Basta con haber nacido o por lo menos vivido unos cuantos años en este país, para tener una idea de la riqueza de la cuentística venezolana. La riqueza reconocida por la literatura oficial, aquella de los pueblos originarios y que enlaza con quienes de diferentes destinos, razones, motivaciones, como traídos a la fuerza misma, llegaron luego a esta parte del mundo, es invalorable. Comenzamos con aquellos cronistas que hasta inventaron el cuento que los jefes de pequeños grupos o tribus eran reyes. De gigantes desnudos y caminos no empedrados o cubiertos de gamelote – lo que tiene que ver con la cuentística – sino de pepitas de oro y perlas que se sacaban en la orilla de la playa.
Desde mediados del siglo veinte, cuando el petróleo brotó de la madre tierra y produjo una riqueza casi inconmensurable entonces, con el trabajo de pocos, se dice en el lenguaje oficial, que empezamos a vivir de la renta petrolera. Pero también del cuento; forma que va más allá del formalismo literario y abunda, mucho más que el petróleo en la tradición oral y en los cuentos que cada quien, en cada rincón se inventa para engatusar a otro. Porque esa inventiva del nacional tiene que ver con aquella casi inmortal, poética frase, "cada segundo sale a la calle un pendejo y quien le agarra es de él". Nosotros casi todos, los venezolanos, quienes nos la hemos pasado dándonosla de vivos, echándonos ese cuento y de paso creyéndolo, hemos sido simples pendejos del capital internacional y unos pocos vivos que a ellos se plegaron y sirvieron.
El cuento, ese oral y se expresa por la conducta y las relaciones entre la gente, sirvió para eso que se llama burguesía parasitaria, por el cuento del rentismo petrolero, se llenase de real, atesorase con el más mínimo esfuerzo, inventándose de paso cuentos para crearse una fama diferente – hasta ladrones de pacotilla se cubrieron de linaje - y apretujó en las ciudades a miles de inocentes pero muchos, bastantes, que asistieron a la fiesta para vivir del cuento.
Los vivos, le echaron el cuento a los pendejos que el rentismo petrolero, extraído y vendido al exterior el hidrocarburo por empresas extranjeras a ellas mismas en primer término, les haría felices y hasta ricos. ¡Vivirían sin trabajar! Nos creímos el cuento. Nos fuimos todos para Caracas a vivir en la "Sucursal del Cielo", donde todo era como aquel "País de la Cucaña" o isla de Jauja, donde bastaba con desear las cosas para que estas apareciesen y extender las manos para tomarlas.
Nos planteamos luego el cuento que la simple nacionalización del hidrocarburo sería la garantía de alcanzar aquel bienestar prometido y escatimado. Gastamos fuerzas en alcanzar aquello que bien se justificaba pero los vivos, quienes no comen cuentos, lograron mantener las mismas ventajas de antes; es decir, el cuento nos lo contaron de una manera y al poner las cosas en su sitio, la vida le dio otra versión. Mientras tanto, ha había nacido, ya hace ahora ochenta y ocho (88) años, el cuento de romper con el rentismo petrolero. La nacionalización y la idea de romper con el rentismo petrolero, tomando en cuenta la primera, favorecían la implementación de lo segundo, nos diseñaron o construyeron un cuento bello y realizable. ¡Algo como para salir del cuento!
En todo ese tiempo, antes y después de la nacionalización, muchos técnicos nos echaron otro cuento que la ruptura con el rentismo podría venir a través del desarrollo de la industria petroquímica -¡tanto que leí de aquel reclamo en figuras para uno respetables como Domingo Alberto Rangel! -; no obstante, para tristeza de uno, lector, contador y escucha de cuentos, sin parar en cuentos, he leído de Jorge Giordani, una frase que me dejó boca abierta y como si de repente, toda la fantasía hubiese muerto en mí. Habló Giordani del "continuo fracaso de la petroquímica". Es decir, por ahora, el petróleo no puede seguir la base de nuestro sueño y la industria petroquímica fue un sueño o cuento que murió al nacer. Aquel viejo y entusiasmado cuento, según el cual, podríamos a partir del hidrocarburo vender valor agregado en una infinita gama productos, asuntos para los cuales nos dijeron teníamos ventajas comparativas, también terminó en una historia o cuento sin fundamento y demasiado fantasioso.
