Si usted quiere ver a un escuálido perder su compostura y entrar en convulsiones de disociación psicótica coméntele algo, como quien no quiere la cosa, sobre los 19 capítulos de "Corazón Llanero" florecidos por toda Venezuela o sobre algún concierto espectacular de "Suena Caracas". No hay nada más doloroso para un escuálido en estos momentos que comprobar la cara de alegría de nuestro pueblo, de jóvenes, adultos y niños, de hombres y mujeres a lo largo de todo el territorio nacional y aquí en la capital, en sus propias narices. La felicidad de la gente sencilla los saca de quicio porque lo que desean es que todo el mundo sienta amargura, sufrimiento, aflicción, pesar, pesadumbre, angustia y sinsabor.
Ellos, los escuálidos, estarían felices si por estos días, ni Dios lo quiera, Venezuela sufriera un desastre natural que enlutara al país o cualquier otro evento capaz de producir miedo y terror para que el llanto y la tristeza nos envolviera en vez del entusiasmo y el ánimo que nos producen los músicos, artistas y cantantes en las tarimas y teatros de la revolución. Ya en una oportunidad enarbolaron el color negro como símbolo de su espíritu mortuorio pero aunque no lo sigan usando, porque no les dio resultado, conservan el mismo sentimiento contrario a la dicha, lo jovial, lo gozoso, lo radiante y alborozado.
En el fondo viven una gran tragedia que no se la deseamos a nadie producto de una tremenda contradicción propia de las desventuras del imperialismo y el capitalismo. Éstos crearon el ISIS y ahora ellos mismos reciben la maldición de su propia medicina en Europa. Aquí en Venezuela crearon la guerra económica para desestabilizar al gobierno bolivariano y ellos mismos, porque también son lugareños, sufren las consecuencias del desabastecimiento y la inflación creada por su estrategia antichavista. Igual pasaría si nos invadiera el imperialismo no serían sólo los chavistas las víctimas del horror guerrerista. El descontento de los escuálidos es algo muy particular porque aunque quieran echarle la culpa al gobierno ellos saben que los responsables del desabastecimiento y la inflación son su burguesía importadora, sus comerciantes y empresarios copartidarios y su adorado imperialismo.
Nadie puede estar conforme con el descontento pero los chavistas lo transformamos en digna resistencia y apoyamos los esfuerzos del gobierno en combatir sus causas, por eso no nos echamos a morir y tenemos la convicción de poder superar esta situación creada por la derecha que se auto flagela con la guerra económica como lo hizo con su guarimba y su huelga petrolera. Por eso podemos divertirnos y ser felices cuando la vida nos lo permite en estos momentos gratos de "Corazón Llanero" y "Suena Caracas" que atormenta y mortifica a los escuálidos.
En días pasados mi esposa y yo hicimos la cola en el Teatro Teresa Carreño para comprar las entradas al concierto Fórmula Gaitera con Rincón Morales, Gran Coquivacoa y Guaco en el Poliedro por la solidaria cantidad de BsF 200. Los únicos adultos mayores éramos nosotros, por lo menos eso fue lo que pudimos ver, en la enorme cola por varias horas porque las entradas se comenzaron a vender tardíamente por problemas en el sistema. Nos llamó poderosamente la atención la actitud positiva de los jóvenes en la cola. Si de algo sabemos mi esposa y yo, por nuestra profesión de profesores, es del comportamiento grupal de los muchachos. Allí había de todo lo que se le puede exigir a una buena formación educativa, pero no sólo eso, también había alegría, felicidad y esperanza. Cuando uno presencia esas cosas el corazón se llena de complacencia y satisfacción porque se vuelve a constatar que vivimos en revolución aunque haya tanta mezquindad y odio contra los deseos de un pueblo por conquistar su liberación.