Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
Después de la derrota del 6 de diciembre parecía que había llegado el fin, no fue así. Al contrario, se cumplió el axioma de que "la Revolución siempre tiene posibilidades". La difícil situación derivada de la derrota, pero también los errores estratégicos del gobierno, crea una crisis que nos coloca en el dilema final: "Socialismo o barbarie". Es así, o vamos al Socialismo o viene una dictadura en sus diferentes modalidades encargada de aplicar la doctrina de shock que aplastaría los ánimos rebeldes de los humildes, asentaría sobre bases de docilidad la dominación burguesa.
La posibilidad revolucionaria depende de volver al Chavismo más puro, al que nace en la insurgencia y la valentía política del 4 de Febrero y rompe con la legalidad burguesa instaurando en la práctica una nueva legalidad sustentada en la unidad cívico-militar, en aquella avanzada de los humildes. Fue un acto de valentía, no fue fácil romper con lo que parecía natural, imperecedero, inamovible. Fracturar la costumbre requería un pensamiento que rompiendo las amarras psicológicas se proyectara al futuro. Fue un acto comparable a la ruptura de 1810, lleno de las mismas dudas y la misma convicción de aquella gesta.
La Revolución pacífica transita por una fase socialdemócrata, pero no se paraliza en ella, necesariamente debe superarla, es una fase de acumulación de conciencia particularmente difícil que ocurre en terreno enemigo, con sus reglas, sus costumbres, su ética. Estos ensayos de Revolución pacífica han fallado por deficiente acumulación de conciencia revolucionaria en la masa y, principalmente, en la dirección, lo que debilita al proceso y trae como consecuencia el zarpazo de la derecha externa.
El esquema se repite en la Revolución Chavista. La acumulación de conciencia revolucionaria tenía altos niveles debido a la fuerza del liderazgo del Comandante, pero cuando el capitalismo lo asesina, luego del magnicidio biológico, la conciencia revolucionaria se resiente y la Revolución se debilita. Las elecciones del 6 de diciembre son evidencia de este fenómeno.
Ahora la derecha interna pasa a la fase de barrer con el Chavismo, de tumbar al gobierno del Presidente Maduro, usan el pretexto de la renuncia, que no sería una renuncia del Presidente sino una renuncia del Chavismo. Se engañan los de este lado que piden renuncia y piensan que en las próximas elecciones contabilizarán votos chavistas; no es así: la renuncia del Presidente sería la firma de una capitulación desastrosa.
Y aquí llegamos a la oportunidad del Presidente Maduro. Ya dijimos que el dilema era "Socialismo o barbarie", de allí se desprende el dilema del Presidente Maduro. Una opción es seguir en territorio de la democracia burguesa y así abrir camino a la barbarie de la dictadura capitalista; permanecer en la democracia burguesa incluye renunciar o seguir dando tumbos con un gobierno agónico que caerá en la primera emboscada de la derecha, en la enmienda, el referéndum o cualquier otra pillería que se les ocurra.
La otra opción es Rectificar, que siempre es posible. Ir al rescate de la queribilidad, de la credibilidad, reconstruir la pasión popular devolviéndoles a los humildes razones sagradas por las cuales luchar. Volver al Socialismo, volver a Chávez, al Plan de la Patria original. Dar muestras de propósito de enmienda, medidas de ahorro, de austeridad que acompañen el sufrimiento del pueblo. Ese rescate de la conexión amorosa debe ir acompañado de acciones claras de organización de la masa, elevación del nivel de conciencia, rescate de la coherencia; no es posible que hablemos de una guerra económica y llamemos a los capitalistas, agentes de esta guerra, para que nos diseñen la economía. Es necesaria una profunda autocrítica, ayer nomás decía el gobierno que no iba a pasar nada, no se preparó a la masa para la emergencia, y aún hoy se sigue aplicando el esquema mercenario, comprando afectos.
Esta es la gran oportunidad del Presidente Maduro: o se entrega inerme en las garras de la derecha interna y externa y abre las puertas a la restauración capitalista, o se yergue como el paladín del Socialismo, riesgo que vale la pena correr. O la historia lo registrará como un Presidente que en cualquier caso señaló el camino de la redención de la humanidad, que marcó profunda la huella del Socialismo y en ese empeño se jugó la vida, digno heredero del Gigante Chávez; o lo reseñará como un lusinchi más o un lucio cualquiera de un país
cualquiera.