Una muestra de la agresividad de los seres humanos son las ciudades amuralladas de Europa y Asia, las cuales surgieron durante el medioevo. Son ejemplos de estas Rothenburg en Alemania, Dubrovnik en Croacia, Ávila en España, Carcassonne en Francia, Siena en Italia y Constantinopla, hoy Estambul, en Turquía. Los vecinos, en sus prácticas gregarias, en su afán de protegerse contra los enemigos y contra los malhechores deciden crear un sistema defensivo. Para esto resuelven rodear la ciudad donde vivían con una muralla de piedras con el fin de preservar la vida y sus propiedades. Tal medio no fue del todo seguro, dado que tales ciudades encerradas detrás de estos muros pedregosos, con una o dos entradas, eran presa fácil de un asedio por parte de turbas militares. Una vez cercadas por verdaderos contingentes destructivos les cerraban el paso de los alimentos y del agua. Era la manera de obligarlos a rendirse a cambio de morir de hambre y de sed.
Muchos de los moradores de las urbanizaciones de la clase media compramos los apartamentos, hace más de treinta años a precios asequibles para un profesional universitario de la época, empleado en la rama pública o privada. Incluso, le era viable endeudarse para adquirir un auto a crédito y, de vez en cuando, pasar unas vacaciones en algún lugar del planeta. Hoy por hoy, estas edificaciones de clase media son víctimas de un asedio, no del gobierno del presidente MM, sino de una clase pérfida e indolente como son algunos comerciantes y profesionales independientes.
Hoy por hoy, muchos de los residentes de estos apartamentos de clase media cobramos la jubilación de una universidad, o de un ministerio o de algún organismo oficial y otros, quienes solamente reciben la pensión del Seguro Social. Nos hemos empobrecido a tal grado que en muchos edificios decidieron eliminar las conserjerías, suprimir el servicio de la administradora y la jardinería secuela de los altos gastos del condominio que supera, en muchos casos Bs. 5.000. Todo esto producto del incremento de los costos de mantenimiento de los ascensores, las bombas de agua y los portones eléctricos del estacionamiento.
Estoy obligado a referirme a los indolentes portugueses (sin ánimos xenófobos) dueños de los automercados que existen en estas zonas. Estos comerciantes carecen de la mínima sensibilidad y se aprovechan de la gravedad de la situación que está viviendo el país. Si lo dudan vean algunos precios al cual venden diversos rubros: 1 kg de carne molida a Bs. 2.500; un brócoli a Bs. 800; 1 kg de lechosa a Bs. 1.000; 1 kg de aguacate Bs. 1.000 1 kg de yuca a Bs. 600; 1 kg de pollo a Bs, 2.300; 1 kg de tomate a Bs. 600; 1 kg de mandarina Bs. 400; 1 kg de papa Bs 800; 1 kg de cambur Bs 400; 1 kg de zanahoria a Bs 700; 1 kg de espagueti Bs. 3.000...De lo anterior se concluye que para que una pareja logre adquirir alimentos de una dieta sana y balanceada debe gastar en una semana, por lo menos, Bs. 15.000.
Se podía pensar que los mercados a cielo abierto que ofrecen las alcaldías son más económicos, craso error. En muchos casos sus precios sobrepasan a los de los negocios de los portugueses. Estos vendedores alegan que los funcionarios de la alcaldía, además de los impuestos que les cobran, también se dedican a matraquear, lo cual incide en los precios de los alimentos. Si a esto se le agrega los numerosos bachaqueros que asisten a los supermercados de la zona cuando hay productos regulados, quienes en oportunidades son causantes de situaciones embarazosas (hechos de sangre), se comprenderá la razón del temor de un jubilado de asistir a esos locales.
Para calmar las angustias y como ejercicio para el corazón, un jubilado podría salir a caminar por las aceras de la urbanización. Lamentablemente esto es riesgoso, el caminante está expuesto al robo de los zapatos, que por lo costosos (Bs. 70.000) pondría en riesgo su vida. Resultado de la falta de vigilancia por parte de la gobernación y de la alcaldía. Pero si no lo roban podría caer en una de las tantas alcantarillas cuyas tapas desaparecieron durante las guarimbas y nunca fueron sustituidas por las autoridades que les incumbe. En este caso, si el transeúnte infeliz se desploma en uno de los desagües no restituidos corre el riesgo de una fractura o un esguince.
