En algunos diarios aparecía una comiquita ("El otro yo del doctor Merengue") que explotaba la comicidad de un hecho que el psicoanálisis aborda seriamente: la multiplicidad psíquica, la realidad de que todos y cada uno de nosotros somos, en realidad, multitud o, por lo menos, otros. Así, el correcto y cortés doctor Merengue tenía otro yo, patán y abusador. Así está ocurriendo con los bandos políticos que actúan y gesticulan en un escenario al que casi no ven, y si lo hacen lo ven sin ningún entusiasmo, un público, más ocupado en hacer colas en medio de las lluvias, o cazar aquí o allá un medicamento o unos pañales, que en pitar o aplaudir los gestos impostados de esos actores, ciertamente muy malos.
Así, del lado del Partido-Gobierno, es claro el reparto de papeles, entre los desafiantes y sarcásticos Maduro, Jorge Rodríguez y Diosdado Cabello, y sus réplicas, por un lado, y por el otro, el discurso calmado y racional del vicepresidente del área económica del gobierno, Miguel Pérez Abad, o el silencio de mirada pícara de Merentes. Del lado de la oposición restauradora, unos insisten en el camino constitucional y la mediación del Vaticano, mientras que sus "otros yo" promueven una intervención extranjera, conspiran y calculan las ventajas políticas de alimentar grupos paramilitares, le pican el ojo a unas charreteras. Y que consta que no estoy hablando de una escisión esquizofrénica de la mente de esos señores, sino de repartos deliberados de libretos; el montaje de un drama para soslayar la tragedia.
Pero, dado que la realidad "real" es la de nosotros, los ciudadanos que hacemos colas y cazamos productos, que no queremos ya ser "abajofirmantes", hay que prestarle más atención a esos susurros y silencios eficaces de los que pretenden medio gobernar el desgobierno económico que todos sufrimos, que al histrionismo entre épico y ridículo (es decir, esdrújulo) de los soberbios que buscan pleitos por supuestos asuntos de honor.
Escuchemos, por ejemplo, a Pérez Abad. Sea dicho de entrada que, más que a Maduro, los historiadores futuros deben observar a este personaje para poder caracterizar la política del Partido-Gobierno. Cuando entró al gabinete, evidentemente se impuso como jefe, frente a un muchacho que apenas manejaba ciertas ideas rudimentarias de economía y, precisamente por eso, inspiró algunas ilusiones entre ciertos izquierdistas de consigna y frases vibrantes. El vicepresidente del área económica ilustra lo que Steve Ellner caracteriza como "centrismo" del gobierno de Maduro: una actitud equidistante de un marxismo-leninismo sesentoso y religioso, y una socialdemocracia pragmática. Este milagro de equilibrio se logra, precisamente, mediante la escisión entre histriónicos épicos y susurrantes prosaicos. Pero el hecho es que Pérez Abad es hoy la voz determinante.
La línea general es la conciliación de clases, con la condición de mantener el discurso ritual anti-burgués y antiimperialista para las barras de activistas. Lo de la conciliación con la burguesía no tiene nada de malo en sí. De hecho, la tesis de la economía mixta nunca irritó a la izquierda latinoamericana del siglo XXI, que, aunque gritona, siempre estuvo más cerca de Keynes que de Marx. No sólo Lenin usó esa política para sacar a Rusia de la ruina en aquella NEP de después de la guerra civil, sino que es lo que hacen los países "socialistas" pragmáticos (China, Vietnam, ahora Cuba), sólo que sus acuerdos son con el gran capital transnacional y, sobre todo, sin tantos consignas, cadenas, sarcasmos, desafíos, antipatías, gritos y rituales en memoria del difunto.
Pero vamos a lo que vamos. Pérez Abad ha anunciado que en 6 meses el abastecimiento de alimentos y medicinas se recuperará y que en 2017 lograremos salir de la recesión. Eso sí, mientras tanto conviviremos con una inflación desesperante, aunque será menos dolorosa si se la vive con fe. A propósito, recemos porque la muy moderada recuperación del precio del petróleo continúe. Acá haremos lo propio: ya se están ajustando los precios, como muchos economistas recomendaron desde hace más de dos años. Así mismo, Pérez Abad y otros ministros insinúan la unificación cambiaria y un nuevo aumento de la gasolina. O sea: ajuste habemus.
Ya refinanciamos la inmensa deuda (50 mil millones de dólares) con los amigos chinos, para poder pagar las deudas, una de ellas, esencial: la de PDVSA. Las importaciones se redujeron de 28 mil millones de dólares los primeros 6 meses del año pasado, a 16 mil millones para todo este año. Se espera (¡se espera!) que el BID nos preste 500 mil millones, que se suman al pelito de 5 mil millones del plan minero del Orinoco al cual unos ecologistas locos critican, cuando se trata de un "plan audaz" para obtener divisas y así…pagar deudas. Es cuestión de fe, ya se ha dicho.
En ese contexto, el referendo es un fastidio. Es un juguetico para distracción de políticos histriónicos y de las barras que se lo creen. Porque, si los otros, la oposición, lo único que pueden ofrecer seriamente (digo: es un decir; eso de ser serios) es un ajuste, y peor porque mencionan al FMI, y se ven en el espejo del ajuste de Macri en Argentina y Temer en Brasil, nada más natural que esa displicencia de Ramos Allup, de reconocer que, si este año no hay referendo, puede haberlo el año próximo. Total: lo que hay que hacer, ya se hace: llegar a acuerdos con la burguesía criolla, negociar nuevos préstamos, priorizar pago de deuda contra importaciones, acordar con transnacionales la explotación de nuestros recursos mineros aun a riesgo de acabar con ecosistemas enteros, etc. Ajustar, pues.
Mientras tanto: dime ahí dónde consigo papel toilet y fenobarbital