No había empezado formalmente la campaña electoral parlamentaria y ya la ultra derecha tenía un rato largo encampañada pero no para propiciar la promoción de sus desconocidos candidatos a diputados sino todo lo contrario, para atacar de la manera más furibunda, en primer lugar al árbitro, el CNE, objetivo estratégico a desprestigiar y destruir por parte de la ultra derecha fascista. En segundo lugar el ataque malsano, pérfido contra el gobierno revolucionario, con argumentos truculentos como aquel de que el gobierno genera violencia cuando ha sido todo lo contrario, allí están 6 meses de violencia guarimbera con sus 43 asesinados y más de ochocientos heridos y mutilados. La guerra sucia con todos sus ingredientes. Lo otro es un artificio, especie de traba lengua con el no reconocimiento de los resultados electorales, excusa con la que pretenden ocultar la debilidad electoral, es decir, que, para variar, están perdiendo en el apoyo electoral y van a salir derrotados.
Pero llama la atención el hecho de que no están haciendo campaña, además de que van divididos, ¿a qué se debe eso?
Muy sencillo. Hacen el apatuque de participar en las elecciones, juegan la carta democrática y de la legalidad mientras preparan la conspiración, el golpe de Estado y la guerra civil. Eso explica su conducta vitriólicamente agresiva contra la Revolución y el pueblo a quién le dan reiteradas muestras de desprecio.
Pero esta vez la conspiración tiene otras características que no se deben pasar por alto por su magnitud y carácter mundial y donde el imperialismo norteamericano, el gobierno de Obama y sus aliados de España, Colombia, Israel se están aplicando a fondo con el injerencismo más descarado y cínico en las políticas y asuntos venezolanos.
Hay un ataque sinérgico donde, por ejemplo, el derechista presidente colombiano Santos opina sobre nuestro proceso electoral. Repite el papel que le fue asignado en aquella conspiración. Cuando todos conocen que el sistema electoral colombiano es uno de los más deficientes del mundo, donde se compran y se venden votos, donde el paramilitarismo impone diputados y senadores, viene Santos a entrepitear en las votaciones venezolanas caracterizadas por su pulcritud, si deben ser vigiladas por observadores "imparciales" o jueces del exterior. Los eurodiputados de derecha arremeten, igual el Club de los Pilluelos, donde los desprestigiados expresidentes financiados por la CIA dedican especial atención a atacar a Venezuela y su Revolución Bolivariana.
En ese ataque tercea el flamante secretario general de la decrépita OEA, Luis Almagro Lemes, quién cumpliendo el papel que le fue asignado por sus amos imperiales le envió a la Presidenta del CNE, Tibisai Lucena una extensa, irrespetuosa e injerencista carta llena de falsedades que va mucho más allá de sus atribuciones legales. Pero eso poco le importante a ese personaje que forma parte del complot contra Venezuela y se mueve cual marioneta.
Pero si esos son hechos graves y demostrativos no sólo de la injerencia en los asuntos soberanos de Venezuela, las amenazas militares como las hechas por el jefe del Comando Sur, la incursión de un avión espía norteamericano en territorio venezolano, la amenazante cercanía de un portamuerte atómico norteamericano a las aguas territoriales venezolanas, sobre todo en el día de las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, sin dudas configuran todo un preocupante cuadro pregolpista.
La guerra económica encabezada por Lorenzo Mendoza y su monopolio alimenticio Empresas Polar; la guerra psicológica y las más truculentas mentiras, el contrabando del 60% de alimentos y productos de primera necesidad hacia Colombia e islas del Caribe; el infame bachaqueo donde lumpens y desclasados se convierten en mercenarios para robar al pueblo; la campaña de rumores y guerra sucia impulsada por J J Rendón, la descomunal y desproporcionada campaña mediática internacional contra Venezuela; la participación del FMI en el proceso subversivo, sirviéndole el mercenario Haussman de lazarillo.
De todo eso se desprende, ante la virtual inactividad o bajísimo perfil de la derecha fascista en el proceso y campaña electoral, que su opción, su salida no es democrática. Tanto anuncio que cantarán fraude el 6 en la noche cuando se conozcan los resultados, tantos ataques al CNE y a la compatriota Tibisay Lucena contra quién centran los más inhumanos y viles ataques buscando su derrumbe psicológico; tanto reconocer que no van a ganar, pone al desnudo el juego.
¿Puede la ultra derecha desatar una guerra civil, crear un estado de conmoción tal que se altere la paz de la República? ¿Tienen fuerzas paramilitares suficientes, después de la enorme derrota política y militar de las guarimbas de 2014, para llamar a una insurrección desconociendo su derrota electoral?
A no ser que los yanquis del Comando Sur, con su naves como el Portamuerte atómico que ese día estará frente a nuestras costas, las 7 bases en Colombia y las de Curazao, todas en estado de alerta máximo, estén preparadas para darle un apoyo a las "fuerzas" del fascismo criollo que presuntamente llamaría a la guerra civil y atacaría. De darse una intentona subversiva ésta tendría que concentrarse en ciudades como Caracas o Maracaibo, la naturaleza de las elecciones por circuito donde ellos ganarán algunos de éstos, eso obviamente los limitaría y anularía su estrategia. El error está en no admitir que las elecciones no son nacionales sino locales, imposible el plebiscito como ocurrió en las elecciones municipales. Ese sólo hecho anula la estrategia golpista.
Pero obviamente, hay que prepararse para la violencia de esos grupos enloquecidos por el odio y la desesperación norteamericana por ponerle las manos al petróleo venezolano. Desplegar las fuerzas del pueblo, del Ejército, de la Milicia Popular; Rondón/Pueblo debe estar preparado para entrar en acción si las circunstancias lo ameritan, si los locos se desatan. Más que armas hay que tener unos cuantos cientos de camisas de fuerza.