La sociedad venezolana está llegando a un grado de corrupción que si no se hace algo urgente, es posible que esta vorágine de desvalorización del ser humano, transite hacia niveles de descomposición orgánica muy difíciles de contener.
En retrospectiva, el efecto que ha tenido la práctica del bachaquerismo es ápice de una situación de putrefacción social, colectiva pero también individual, como nunca antes se había visto en este país, no obstante las numerosas crisis por la que hemos pasado en solo el siglo XX y lo que va de XXI. Este tipo de corrupción ha permeado la base moral de la sociedad, la ha destrozado y amenaza con ser el estilo de vida de los años por venir.
"Un niño de los primeros grados está en la escuela comiéndose un caramelo, mientras en su mano tiene otro caramelo. Otro niño, su mejor amigo tal vez, lo está acompañando y le pide que le regale el caramelo que tiene en la mano, recibiendo de respuesta que se lo vendía para sacar lo que le costó a su papá el caramelo que se estaba saboreando".
En Venezuela en este momento, cualquiera es un potencial bachaquero y cuando digo cualquiera me refiero desde el que fraudulentamente compra una gandola cargada de comestibles, para venderlo a revendedores, que a su vez lo venderán a otros revendedores; hasta la señora de servicio que renuncia al oficio porque vendiendo bachaquiao le va mucho mejor.
De aquello que en un principio se transaba diciendo que alguien tenía un amigo, que conoce a un señor que tiene azúcar, harina pan y mantequilla, se pasó ya de una vez sin más pudor a hacer el ofrecimiento del producto aquel que tenía el amigo que conocía al señor bachaquero. La gente (irremediable generalización, mis disculpas) renuncia a sus oficios para dedicarse a estafar a sus vecinos, amigos y familiares sin la menor sombra de rubor.
"En una oportunidad tuve la necesidad de viajar, pero no se encontraban pasajes, a pesar que los aviones al final terminaban saliendo semivacíos. Me acordé que tenía una sobrina, sí, una sobrina, que trabajaba en una agencia de viajes, por lo que la llamé para pedirle el favor. Con mucho gusto me lo hizo, ya que yo era uno de sus tíos favoritos. Cuando le di las gracias con el consabido no tengo formas de pagarte lo que hiciste por mí, me respondió sin ningún atisbo de pena, que sí tenía cómo pagarle, ya que ella tenía celular y pagaba una renta básica, que además tenía tv por cable y que últimamente le había dado por salir en las tardes a tomar café". Me estaba bachaqueando mi propia sobrina.
En un país donde se desaparecen como por arte de magia la bicoca de 25 mil millones de dólares, sin que exista un culpable chino de Recadi y, por supuesto, ninguna manifestación de funcionamiento del sistema de justicia, no es extraño que cualquier hijo de vecina continúe el ejemplo que Caracas dio.
La permeabilidad de las capas inferiores ha socializado el germen de la corrupción haciendo que cada quien a su nivel juegue un rol corrupto con lo que tenga a su alcance, en la seguridad que el largo brazo de la justicia se atascará en algún momento de su alargamiento telescópico. No es menos actual la aseveración de Luis Beltrán Prieto Figueroa cuando ya en 1975 decía que "cuando la corrupción viene desde arriba, como la lluvia, nos moja a todos".
"Bien arriba subieron un par de empresarios para repartirse los cerros de Petare en dos pedazos, uno con la visa y el otro con la mastercard. Ufanados en alguna francachela, contaban cómo habían logrado corromper a los habitantes de los barrios, al dotarlos de sendas tarjetas de crédito para raspar(les) las divisas asignadas para viajes, haciéndose millonarios con los dólares que dejaban en el exterior y en bolívares, por los dólares que ingresaban al mercado perverso".
Al final los beneficiarios aprenderían el oficio y se encargarían ellos mismos de tramitar y adueñarse de sus divisas y de contribuir a la (casi) quiebra del Estado y a la imperecedera espiral de corrupción.
La alteración del orden deontológico ha dado al traste con el sistema de valores de la sociedad, trasmutando todo aquello considerado hasta ahora como ejemplo del mal comportamiento humano, en la norma de conducta a exhibir en adelante; mientras que el actuar conforme a los principios éticos socialmente compartidos, ha devenido en bolserías propias de pendejos, para usar el adjetivo que Uslar Pietri traería a la palestra.
