Contra el "Fuherprinzip"

Caudillo en alemán se dice "Fuhrer". El principio del caudillaje (Fuhrerprinzip) fue un principio de organización del Partido y el Estado nazi, según el cual la unidad sagrada del pueblo se corresponde con la del estado, la Patria o imperio (el "Reich"), y ésta, a su vez, con la unicidad de la persona del gran jefe, el caudillo, el Fuhrer Adolf Hitler. Como la unidad del pueblo, el estado y la Patria se expresaba en la persona del Fuhrer, a él personalmente había que jurar lealtad absoluta, la disposición a morir por él, a obedecer Su Voluntad en toda situación. El lema nazi era "Un Pueblo, Una Patria, un fuhrer".

Aplicado a las demás instituciones, por ejemplo a las universidades, ello se expresaba en que el Rector concentraba, simbolizaba, resumía en su persona la unidad de la casa de estudio, por eso él, y sólo él, personalmente, debía concentrar todas las decisiones, todo el poder, para garantizar esa unanimidad, esa unidad orgánica, necesaria para garantizar la pureza del Pueblo, de la Patria, del Reich, y, finalmente, del Fuhrer.

Esto suena demencial, y lo es. Pero si observamos con más detenimiento, no es más que el caudillismo hablando alemán, con toda la carga de la cultura alemana. Esto es: su puntualidad y disciplina rigurosa; su filosofía complicada y pesada; su poesía romántica, apasionada; su idioma rudo y complicado. Es decir, la diferencia con el caudillismo nuestro, latinoamericano, venezolano, tiene que ver más con las formas, con la carga de Hegel y Heideger; que con lo esencial.

Lo esencial es el "principio del caudillaje". La idea de que un solo hombre puede representar, esencialmente, al pueblo, a un Partido, a un proceso político, a una revolución, etc. y, por tanto, la lealtad debe ser personal, referida exclusivamente a la persona solitaria de EL.

Se podrá decir: nada que ver con este bochinche que somos. Aquí las lealtades, ciertamente, son personales, pero sin pasar por la consideración de una patria, una revolución, ni siquiera una ideología. Las lealtades, se diría, se basan en la amistad, no en el sometimiento. Los venezolanos, los latinoamericanos, somos indisciplinados porque no sufrimos los procesos de disciplinamiento que tuvo que pasar el pueblo alemán y el europeo en general. El capitalismo sometió a la población a su disciplina durante varios siglos, mediante mecanismos tan duros como los que describe Foucault. Torturas, vida monacal en las fábricas del siglo XVIII, jornadas extenuantes, vigilancia y control sobre todos los movimientos del cuerpo, etc. Además, los alemanes no tuvieron su revolución liberal como los franceses e ingleses, sino la muy lamentable y tardía República de Weimar. Siempre fueron despóticos. Tal vez. Pero…

Sigue dándome la impresión de que el Fuhrerprinzip nazi, aunque muy alemán, puede tener (y de hecho ha tenido) su versión latinoamericana, venezolana. O al revés: el Fuhrereprinzip es una versión alemana de nuestro muy criollo caudillismo.

Caudillos fueron Boves, Páez, Mariño, Arismendi. Incluso el propio Bolívar tuvo sus arrestos de caudillo, de jefe de jefes. No tenía otra. Como bien lo describe novelescamente Herrera Luque, aquellos caudillos llaneros, orientales, andinos, etc. estaban enraizados en sus regiones; no tenían la visión de conjunto de la Patria venezolana. Sólo Bolívar la tenía. Apenas esa visión se hizo demasiado amplia, utópica, lejana, para ellos, que sólo veían el terruño, el llano, la selva, la playa y la isla, se hizo insoportable el sometimiento a un hombre, que había asumido la dictadura en 1828 en alianza con lo más reaccionario de la sociedad de la Nueva Granada, para continuar una guerra en aquella extensión inmensa, incluso desconocida, extraña, y decidieron violentar el papel de segundones, y decidieron hacerse caudillos, lo que ya eran: los hombres que concentran en sí, personalmente, la esencia de la Patria, en este caso, de su Patria pequeña. La Gran Colombia estalló. Fracasó.

¿Puede solamente el fuhrerprinzip resolver esta compleja situación histórica, reduciéndolo todo a un problema de lealtad personal con el gran Jefe? ¿Puede explicarse un fracaso histórico únicamente a algunas "traiciones"? Además ¿puede el Gran Jefe transferir todo su poderío, su representatividad, las lealtades personales de tanta gente, a otro hombre así no más? ¿Puede la lealtad personal al Caudillo resumir la significación histórica de un gran proyecto político?

Creo que hay mucho de fuhrerprinzip en esa tendencia a concentrar en un solo hombre el mando y la representación de la revolución, el estado, el gobierno, el partido, la ideología, los conceptos. Un proyecto socialista no puede reducirse a la lealtad personal con algún dirigente.



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Jesús Puerta


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