Lo peor que le puede suceder a un residente de la clase media es tener que acudir una clínica de la zona. Si el infortunado no está asegurado por algún familiar, quien debe desembolsar una fortuna por un seguro, por desgracia caerá en manos de los comerciantes de la medicina. Indudablemente, no podrá ser atendido de emergencia dado que su jubilación no da para un lujo de este tipo (la salud es un lujo). No faltará algún doctor que le explicará al paciente que los honorarios médicos y las medicinas han subido una barbaridad porque se tasan al precio de dólar today.
Si el vecino decide salir a pasear en su auto, que probablemente tiene casi quince años, corre el riesgo de caer en uno de los numerosos huecos que “adornan” desde hace tiempo las calles de la zonas de la clase media, en especial las de Baruta. En caso de que esto ocurra estará condenado a caer en manos de un mecánico, que de seguro no cobrará su trabajo, sino que lo atracará. Tal vez, si el presupuesto es algo “económico”, para pagarlo tendrá que dejar de comer durante un año. A un jubilado le está negado disfrutar de su nave porque el mantenimiento escapa de sus posibilidades.
No hay ningún renglón que escape a los ansias de dinero de los comerciantes sea portugués, italiano, colombiano, ecuatoriano, español o venezolano…Si un vecino, en vez de salir con el auto decide por un taxi, pareciera que el chofer lo está esperando con una pistola. En verdad, no le cobra lo asalta. Las choferes de las camionetas suben el pasaje cada vez que les da la gana. La gasolina aumenta y ellos exigen el pasaje a dólar today. En lo que va de año han aumentado el pasaje dos veces. Con estos personajes no vale que el gobierno les procure repuestos en cooperativas a precios más bajos o créditos blandos para comprar autos o camionetas, al igual cobrarán por los pasajes a precios elevados. Tampoco se escapan de la voracidad por el dinero las ferreterías, las panaderías y las cadenas farmacéuticas que hicieron de los medicamentos un negocio rentable. Qué decir de los colegios, que a pesar de estar regulados los dueños de estos “servicios educativos” siempre inventan algo para sacarle dinero a los representantes de los niños. Bien por una colaboración “espontánea” o por una “donación” por las cuales no dan recibo. Impensable un docente jubilado comprar una laptop o un artículo de alta tecnología.
Como se ve, la clase media está sometida a un asedio constante, similar a las antiguas ciudades amuralladas. Los mercachifles intentan matar de hambre a los habitantes de la zona ante la mirada indiferente de los responsables. Cada día nos estamos empobreciendo, las pensiones y jubilaciones no alcanzan ni para comer de acuerdo con los patrones de una buena alimentación.
En una oportunidad una amiga acudió a la iglesia de la Caridad del Cobre para alcanzar la tranquilidad espiritual. Cuál no sería su sorpresa que el sacerdote en su homilía solicitó una limosna cónsona con el alto costo de la vida y de seguido, comenzó a despotricar contra el gobierno de NM. Como mi vecina no pudo encontrar el sosiego íntimo en este lugar sacrosanto no le quedó más remedio que abandonar enardecida la casa de Dios.
No basta el aumento de las pensiones para ampliar la capacidad adquisitiva para enfrentar los precios altos. A cada incremento de la jubilación o de los sueldos de los empleados el comerciante aumenta los precios de los diferentes rubros para cubrir el pago de los salarios. El alto costo de la vida significa la reducción de honorarios y de los pocos ahorros. A los jubilados y pensionados les quedó muy lejos la posibilidad de una recreación sana y mucho menos el disfrute de una vacaciones en la playa.
Para solventar en algo la situación económica de los jubilados y pensionados de la clase media, le solicito al gobierno nacional, al Ministerio del Poder Popular Para la Alimentación que por esta zona, de vez en cuando, realice mercados a cielo abierto (por ejemplo en El Cafetal) y en oportunidades se dé una vuelta por los supermercados de los “portus” para que constate la realidad de los precios de los rubros alimenticios.
La guerra económica se gana peleando y no dejándole las armas (los alimentos) en manos de los comerciantes para acabar con la Revolución Bolivariana.