Es un cuento, decir chino es un lugar común, pues basta admitir que es nuestro, que la derecha tiene como enderezar esto para que todos podamos, aunque tengamos que trabajar, sin vivir de la trampa y mendicidad en todas sus gamas. La verdad es que lo que busca es que un pequeño grupo, nacional e internacional, acumule con más avaricia y violencia a cambio de la expansión de la miseria. "Palo y pa` el cuartel", volverían del pasado, no como de un cuento, sino la verdad verdadera. Sólo basta echar una ligera mirada al Chile de Allende y la Argentina donde ahora gobierna un neoliberal como Macri.
Pero enfatizar en romper con el rentismo, como pareciera proponérselo ahora el gobierno, no es malo ni un cuento de camino. Eso está bien, hay que repetirlo y hacer que tome fuerza y como dijo alguien se vuelva herramienta en el combate. Lo qué uno duda y le ve visos de viejo cuento de camino o velorio, es que después de varios años haciendo lo contrario o transitando en contrario, hayamos "descubierto" un camino que está en todos los planos y en los libros de la escuela primaria. Es más, era eso lo que se proponía Chávez. Lean sus primeros discursos.
Está bien eso de la agricultura urbana. Pero le veo como un cuento que contradice la vieja idea de romper con el rentismo. ¿Si poseemos tantas tierras y de enorme calidad, agua todavía abundante, pese el fenómeno del niño, abundante mano de obra, si no ociosa, en actividades nada productivas, porque no poner énfasis en un modelo agroproductivo, industrial, en gran escala, aprovechando los recursos enormes que poseemos? Por supuesto, esto no contradice en darle impulso a la agricultura urbana, eso lo apoyo. ¿Pero por qué no volvemos al viejo y sustentable, política y económicamente, razonable proyecto de reorganizar el país, lo que envuelve lo productivo y poblacional? ¿Por qué enfatizar en la idea de seguir concentrados, sin razones estratégicas, en pequeños espacios, justamente en donde no están las mejores tierras, escasea el agua, desperdiciando o subestimando nuestras verdaderas ventajas?
Mientras todo esa cuentística se nos viene de golpe y hasta de porrazo, Giordani quien tiene mucho que ver en este enredo, denuncia como "Ahora sí", la acabaríamos de poner o construir, lo que pudiera parecer a sus autores un cuento nuevo o nuevo cuento que por mucho que se voltee parece el mismo. Según Giordani y uno que pese no ser técnico, tiene la ventaja de haber leído y escuchado muchos cuentos, nos comienzan a contar no el del "gallo Pelón", sino aquel que los españoles del siglo XVI llamaron el "Dorado".
Algunos, unos años atrás, se solía decir que los españoles fueron unos pendejos; se refirieron a los exploradores que arriesgaron y hasta perdieron sus vidas buscando el "Dorado", donde todo era de oro; nunca supieron, decían, que esa riqueza, ese oro negro, estaba exactamente bajo sus pies.
Con la caída de los precios del petróleo y el enredo del negocio, la fiebre del oro y otros metales y los cuentos aquellos, han vuelto a ponerse de moda. Denuncia Giordani como malo, en un artículo que titula "Ahora Sí", como queriendo decir, "que la acabamos de poner". Mientras hablamos de romper con el rentismo, clamamos para que la gente siembre en su casa, entramos en tratos con el capital internacional para sustituir los metales que poseemos en demasía por el petróleo. Si apenas acabamos de encender los motores y ya estamos buscando cómo hacer para que se apaguen.
Entre los metales que sacarían ahora de Venezuela, que nos "libraría" en un dos por tres de esta crisis – de esta dije – están oro, hierro y COLTÀN, un mineral que poseemos como sorgo y vale mucho más que el petróleo. ¡Al carajo el cuento de romper con el rentismo petrolero! Sigamos gozando de nuestro propio cuento; mejor seamos sinceros, de nuestra cuentística más rica que el petróleo y el COLTÀN.