Craso error: Estimular la producción privada

El mito de la subvención al empresario capitalista por parte del Estado pendejo.

Cuando la burguesía estimula al agricultor lo hace con la garantía de la posible cosecha; el agricultor deja de ser dueño de su producción en el mismo plano que los asalariados dejan de poseer el fruto de su fuerza de trabajo al pisar los talleres fabriles.

No otra cosa debería hacer el Estado con agricultores y fabricantes de derivados agromineroindustriales. El Estado les podría prestar capital oneroso cual banco privado y la respectiva producción pasa automáticamente a manos del este prestamista.

La burguesía de origen mantuano y convertida en capitalista rentista y parasitaria, digamos, en vividora del dólar petrolero desde el segundo quinto del siglo pasado, ha diseñado mil mecanismos para obtener buena parte del ingreso petrolero con un mínimo de esfuerzo empresarial.

Cero riesgos, exoneraciones de impuestos, dotación de galpones, calles, aceras, aguas servidas y residuales, teléfono, gas, electricidad y hoy Internet, sumados a créditos blandos rayanos en la condonación de la mayoría de ellos, han sido algunos de esos mecanismos. El Estado debe parar ese tremendo engaño que estos empresarios le han venido haciendo a este pueblo "pendejo", a estos gobernantes no menos ingenuos, ignaros, alienados y pendejos por antonomasia.

El mito de la estimulación del nuevo empresario se depositó en el seno de los pensa universitarios; todas les enseñan a los estudiantes de Economía, Contaduría e Ingeniería que el Estado debe estimular y ayudar a la empresa privada con aquellos perversos mecanismos que en común sólo benefician al empresario burgués.

Hoy, a esos mismos beneficiarios los vemos en función del generalato civil capitalista, al frente de esta guerra que han emprendido contra los trabajadores y consumidores en general. Así paga el Diablo a quien a él se arrima.

Debemos preguntarnos: ¿por qué el Estado debe estimular la instalación de empresas privadas con capital del pueblo para convertir a sus beneficiarios en auténticos desangradores de los consumidores, de los trabajadores? Pareciera que el Estado ha considerado al empresario como la persona más importante de la sociedad y muy por encima de los trabajadores, con lo cual, de ser cierto que los capitalistas explotan al asalariado, el Estado avala dicha explotación.

El Marxismo mal enseñado se ha encargado de centrar en la plusvalía toda la maldad de los capitalistas, y jamás se ha paseado por este tipo de explotación directa que los empresarios privados han practicado en Venezuela desde hace casi 100 años. Con ese capital mal habido han comparado jueces, magistrados, gobernadores, alcaldes, ministros y Presidentes, y, lo peor, han corrompido a nuestros abogados que pudieran ejercer en algún momento cualquier tipo de defensa jurídica de estos asalariados y del patrimonio nacional; al contrario, todos o casi todos, sueñan con su aburguesamiento.

Las empresas estimuladas y subvencionadas por el Estado no pueden ser privadas; eso carece de sentido, representa una contradicción o uno de los servilismos gubernamentales más corrientes y hasta constitucionalmente coadmitidos por todos los legisladores, inclusive por los mismos redactores de la Constitución vigente. Es hora de revisar semejante engañifla burguesa.

Todo aquel venezolano o extranjero que quiera dedicarse al negocio comercial o fabril privado debe hacerlo con su propio capital y empezar, más bien, a contribuir con los gastos públicos por concepto de todas las obras de infraestructura complementarias que el Estado les pueda brindar: carreteras, puentes, puertos y aeropuertos, hospitales, educación, seguridad a la propiedad privada, y hasta allí.

10/03/2016 09:00:04 a.m.



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Manuel C. Martínez


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