"Así, una persona que ha sido descubierta públicamente en pleno acto de felación se le reconoce como un egregio ciudadano, al que por méritos propios, se llevaría a Alcalde, posteriormente a Gobernador y, por escasos 300 mil votos aproximadamente, como Juan Peña, por poco se cuela hasta la presidencia de la República".
Este es el mismo pedazo de sociedad que ha sacado convictos asesinos de las cárceles para convertirlos en afamados legisladores; mismo tolete de la sociedad que clama por la libertad de criminales, terroristas, violadores, descuartizadores, traficantes de drogas, etc. Mismo tolete de sociedad que aplaude las mentiras de sus líderes, las justifica y las imita, nunca las castiga, en la falsa creencia de que el fin justifica los medios; pero cuando los medios se transforman en fines en sí mismos, la corrupción se convierte en el traje que usan a diario los ciudadanos sin que la justicia sea capaz de actuar en consecuencia.
"Están sacando armas en bolsas negras de la Embajada de Cuba fue la incitación que lanzó una profesora jesuita el 11 de Abril de 2002 misma que necesitaban unos intolerantes manifestantes acompañados de un pichón de fascista, para asediar y tomar por asalto la legación del país caribeño, produciendo uno de los intentos de linchamiento más serios que se conozca en los anales de golpes de Estado".
Al final la justicia perdonaría con su indiferencia a la insubordinada, lo que algunos años más tarde sería calcado a la perfección, cuando un periodista tuiteó el 15 de Abril de 2013 a las 12:24 de la medianoche en plena crispación de las emociones post derrota electoral: "Informan que en el CDI de La Paz en Gallo Verde, Maracaibo, hay urnas electorales escondidas y los cubanos de allí no las dejan sacar". El fablistán en cuestión se escondería en el extranjero presintiendo que esta vez los fríos ganchos de la justicia esposarían sus muñecas. Al darse cuenta que esta nueva incitación fue inadvertida por el sistema de justicia, regresaría semanas después para continuar impunemente con el runruneo.
Perdonar a los que han atentado contra las instituciones, contra los ciudadanos y contra la paz del Estado y del país, ha sido el caldo en el que se cultivó la desobediencia y la subversión del orden moral, político y económico. Presentarse con un crucifijo para perdonar a civiles y militares que horas antes habían atentado contra el orden constitucional, asesinando a más de 20 personas y además conceder prebendas para algunos de los conjurados, cuando lo que se imponía era sacar el látigo para castigarlos como lo hizo Jesucristo con unos piches mercaderes, fue apenas el comienzo de la repetición del ciclo de perdón-conspiración del que padecemos hoy en día y por lo que muchos complotados se pasean libremente por todo el territorio pidiendo el cese de un gobierno legítimo y ejecutando acciones ilegítimas para lograrlo.
Como lo expresamos hace un rato, la norma de estos tiempos ha sido la legitimación de lo indecoroso, lo indecente, lo impúdico, a través de la aceptación y valoración de su nefasta presencia; tal como lo hicimos con el dólar paralelo o dólar perverso, el que se transformó en la referencia obligada a la hora de marcar el paralelismo con el Bolívar, muy a pesar de saber que nos estaban jodiendo. Cual Síndrome de Estocolmo, seguimos revisando el sitio web para ver cómo nos friegan con el dólar de hoy.
Cuando ya andábamos en el intento por liberarnos del síndrome malicioso del dólar, ha comenzado a popularizarse y a usarse como marcador de precios, un nuevo y oprobioso instrumento que habla más del sado-masoquismo en que ha devenido la corrupción en Venezuela: es el conocido como La Cesta Petare, la cual establece la relación de precios que opera en el mayor mercado de bachaqueros que hay en Venezuela y que se encuentra justamente en el conglomerado del mismo nombre y el que funciona libre y abiertamente en las calles, ahí en las narices de un puesto de la Guardia Nacional que le sirve de custodia.
Legitimar la corrupción en todas sus formas está llevando a esta sociedad a la putrefacción, lo cual amenaza con convertirse en una plaga que nos termine contaminando a aquellos pocos que hasta ahora nos hemos mantenido inmunes.
¡O hacemos un alto o la putrefacción devendrá en pandemia!