“Cosas veredes, Sancho”, diría el inolvidable e ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha a su escudero, Sancho Panza, al referirse a un hecho positivo, insólito que estaba ocurriendo ante sus ojos porque habían condiciones para ello y que en otras circunstancias no hubiese sido posible. Así es lo que acaba de ocurrir con el traslado al Panteón Nacional, de los restos mortales de dos extraordinarios artistas venezolanos, hombres de profunda extracción humilde, geniales creadores. Luchador social, intelectual y militante comunista uno, César Rengifo. Incomprendido, perseguido y estigmatizado el otro, Armando Reverón, el más grande artista plástico venezolano del Siglo XX.
Ese hecho sólo ha sido posible gracias a que Venezuela está en Revolución. Una decisión acertada del Presidente Nicolás Maduro, del Ministerio de la Cultura, un reconocimiento de clase a dos significativos hombres del pueblo que siempre fueron ignorados en su grandeza cultural e incluso estigmatizados por la burguesía cuando detentaban en poder en la Cuarta República.
En esa decisión de Nicolás Maduro hay varias lecturas. Por supuesto el reconocimiento a la calidad artística de ambos pintores, la consistencia, sus aportes al arte y a la cultura nacional, son de tal envergadura que el Estado les reconoce su condición de hombres egregios, célebres venezolanos que pueden compartir, en el Panteón Nacional, el espacio más alto y sublime de la Patria junto al Libertador Simón Bolívar, a los próceres y forjadores de la nacionalidad, civiles y militares.
Otra lectura es el carácter clasista de la justa y acertada decisión. ¿Cuál es la condición de clase de estos dos artistas venezolanos, a qué clase representaron y por qué no les fueron reconocidas antes su condición de artistas y de forjadores de la nacionalidad?
Sin dudas el origen de clase humilde, proletaria si se quiere, de Rengifo y de Reverón no está en discusión. Era tal la calidad de su arte que eso les permitió elevarse por encima del común y era imposible no reconocer su calidad artística. Pero eso no significó que no fuesen perseguidos, estigmatizados, negados y subestimados.
Armando Reverón era un genio de la pintura, ¿pero que hizo la burguesía con su arte? Explotarlo. Mientras por un lado lo estigmatizaban y desprestigiaban, por el otro lado desvalorizaban su obra, se la robaban, le “pagaban” con una pequeña botella de ron para que se embriagara. Fue una de las figuras del arte, un intelectual del color y la luz, un creador inimitable, extremadamente explotado por la burguesía venezolana y los traficantes del arte que calaron la magnitud y el valor de sus obras. En no poca medida esa burguesía es responsable del deterioro de su estado mental, de sus delirios, su aislamiento macuteño incluso y de su muerte. Es después de muerto cuando por diferentes vertientes se le reconoce como un pintor genial y sus cuadros se cotizan internacionalmente en millones de dólares.
Pero algo sí privó siempre en Armando Reverón, su condición de pueblo, de hombre del pueblo, que se une a Juanita, guaireña profundamente humilde y de origen popular que lo apoyó en la construcción de su mundo mágico, con las muñecas, Pancho, el simbólico mono, y ese universo reveroniano que está aún por descubrirse en sus alcances culturales y en sus aportes a la cultura.
De César Rengifo es mucho lo que se podría hablar como maestro en las artes visuales. ¿Quién no visto y admirado el maravillo mural que es la historia indígena de Amalivaca que nos habla de la creación del mundo, en el sótano de la Torre Sur del Centro Simón Bolívar, en Caracas, o el mural homenaje a Guacaipuro en la Escuela Militar?
De César se puede decir que de su maestro mexicano, el extraordinario muralista Diego Rivera, aprendió la fuerza de aquellas imágenes telúricas y poderosas donde el pueblo llano, el indio, el obrero, el campesino, el mestizo, fueron los personajes que poblaron los cientos de murales del maestro Rivera. Del muralismo de Rengifo se habla poco aunque allí están sus obras que han permanecido en el tiempo. Fue el pintor de los pobres, reivindicó a los humildes no con pinturas o un arte panfletario sino con un estilo plástico propio, mezcla de realismo con impresionismo donde el tema de la pobreza es predominante.
César Rengifo fue siempre un militante del comunismo. Abrazó las ideas de Marx, Engel y Lenin y eso le costó el exilio por luchar al lado de los pobres de los de donde él venía. Firme militante revolucionario, su sentimiento nacionalista y socialista nunca declinó y en sus obras de teatro como ‘Lo que dejó la tempestad’, que revive la gesta de Ezequiel Zamora.
El movimiento socialista y comunista venezolano se llena de orgullo cuando uno de los suyos, César Rengifo, pasa a engrosar las filas de los grandes forjadores de la nacionalidad. Pero no fue solo, otro gran revolucionario de la pintura y de la creación nacional lo acompañó en este peregrinar a la gloria y a las cumbres de la grandeza al entrar al Partenón de los grandes de la Patria, el viejo Armando Reverón, que dejó, como César, su impronta maravillosa en los anales de la Venezuela revolucionaria y bolivariana que se está reconstruyendo aún.