Leí con mucho interés la misiva “Misión Cumplida” enviada por Fermín Toro al presidente Chávez, en la cual detalla la muy seria labor realizada por nuestra representación en la Organización de las Naciones Unidas, durante todo el período que le tocó dirigirla. En ella, el ex-embajador hace un relato claro, preciso y muy profesional, sobre la situación en que se encontraba la misión venezolana y las actividades que realizaba a su llegada, para luego explicar con la misma sobriedad las actividades realizadas para recuperar la presencia de la Misión Venezolana en la ONU, pero, sobretodo, para adaptar sus actividades y acciones con la política del gobierno nacional, hasta ese momento completamente disociadas.
Para julio de 2004, la Misión estaba totalmente a la deriva, acéfala y en manos de funcionarios que ejecutaban acciones de las políticas anteriores a las de la revolución bolivariana. La presencia venezolana en la ONU era inexistente y sus acciones seguían los lineamientos estadounidenses, de la unión europea y del Estado de Israel. Así, no se había efectuado la condena de la invasión a Irak ni denunciado todas sus secuelas, caracterizadas por la masacre de cientos de miles de seres humanos, la expoliación de sus recursos naturales y la desintegración total del país, y se apoyaba la llamada “globalización con rostro amable”, invento de las transnacionales para países capitalistas vergonzantes.
Se actuaba contra los intereses del grupo de los países no alineados y se le hacía coro a Estados Unidos en la condena de naciones como Irán, Cuba, Siria, Sudán, Belarus, República Democrática del Congo, Myanmar, Zimbabwe y Turkmenistán. Además, no se enfrentaban diplomáticamente las acciones israelíes contra el pueblo palestino, no se trabajaba por el desarme total en el ámbito mundial, se actuaba en el grupo de Río en todo de acuerdo con los intereses imperiales y se aceptó que el financiamiento de los países subdesarrollados para alcanzar los retos del milenio quedara en manos del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. En síntesis, se trataba de una actitud “neocolonial de sumisión y alineamiento con EEUU y la Unión Europea”, que requería una rectificación de ciento ochenta grados.
A los seis meses de trabajo intenso, consecuente y eficiente del equipo dirigido por Fermín Toro, el cambio rectificador era ya un hecho cumplido. Se comenzó a condenar la intervención en Irak, el exterminio iraquí y la devastación del país por EEUU y sus aliados; se dejó clara nuestra condena a la “globalización” neoliberal y se denunció la globalización con rostro amable como un engaño del imperio y las transnacionales. En el movimiento de los países no alineados se dio un vuelco total, pues se expresó nuestra solidaridad con todos los países mencionados anteriormente y se pasó a votar al lado de los mismos enfrentando las solicitudes norteamericanas de condena. Otro tanto se hizo en el grupo de Río, “a riesgo de quedar solos”, donde se enfrentó cualquier proyecto de declaración que favoreciera la política de globalización.
Se comenzó “un giro a favor del pueblo palestino”, mediante el patrocinio de resoluciones claras en defensa del mismo, resoluciones no apoyadas en el pasado; pasamos a condenar la amenaza de las nuevas armas nucleares tácticas, que el gobierno imperialista estadounidense y sus aliados preparan contra los pueblos subdesarrollados de mundo, y se hizo gravitar la posición venezolana sobre la necesidad del desarme total. Se denunció como un gran engaño los mecanismos financieros aprobados, para que los países atrasados alcanzaran las metas del milenio, pues las condiciones exigidas para el financiamiento hacen, en la práctica, imposible el acceso al financiamiento. Se ha venido enfrentando el Proyecto de Reforma de las Naciones Unidas, que contiene serios peligros para la autodeterminación de los pueblos. Por último, se dio apoyo a los viceministros para Asia y África, cuyas funciones se ven dificultadas por la inexistencia de relaciones con muchos países de estos continentes.
El observador más inexperto considerará esta misiva-informe como una clara expresión de la calidad alcanzada por nuestra delegación y la calidad humana y profesional de nuestro embajador Fermín Toro, quien logró hacer que nuestra política exterior fuera la de un país verdaderamente no alineado, soberano e independiente. Se trata de uno de esos héroes poco conocidos de la revolución, quien como premio es substituido por un Arias Cárdenas, sin haber podido siquiera rendirle cuentas a su representado directo, el Jefe del Estado, tal y como era su deseo según lo expresado al final de la misiva. Lamentablemente, la participación protagónica del pueblo fue obviada nuevamente en la toma de esta decisión.