Como exhibiéndose en una pasarela para una elección de mises, los presidentes y altos dirigentes de la derecha latinoamericana muestran sus principales atributos con el fin de alcanzar su tan ansiado sueño de coronarse Miss Patio Trasero de la región. El jurado, compuesto por la Casa Blanca, representantes de las multinacionales y otros del FMI, Banco Mundial y Unión Europea dudan: los candidatos son muchos y todos con alto nivel competitivo. Aunque entre ellos, algunos son conscientes que solo podrán aspirar al consolador premio de Miss Simpatía.
Si bien Juan Manuel Santos aparece como uno de los más firmes candidatos –hay que reconocer su habilidad e inteligencia, condición que rara vez se presenta entre los participantes de estos eventos–, esta vez tendrá que competir con nuevos aspirantes, que aparecen con fuerza renovada y servilismo a toda prueba, por ejemplo, el argentino Mauricio Macri.
Otros candidatos, que pretenderán ocupar un espacio expectante, serán los brasileños Michel Temer y José Serra, como los venezolanos Henrique Capriles Radonski, Leopoldo López y Lorenzo Mendoza. A esta lista, se suma ahora la del peruano Pedro Pablo Kuczynski Godard.
Más atrás aparecen aspirantes como el paraguayo Horacio Cartés, el guyanés David Granger, el ahora alicaído uruguayo Luis Almagro, el eterno competidor en estas lides Álvaro Uribe y el mexicano Enrique Peña Nieto. Con posibilidades de un premio menor se cuenta con la chilena Michelle Bachelet, los bolivianos Tuto Quiroga y Samuel Doria Medina, el ecuatoriano Jaime Nebot, la mexicana Margarita Zabala y otros/as.
El evento ha conseguido una nutrida y amplia participación, y todos los concursantes están haciendo mérito ante un jurado muy exigente. Hay quienes se han posicionado muy bien al impulsar la Alianza del Pacífico, pero nuevos referentes han aparecido en escena con renovados bríos. Los candidatos brasileños y el argentino se disputan palmo a palmo su espacio, con acuerdos con la banca internacional y las multinacionales, atacando a los gobiernos progresistas de la región, bastardeando la democracia, aportando su "simpática" cuota de corrupción y martillando sobre la cabeza del pueblo y los trabajadores. Las futuras privatizaciones son las armas más potentes que empiezan a exhibir al entrar en la etapa de definiciones. Pero también están los dirigentes aspirantes, que pretenden dar un golpe ejemplar y ganar las miradas de los jurados en el intento de derrocar, a través de cualquier vía, a los gobiernos populares. El esfuerzo de los venezolanos es llamativo, dejando atrás a sus pares bolivianos y ecuatorianos. El resto aporta con lo suyo.
Lamentablemente, esto que aquí escribimos con liviandad y ligereza, es parte de la realidad actual latinoamericana, donde los representantes políticos de las oligarquías vernáculas están haciendo esfuerzos extraordinarios para demostrar quién es más servil a los intereses yanquis y el gran capital mundial.
El "patio trasero", para la Casa Blanca, debe ser ordenado, en lo posible aplastando la Revolución Bolivariana de Venezuela, la Revolución Ciudadana de Ecuador, la Revolución Sandinista de Nicaragua y la Revolución Democrática y Cultural de Bolivia. Asimismo, ese nuevo orden del "patio trasero" que pretende diseñar el gobierno estadounidense, impone hacer desaparecer el Alba, la Unasur y también la Celac. ¿Quién encabezará esa cruzada? ¿Quién ocupará el papel de capataz que velará para que las órdenes emanadas de Washington se ejecuten cabalmente en cada una de los países de la región? Esa disputa es la que está hoy en juego dentro de las fuerzas de la derecha latinoamericana caribeña. Y este es un elemento a tener en cuenta por las fuerzas revolucionarias, ya que las oligarquías nativas, si bien a la hora de las definiciones, normalmente se muestran encolumnadas bajo la bandera del imperialismo, también presentan contradicciones internas, disputas de Patria Chica, ansias de protagonismo o ambiciones desmedidas… En muchos casos, tales contradicciones, conduce a estas oligarquías –representadas por sus dirigentes políticos–, a cometer severos errores, que dificultan la concreción de sus entreguistas y antipopulares proyectos, para bien de las fuerzas antiimperialistas.
Observar con atención cómo se va configurando el frente enemigo es tarea del componente revolucionario, con la intención de aprovechar cada una de las contradicciones existentes, detectar los puntos débiles dónde es factible que se equivoquen y saber actuar en consecuencia.
En la actual disputa entre los líderes de la derecha por ocupar el lugar de privilegio que le pueda conceder el gobierno estadounidense, aparecerán rencillas internas, rencores, envidias, celos, zancadillas… igual que en un concurso de elección de mises.