Microsociología de las colas

Las colas ante los supermercados en procura de productos regulados o no, son el hecho social más importante e interesante de la Venezuela actual. Merece una observación sociológica y no una de mero desdén o alarma, como la que se ha generalizado. Esa mirada, alarmada o entusiasmada (por ejemplo, la de los funcionarios y los políticos en general), es, ella misma, uno de los objetos a observar por la sociología; porque unas las ven como amenaza a su poder y otros como posibilidad para acabar con el contrario. La cola se transforma, objetivamente, en arma política.

Las colas absorben hoy más de la mitad del tiempo de vida de los venezolanos adultos. Ha desplazado fuerza de trabajo: por ejemplo, las trabajadoras domésticas y una porción de los obreros y obreras. Casi todo (por no decir todo) el llamado sector informal de la economía, se ha volcado a esa "actividad". Haría falta una investigación más precisa, cuantitativa, para medir su costo en horas-hombre, pero también las proporciones financieras de ese "mercado negro" que, no lo negamos, tiene otros niveles, de "cuello blanco" (el contrabando de gasolina, por ejemplo). Además, sus efectos en la unidad o desintegración familiar. Hay cuentos de hombres tristes porque sus mujeres no creen que estén haciendo colas infructuosas, sino que están con alguna otra mujer. Cosas.

Un hecho novedoso, producto directo de las colas, es el nuevo conocimiento que de la ciudad se tiene. Se ha producido un nuevo mapeado de la ciudad. Los del sur ya saben dónde están los supermercados y demás negocios en el norte de la ciudad. Y viceversa, aunque en menor proporción. Estos nuevos mapas contribuyen a disipar las fronteras espaciales entre grupos de diferentes ingresos o extracción social. Hace escasos 4 o 5 años, si se le pedía a alguien dibujar un mapa de sus desplazamientos diarios (de su casa al trabajo, a las casas de familiares o amigos), no aparecía, ni de lejos, lo que aparece hoy. Este nuevo mapeado implica un nuevo uso de los espacios. Las afueras del Sambil, por ejemplo, se convierten en lugar de acampamiento y pernocta para los que van a hacer cola en Kromi, Bio, Macro, etc., y que vienen, incluso, de Guacara, Puerto Cabello y, a veces, de mucho más lejos…

La mutua interacción entre el orden y el desorden, el azar y la necesidad lógica, se evidencian en las dinámicas auto-formativa de las colas. Atención Edgar Morin y Jacques Monod. Cabría esperar que las personas se colocaran una detrás de la otra desde temprano. Ello no ocurre. Hay una resistencia a hacer la formación. En la madrugada (está establecido que no se permiten colas sino desde las 4 am), lo que hay es un mar, una nube caótica de gente aguardando. Esto lleva al surgimiento de los organizadores "espontáneos". En ocasiones, son agentes de las tribus de bachaqueros que marcan, con una pluma el antebrazo de los presentes, con un número. A veces, son señoras que se presentan como miembras gritonas de alguna organización de vecinos, o simplemente alguien que, con cara seria y voz regañona, quiere imponer algún orden. Así, el mecanismo "natural" de organización, que sería conocer al que tengo atrás o adelante en la cola, se suspende, porque de pronto los números se saltan y ello indica que 15, 20 o 30 personas van delante de usted. Son "virtuales", aunque de esto hay de varias clases. Abunda el "guarda puesto": familiares, vecinos, amigos. Tribus, en fin.

El puesto se le guarda al que fue a otra cola distante (digamos, al farmatodo) o al "mirón". Esta figura brota en toda cola, incluso las de carros. Este observador se encarga de ver qué ocurre, no sólo en el término de la cola, en el punto donde un funcionario o empleado del supermercado reparte el número, sino en general de la situación en toda la extensión de la cola. Es la cola como sistema auto-observador, auto-referente. Así, nos podemos enterar, no sólo de qué productos expenderán hoy o las actitudes que traen los guardias, sino los eventos que se producen en cualquier punto de la cola, desde broncas, hasta conversaciones. La información fluye en los pequeños núcleos de conversa (3, 4, 5 o más personas) que se forman en el espacio de la cola, de límites difusos. Estos grupos de conversa reiteran casi siempre los mismos temas: insultos al presidente y al gobierno, nuevas recetas de cocina para "innovar"; un nuevo género narrativo: cuentos de la cola que van, desde batallas con los bachaqueros, hasta sorpresas de distribución y frustraciones. En fin, son grupos de catarsis y socialización. Allí, se producen las solidaridades que son auto-organizadoras de las colas: cada quien sabe quién va adelante o atrás. Insisto: hay una resistencia a colocarse uno detrás de otro. Esto acarrea consecuencias.

Cuando llega la Policía o la Guardia, y ésta intenta instaurar el orden (o sea, uno detrás del otro), mediante disparos al aire, "peinados" con motos, usando los rolos, o cualquier otro instrumento persuasivo, se producen los nudos: apiñamientos impresionantes de las personas, firmemente asidas unas con otras, para evitar los "coleos". De todos modos, éstos se producen. Ese es el momento de los conflictos, los golpes y hasta las heridas de navaja. Hay bandas de "bachaqueros" que a la fuerza se meten en la cola, destrozando los impulsos de autoorganización de la cola. Ese es el momento de acción de la Guardia. Aunque a veces, es ella, o la Policía, la que provoca los conflictos: ostentan que se llevan productos, reprimen injustamente a algún familiar o amigo, etc. Porque también en las colas se reproduce una vieja tradición cultural venezolana: la dialéctica del vivo y el pendejo, formulada por aquel inolvidable personaje de Uslar Pietri, Presentación Campos.

Asumo que los lazos de solidaridad auto-organizadora de las colas son la base sociológica de las llamadas "turbas" que se están viendo, cada vez más, en situaciones de saqueo, frente a una promesa incumplida, un desabastecimiento o un abuso ¿Mini 27 de febrero? Podemos discutirlo.

 



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Jesús Puerta


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