La siembra popular como acto de revolución contra el capitalismo salvaje

Sembrar la tierra en Venezuela es un propósito de vida que, históricamente, ha sido malogrado y puesto a contracorriente por lógicos factores del capitalismo salvaje. A ese 1% que en el experimento capitalista se depura para someter al restante 99% no le interesa ni le conviene que tú hagas algo con autonomía, soberanía y libertad. No sería buen negocio para las élites económicas dominantes, además de que estaría fuera del control de ese orbe total que el capitalismo quiere manejar.

El capitalismo ya sólo, sin la adjetivación, es salvaje porque prepondera el billete como hecho de producción, y le importa un carajo la humanidad. Con la adjetivación se hace impensable, y lo mejor que lo puede ilustrar es una selva, en efecto, donde monos y panteras humanos salten sobre el pasto o jungla de concreto generando dividendos monetarios con sus movimientos, en medio de una relación "sagrada" ecosistémica, intocable, dotada con leyes propias de la supervivencia darviniana e innecesitada del todo de cualquier intervención del Estado político. Y entre tal ecosistema, siempre, como en un experimento macabro, se prioriza férreamente la fortaleza del tal 1% por encima de esos caldos de cultivo y de miseria que son los pueblos.

Sembrar es un acto fácil y demasiado poderoso que te sustrae del control macabro de las élites, y eso les molesta y preocupa porque ya te imaginan como una criatura que respiras sin que le reportes ganancias por hacerlo. En Bolivia han privatizado el agua en algunas partes y meten en la cárcel a quien recoja agua de lluvia; en Colombia, por obra y gracia del Tratado de Libre Comercio (TLC), no puedes guardar semillas de tus siembras para que así te veas obligado a comprárselas a los negociantes de almas. Sin referir los esfuerzos que hacen las transnacionales de la semilla para adulterarla genéticamente de tal modo que, así siembres, coseches, pero que la cosecha no te rinda semillas para que te veas obligado a comprárselas a los comerciantes de almas. El limón transgénico es un ejemplo, ese que anda por ahí sin semillas.

Si tu siembras incides en la producción de tu propio bocado, y eso le resta ganancia a los tales traficantes de miserias humanas que te quieren vender una bolsa de tomate importado, grandotes ellos, full de fertilizantes. Peor y escandaloso si certificas que en apenas un metro cuadrado de tu balcón o azotea puedes producir 20 Kg. del mencionado rubro sobre una mesa de cultivo; o en tu patio, donde puedes improvisar una cama de cultivo. Rayarías casi en el delito para ellos, porque ellos te quieren vender y tu deber, tu ciudadanía se explica en que tienes que comprar y abrir perennemente la boca para recibir la compra. Si es por ellos, no puedes hacer más por ti.

Así los rurales han sido atacados por décadas en los campos, malográndoles las siembras autónomas, obligándolos a comprar fertilizantes y generándoles la cultura de que lo normal es comprar semillas, fertilizantes, abonos empaquetados, pastillas y otras baratijas. Pero también en la ciudad. Cuando Hugo Chávez propuso la siembra y cría en las ciudades, en los edificios, como hoy lo hace Francia, Singapur y otros países comprobables, cuando habló de huertos y conucos y de crías de animales ponedores de huevos y de engorde, las élites amenazadas por el conocimiento, soberanía y libertad de los pueblos alzaron el grito y utilizaron los medios de comunicación para satanizar la iniciativa, burlándose con la frase "gallineros verticales" y riéndose de la iniciativa de siembra en los hogares venezolanos.

¡Pues es posible la independencia y soberanía alimentaria con la iniciativa de siembra en la ciudad, además de la cría! Se puede sembrar en balcones, patios y azoteas, sin necesidad de tener un campo para ello. Se puede ser independiente, no requerir de compras en el mercado ni necesario es caer en manos de los llamados "bachaqueros". Nunca tan fácil ha sido la libertad. Nunca tan fácil ha sido sustraerse del control de estos hijos de puta que se quieren coger al mundo entero. No compres, produce, siembra, cría, tendría que ser el eslogan para empezar a ser libres. Olvidarnos de todo lo sospechosamente aprendido para vivir y alimentarnos es un primer paso (pensemos en el cuento ese de que toda arepa se hace nada más que con "Harina Pan"); y un segundo sería generar una nueva matriz de conocimiento y prácticas con el concurso de los pueblos organizados. Aprender de nuevo a vivir en libertad y con lo propio.

Sembrar es un acto netamente revolucionario, de liberación popular y personal.

Blog del autor: Agricultura urbana y comunal



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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental. Animal Político https://zoopolitico.blogspot.com/

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