De verdad, quería reservarme para cuando la presidenta del CNE dilucidara (al fin) el misterio del referendo revocatorio, informara si, por fin, son válidas las firmas entregadas por la oposición, ese 1% que corresponden a esa tan llevada y traída primera etapa (perdón, no es primera etapa, porque habría que decir de qué, y entonces nos meteríamos en un problema inútil), y que han sido objeto de muchas objeciones de parte de los "malos" Diosdado y Jorge, con demandas y todo de fraude, y si se va a autorizar a la MUD a recoger el 20%, para comenzar la otra etapa del "Vía Crucis" de activar un mecanismo institucional de la democracia participativa y protagónica que garantiza la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Pero tres o cuatro artículos y notas informativas me han provocado a escribir esto. Y como soy un poco vicioso del teclado (otra categoría, además de "gladiadores del teclado" ¿no?), aquí tecleando de nuevo.
Aclaro de un vez que le cambié el apellido a la dama que preside el CNE, no con el ánimo de faltarle el respeto, mucho menos por misoginia. Una mujer, hoy en día, metida en posiciones directivas de un Poder del Estado, en otras palabras, colocada en el debate político, supongo que asume las consecuencias de su posición y no pide cuartel (ni lo da) sólo porque es mujer. La igualdad de géneros (que a veces es discriminación positiva, como en la paridad), supone igualdad también en el "toma y dame" de la diatriba. Y LAS MUJERES SON BUENAS EN ESO DE "TOMA Y DAME". Lo mismo ocurre por ejemplo con los curas o los obispos. No se trata de irrespetar la Iglesia Católica, sino que si los obispos y demás jerarcas se ponen a hacer política en este país, de tan sabroso y crispado lenguaje político, deben esperar ser tratados como eso: como otros tantos dirigentes políticos. Lo de Hitchcock viene por Alfred, el "Maestro del Suspenso", el gran realizador de cine que convirtió el género del suspenso en todo un arte refinado. Lo digo, también, por si acaso.
El punto es que la semana pasada, una rueda de prensa de un grupo de dirigentes chavistas (por lo menos, así se definieron), exministros, etc. anunciando su apoyo al referendo revocatorio, levantó una pequeña polvareda. Tampoco fue que paralizó las colas y el bachaqueo, ni mucho menos. Sólo levantó alguna roncha en la natica política del país; ese 20% si acaso que se dedica a hacer política y pone a otros a que le hagan la cola o se resuelven por otro lado. Esa declaración de prensa provocó, por ejemplo, las intervenciones "aporreicas" de Carmen Cecilia Lara (conocida en su casa y en los tiempos de su militancia en UCAB Libre, por allá por 1974) como "Candy", y Amaranta Rojas, la última adquisición de Marea Socialista, de vibrante prosa, margariteña, además.
El punto es, entonces, si apoyar el referendo revocatorio es de revolucionarios o de traidores. Pero simplifico a propósito la cosa, como para incluir a otros, muchos, columnistas de Aporrea. Simplifico, o sea, polarizo, cosa que sé que estimula la estupidez e impide la comprensión de las cosas. Ni modo.
El argumento de Candy puede resumirse así: no se debe permitir la realización del referendo porque eso significa un giro a la derecha. Resumo más: no debe haber referendo porque el chavismo (o sea, el presidente Maduro), lo pierde. Este es el argumento principal. Los otros son secundarios: apoyar el referendo significa alinearse con la MUD. Esto tiene un poquito más de sentido. ¿Por qué? Pues porque tú puedes expresar las virtudes del referendo sin necesidad de recoger firmas. Negar el referendo "como sea" (como es la actitud de los "malos" Diosdado y Jorge), es prácticamente ponerse, no sólo contra la Constitución, sino hasta contra el propio Chávez, que fue el proponente del mecanismo en su momento. Pero no sólo esto. Aparte de evidenciar esa posición una realidad que se muestra en muchas encuestas, a saber, que se perdió la mayoría; significa provocar la reacción del sector más violento de la oposición, tal vez o para usar, esta vez sí, la espada de las FFAA (o sea, reprimir duro) y apagar esa "candelita". Una cosa lleva a la otra, porque las lógicas políticas son así. Vendría una escalada de represión en un estado que desde hace tiempo coloca los métodos militares como el modelo a seguir para cualquier asunto.
Sé que aquí se está evidenciando, de nuevo, esa malformación de la izquierda marxista-leninista (en boca de Maduro: los "trasnochados") que mira como gallina a la sal, a la democracia formal (o sea "burguesa", lo cual pasa a ser una descalificación y no una caracterización histórica como la usó Marx). Que considera los mecanismos democráticos como una vaina incómoda que debe apartarse en cualquier momento para "radicalizarse", o sea, entregarse ya, sin rollo, a la escalada de la represión. La evidencia de esa amalgama de gomecismo y stalinismo que tiene como proyecto dejar salir a todos los escuálidos profesionales del país, pero sin sus títulos, como los "marielitos" cubanos; que compara a Vladimir Ulianov y Vladimir Padrino, haciendo perder al primero en el contraste; los gomecistas-stalinistas que asumen como proyecto meter presos a todos los burgueses (y los que no saquemos el carnet del PSUV) por la "guerra económica", en medio de un "período especial" donde se prohíban todas las elecciones pendientes, se apele a la "espiritualidad" del pueblo, estimulada por el descubrimiento del asesinato de Chávez (argumento de otra película de Bela Lugosi) y el hambre, claro, y que nos permita ser al fin héroes y morir o destruir el capitalismo, como cantaba cierta consigna de la LS de los 70 que, por cierto, apoyó el horrible experimento de Pol Pot en Camboya, en aquellos años de genocidio supuestamente revolucionario.
Pero, bueno, ya se me acaba el espacio y, seguro, ya el suspenso se resolvió. Un muy buen suspenso, porque si los "malos" eran Diosdado y Jorge, estaban los "buenos" como José Vicente Rangel que propicia el diálogo y el propio presidente Maduro, quien, en una de sus innumerables cadenas, dijo algo muy acertado: si cumplen los requisitos, habrá revocatorio; y si hay revocatorio, vamos a ver si lo ganamos. ¡Bien, presidente!