Una de las características de la Comuna de París, la primera experiencia histórica de poder proletario en el mundo, allá, en la década de 1870, fue que todos los cargos de elección popular eran revocables. Marx, al comentar los acontecimientos de aquella heroica lucha del proletariado francés, destacaba este rasgo como uno de los más democráticos del Poder Proletario. Incluso, para él, indicaba que se daba el primer paso hacia la disolución del estado mismo como aparato de dominación de clase.
El referéndum revocatorio fue una de las más relevantes innovaciones que introdujo la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en la historia institucional de este país. La propuesta a la Asamblea Nacional Constituyente de 2000, la hizo el propio presidente Hugo Chávez. De modo que por todos los lados, el referéndum revocatorio es un logro revolucionario, es un desarrollo participativo de la democracia, como la iniciativa popular de las leyes, los referendum consultivos y las reformas y enmiendas constitucionales por la vía de la consulta popular.
Por eso me parecen fuera de lugar esas opiniones (desesperadas, aparte de torpemente antidemocráticas, irresponsables y hasta tontas) de declarar un estado de "conmoción nacional" para impedir cualquier elección, incluida la de gobernadores, con el argumento de que se van a perder. Las elecciones son útiles, no sólo para expresar la voluntad de poder (si es que creemos en ello ¿o no?), sino, en estos momentos de verdadera angustia por la inflación, desabastecimiento y crisis eléctrica, de válvula de escape de las inmensas tensiones sociales y políticas del país.
La historia es paradójica. La misma oposición que se enfrentó a la aprobación popular de la nueva constitución, hoy invoca uno de sus principales logros, propuesto por el mismo Chávez, para lograr el que viene siendo prácticamente su única razón de ser como formación política: revocar el mandato del presidente. Indudablemente, está en su derecho. Más bien, se tardó mucho. La constitución establece que se podía solicitar al cumplir la mitad del período (ver artículo 72) y eso ocurrió, tengo entendido, el 10 de enero. Mientras tanto ¿qué les pasó a los opositores? Pues, que no se pusieron de acuerdo. Ahora mismo, recogen firmas unos, y otros, no.
Ese retardo y enredo político de la oposición ha llevado a algunos de sus comentaristas a sospechar de la verdadera voluntad de la dirigencia de la MUD. Incluso uno, Gustavo Azócar, sospecha que los líderes opositores, en lo que están, es en sus aspiraciones para las elecciones de gobernadores de diciembre. Los conflictos internos de la MUD de Carabobo parecen confirmar también esa apreciación.
Otros opinadores de oposición señalan que se corre el riesgo de que un retardo del referéndum motive la previsión del artículo 233 en el sentido de que, si la "falta absoluta del presidente" (al ser revocado) ocurre en los dos últimos años del mandato, ese lapso lo asumiría el vicepresidente ejecutivo actual, en vez de ser convocada una nueva elección presidencial en los 30 días siguientes a la revocación. Esto para Claudio Fermín, por ejemplo, constituiría un terrible fiasco, porque seguiría el chavismo controlando el Poder Ejecutivo, aunque, se trataría de un gobierno muy débil, que estaría obligado a llegar a algún acuerdo con la oposición, más si el chavismo sufre importantes derrotas en las elecciones de gobernadores.
Hace poco, el abogado Carlos Gutiérrez sacaba la cuenta, tomando en cuenta, además de la Constitución, las dos resoluciones del CNE que regulan los referéndum de fechas 27 de marzo y 6 de septiembre de 2007, que en realidad, de ser cumplido cada paso con propiedad, es decir, recoger las firmas para formar el grupo de ciudadanos promotor del referéndum (etapa actual), luego la revisión de esas firmas, posteriormente la emisión de nuevas planillas para recoger las firmas del 20% de electores, luego una nueva revisión, etc. Si todo esto va bien para la oposición, pudiera lograr que el revocatorio, al fin, se realizaría, tal vez, en la última semana de enero o las primeras de febrero de 2017. ¿Tendrán la paciencia suficiente? Por otro lado, ¿y después quién puede representar, no sólo el feroz descontento del momento, sino un nuevo proyecto de país, una visión de una nación que supere el rentismo, la dependencia, la pobreza, etc.? ¿Amanecerá? ¿Lo veremos?