Cuando el ciudadano, sea civil, servidor de la administración pública, militar o policial cae en la inconsciencia, ignora que su actuar se corresponde con una conducta política, se hace a un lado de la norma y mientras tanto la ley no es aplicada con el sentido exacto que dicta su escritura sancionada, entonces introducimos fracturas en el desarrollo de una nación.
En el caso de Venezuela, a un lado de la guerra que le desata la oligarquía venezolana y extranjera, cuyo retrato en el espejo nos refleja la Derecha corporativa estadounidense, la misma de las grandes transnacionales y capitales depredadores, que ordena gritar a los funcionarios de Washington, por allí cerca asomamos nuestros problemas.
Mientras el pueblo llano crece en conciencia política, nos toca observar a los inconscientes, individuos –casi no personas- que en nada les preocupa lo que ocurre a su alrededor, eternos jugadores de la vagancia y de la oportunidad fácil. No tienen que ver con nada, sino en cómo obtener dinero.
¡Estos han infiltrado todos los sectores de la sociedad venezolana!
Los mismos, son participantes activos de la arbitrariedad. Son esos sujetos (as) para quienes la norma no tiene sentido alguno, la violan constantemente y consideran que lo hacen bien. Aquí hay que meter en la cárcel a un montón de delincuentes, entre ellos a los motorizados (si violas la Ley cometes un delito y, en consecuencia, eres delincuente), taxistas, camioneteros, vendedores ambulantes, el servicio de recolección de basura o desechos sólidos, a los que ignoran el barrido, a todos los transportistas y repartidores de alimentos(quienes auspician las colas junto a empresarios, gerentes, cajeras y con la presencia vigilante de la PNB y la GNB, GNB.
Y muchos de estos sujetos son arbitrarios porque, actúan al margen de la ley, la ignoran, incluso, aún cuando conozcan la ley o la representen. Cuantos de los lectores habrán observado como el sector oficial y el privado violan, irrespetan flagrantemente lo que le dicta el semáforo.
El país aparenta ser una zona de pleno relajo, por como ocurren las cosas. No hay autoridad que ponga freno a las actuaciones ilegales de algunas conductas. El que quiera comprobar el relajo, pues que se meta en el Metro de Caracas se dará cuenta de que es así.
¡Hasta pueden grabar en video como la gente joven entra al Metro –sin pagar- por donde entran las personas mayores. ¡
Es un relajo de atar!
Pero si hay irrespeto a la norma, también hay irrespeto a las personas. El Metro, por ejemplo, ha sido calificado como el centro de presentación de especialidades médicas, porque allí llegan, las más variadas enfermedades que ni si quiera llegan a los hospitales.; llegan pero con martillo a las personas, que caen como pájaros en trampajaula.
Pero si no bastan los enfermos que al Metro acuden (habría que tener un salario adicional para darle dinero a muchos de sus embustes), a cada instante se presentan los vendedores de bolibomba, de caramelos con chiclets en el centro, los que venden lápices, marcadores, libretas, limpiadores de ollas, chocolates, caramelos de jengibre y toda una variedad.
¡Todos ellos van tras el dinero y la gente cae!
Y en todo esto, la gente se consigue con que, todo eso aparentemente vale, porque la revolución no se arriesga a tener que soportar el terrible chantaje de las llamadas organizaciones de derechos humanos, muy identificadas con la protección de situaciones nada legales.
Esas organizaciones, por lo general, vienen siendo financiadas desde el exterior; presuntamente reciben altas sumas de dólares y con la finalidad, siempre, de exponer violaciones de derechos humanos en la revolución, cuando quienes han sido dañados han sido los seguidores de la revolución. Y a esto, hay que agregar la conducta poco sana de algunos medios de comunicación, declarados enemigos de un Estado revolucionario que lucha por una inmensa mayoría de la población, pese a ser bombardeados por una campaña de mentiras.