Hay que preservar a la izquierda en el poder como sea

La izquierda no puede ser más papista que el papa y seguir creyendo en la democracia burguesa más que la derecha. La oligarquía y el imperialismo defienden a capa y espada las reglas de juego electorales del sistema sólo cuando les conviene, les importan un pepino la Constitución y las Leyes al menos que éstas estén bajo su control hegemónico. La historia universal y la propia nos lo enseñan. La izquierda llegó al poder por primera vez en Venezuela hace 17 años y si se nos va de las manos, por nuestros errores y la trampa capitalista, no nos van a dar una segunda oportunidad. Que lo diga la izquierda de la República española o la chilena. Las elecciones burguesas no son el desiderátum, la maravilla de las maravillas ni la utopía. Son sólo la fórmula política perfecta del liberalismo para la reproducción del estado burgués.

Desde el Cuartel de la Montaña, el 4 de Febrero de 1992, el Comandante hubiera querido tener la fuerza militar, popular e institucional con la cual cuentan ahora sus herederos para haber podido llegar triunfante a Miraflores en aquel amanecer luminoso. Con la fuerza de ahora aquella rebelión militar hubiera roto el hilo constitucional y hecho añicos las cadenas impuestas por la democracia burguesa y el imperialismo. No se pudo entonces porque sólo existían las condiciones subjetivas de amor patriótico y disposición para correr todos los riesgos en pro de la victoria pero hoy, 24 años después, cuando sí están dadas las condiciones objetivas con suficiente pueblo y FANB para el asalto al cielo, hace falta de nuevo la espiritualidad, el desprendimiento y la osadía de aquella pasión emancipadora. Pasar de la lucha institucional a la revolucionaria por el látigo de la contrarrevolución o a la inversa forma parte de la dialéctica de la historia. No se puede ser dogmático sino abierto al poder creador de la revolución.

Que la izquierda electoral, pacífica y amoldable a la democracia burguesa llegue al poder y lo pierda, por tiros o por votos, ya no es ninguna novedad histórica. Lo inédito y heterodoxo sería que se mantuviera en el poder por la vía pacífica, pero no desarmada, para dar paso a formas más elevadas de participación democrática sin los vicios del capitalismo. Esta opción se puede perder si los dirigentes se dejan seducir por los cantos de sirena de una posible perfectibilidad de la democracia burguesa, de sus instituciones y del capitalismo. Si hay convicciones revolucionarias profundas se tomará el camino correcto de la revolución. Al fin y al cabo la ruptura con la democracia burguesa para dar paso al socialismo no es más que acercarse al ideal bolivariano del gobierno más perfecto.

Me sugieren que escriba izquierda entre comillas, esta consideración es aceptable pero prefiero, sin mucha rigurosidad ideológica, meter dentro del concepto de izquierda desde marxistas hasta socialdemócratas y reformistas para caracterizar a este gobierno de izquierda donde también está presente la derecha con la corriente económica neoliberal. Por ejemplo en el gabinete económico recién nombrado hay dos marxistas, Luís Salas y Jesús Faría quienes desempeñan cargos sin peso decisivo a diferencia de Rodolfo Medina Ríos, Ministro de Finanzas quien sí lo tiene pero es un economista neoliberal y mano derecha de su predecesor Marcos Torres. El empresario chavista Miguel Pérez Abad, cuya designación fue saludada por Fedecámaras, también fue incluido en el equipo. Esta es la orientación ideológica, conceptualmente mixta, del nuevo gabinete económico. ¿Podrá el Plan de Emergencia Económico acabar con las colas en los próximos cuatro meses? Ojalá fuera así para que Nicolás Maduro saliera a flote.

La oposición podría ahora, sin necesidad de atajos aventureros, en la más pura ortodoxia constitucional apelar a los mecanismos legales para continuar acorralando a la izquierda hasta desalojarla del poder. El gobierno cuenta con todo para defenderse menos con los votos. Ahí está el meollo del problema. ¿Entonces dónde está el centro de la lucha? ¿Cuál es su contenido ideológico? ¿Qué se espera lograr? ¿Hacia dónde vamos? ¿Estamos en el camino del socialismo y la revolución? ¿Son los pueblos el combustible de la máquina de la historia? ¿Se dejarán perder los avances conquistados? ¿Se abandonarán las metas propuestas en el Plan de la Patria? ¿A dónde va a parar todo esto?

La geopolítica se convierte de nuevo en el filo de la controversia contra la paz y la liberación nacional. No debería dejarse al poderío de los EEUU volver a subyugar la soberanía nacional y a decidir el destino de la patria como lo hizo durante la IV República con el Pacto de Punto Fijo hasta convertirnos otra vez en un país neocolonizado. La libertad y la independencia logradas por Bolívar en el siglo XIX y por Chávez en el siglo XXI son las conquistas estratégicas que están en juego por la dinámica perversa de la democracia burguesa. Estas son algunas de las consideraciones teóricas que deberían ponerse sobre el tapete para la discusión de los dirigentes con el pueblo y los soldados de la revolución bolivariana.

Según la democracia burguesa las posibilidades de sacar más votos para que Maduro continúe en el gobierno son directamente proporcionales al abastecimiento de alimentos e inversamente proporcionales a la inflación que son variables controladas por el capitalismo. Esas son realidades insoslayables, no son "representaciones" sacadas de la manga de un prestidigitador.



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Sergio Briceño García

Profesor Universitario de Filosofía de la Educación Jubilado de la UPEL. Autor del Poemario "Porque me da la gana" y de la obra educativa "Utopía Pedagógica del Tercer Milenio". Ex Director Ejecutivo de la Casa de Nuestra América José Martí.

 sergiobricenog@yahoo.com

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