La ofensiva de Washington en la región va a toda velocidad, con la urgencia de un imperio decadente que acelera la marcha hacia la recuperación del terreno perdido en su "patio trasero". No es poca cosa el desarrollo y alcance de la nueva arquitectura de integración que le dio vida a la ALBA, el nuevo MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC, construida en menos de una década bajo el impulso de los gobiernos progresistas y de izquierda que emergieron en la primera década del siglo XXI, en el contexto de la crisis neoliberal. Frente a esta escalada continental del proyecto bolivariano, la OEA perdió fuerza como el instrumento político de dominación y legitimación de la injerencia de EEUU en la región que históricamente ha sido.
El golpe a Dilma Rousseff que colocó a Temer al frente del gobierno brasileño y el triunfo de Macri en Argentina, golpeó el espinazo del proyecto de integración latinoamericana y caribeña. Ahora, la presión se está concentrando en Venezuela. El Comando Sur tiene el dedo en el gatillo para disparar una "intervención humanitaria" cuando se active la "Orden Ejecutiva Obama". Con la nueva correlación de fuerzas, ésta podría ser legitimada por una OEA restaurada como "ministerio de colonias", mediante la aplicación de la "Carta Democrática" impulsada por Luis Almagro, en su deleznable papel de operador del Departamento de Estado, aupado por la MUD y el presidente de la AN en un gesto que nos recuerda la traición de Judas.
La resolución adoptada por consenso hace unos días por el Consejo Permanente de la OEA, de hacer caso omiso de la propuesta Almagro y promover el diálogo político en Venezuela con la mediación de los expresidentes Zapatero, Torrijos y Fernández, reconociendo el derecho a la autodeterminación de los venezolanos, no debería asumirse como una derrota definitiva a dicha iniciativa. Es una oportunidad para canalizar la confrontación política en el marco de la constitución y para preservar la paz, enfocándose en la solución de la crisis económica y social que agobia a nuestro pueblo. En una situación tan compleja y difícil, en la cual está en juego la integridad nacional, el liderazgo político, para merecerse esa condición, debe actuar con inteligencia, humildad y sentido de responsabilidad. Es la hora de la verdad.