¿Ya está obsoleta la anti-transgénica Ley de Semillas?

Está circulando un documento muy importante cuyo texto versa sobre las adhesiones en defensa a la Ley de Semillas promulgada antes que llegara el fatalista Allup con su cohorte pro-imperialista a la Asamblea Nacional. Los suscribientes, originarios de un amplio número de países, pero especialmente científicos de universidades muy reconocidas, señalan que esta ley contiene bien claro el principio de precaución sobre el posible efecto de los transgénicos a la salud y a los ecosistemas. Cuando llegó a mis ojos, inmediatamente lo envié a mi amigo ex diputado Alfredo Ureña, quien lidió con esa creación hermenéutica, para su regocijo.

Es de pensar que la suma de todos esos científicos fue al grano con el documento en sus aspectos medulares, no era su razón dedicarse a escuchar las críticas que se le hace al novedoso instrumento legal, especialmente por el desequilibrio en el tratamiento legal entre la semilla lograda por las vías formales del sistema de ciencia y tecnología en relación a la significativos contenidos sobre la semilla originada por los agricultores. Ya se ha analizado que no es tal la desproporción y que un reglamento de la Ley puede aportar muchas aclaratoria sobre procesos y administración de procesos en materia de semillas.

Pero el tema ahora es otro, no son los transgénicos, es la revolución que en el mundo se está dando en materia de la edición genómica, que venía rodando desde antes que cerrara el siglo que vivimos y que ahora ha logrado grandes avances en la genética humana y muestra sus potencialidades en la agricultura. El genoma es una especie de diccionario de la vida de cada especie, allí está lo que se es genéticamente, pero incluso, puede ser rastreado para saber lo que fue. En los estudios del genoma humano asociados a la evolución de la agricultura evidencia que han sucedido importantes modificaciones a consecuencia de la nueva forma de vida asociada a hábitos alimenticios. Y, a pesar que esas adaptaciones normalmente se creían se daban en tiempos mayores, algunas se han dado en menos de 4000 años. Ese genoma humano ha sido el aportante de métodos para mejorar la respuesta a enfermedades, sin que se incluya material genético de otras especies. Y de allí, los científicos de la agricultura han tomado la tecnología para construir nuevos cultivares que permitan sobre ponerse a factores bióticos y abióticos. DE paso se quitan el lastre de los OGM que han generado tandas desavenencias y preocupaciones. Es decir la agricultura entró en la edición genómica como practica para generar nuevos cultivares.

No son organismos genéticamente modificados (OGM) de acuerdo a lo que en el mundo se trata como tal. Mediante algunas enzimas conocidas como nucleasas, muy específicas, pueden corregir la resistencia a enfermedades y al estrés abiótico como la sequía, por señalar alguno. China, Gran Bretaña, Estados Unidos, Corea y varios países de Europa andan tratando de lograr aplicaciones de la edición genómica a las plantas cultivadas. No sé si Argentina y Brasil andan por esos caminos. Nuevamente se presenta un dilema ético sobre estas tecnologías, que en el caso de las ciencias médicas lo resuelven con el concepto de aplicaciones terapéuticas; en agricultura, la discusión apenas comienza, pero lo cierto es que ya algunos cultivares están prontos a salir al campo, aun no sabemos con cuales protocolos de precaución. Lo que aquellos científicos del mundo le dieron por bueno al carácter anti transgénico de la Ley, se resquebraja frente a esta nueva tecnología.

Se dice que la edición genómica será la revolución tecnológica de este siglo y mis preguntas son: ¿Se hizo obsoleta nuestra ley de Semillas? ¿Cuando comenzamos a discutir esta nueva herramienta tecnológica? ¿Está permitido hacer edición genética para mejorar cultivos en Venezuela? ¿Es agroecológicamente inconcebible pensar en edición genética para mejorar sistemas tropicales de producción agrícola? ¿Y la bioética…?

Mientras se resuelven estas preguntas, las poderosas compañías multinacionales de la agricultura han comenzado a invertir en la técnica CRISPR en los cultivares que el mundo demanda masivamente en soya, maíz, trigo y arroz.



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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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