS CONSERVAR ESTE PRECIOSO PRINCIPIO”