En nuestra sociedad donde prevalece la acumulación como fuerza y dinámica fundamental de la lógica del metabolismo del capital, los actores intervinientes en la producción y distribución de bienes y servicios, tanto consumidores, como productores y el Estado mismo, requieren de un cálculo económico que guie su actuación de manera permanente.
Si una rara virtud ha tenido este gobierno bolivariano en el campo de la economía, luego de la siembra definitiva del Comandante Chávez, ha sido la desarticulación, o más correctamente hablando, el haber provocado el desmoronamiento de dos instituciones fundamentales que llevan a cabo dicho cálculo económico: el Banco Central de Venezuela (BCV) y el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Terrible legado que deja su incompetente dirección y actuación…
Dejar de publicar las cifras sobre la inflación, sobre el crecimiento de la economía, y otras variables sobre el nivel de vida de la población lo que ha terminado es por generar un estado de incertidumbre y desconcierto, y por supuesto la pérdida de credibilidad en instituciones con una larga e histórica tradición de responsabilidad funcional.
El ciudadano común sufre las consecuencias de una ausencia de direccionalidad en lo que le concierne a su nivel de ingreso, dada la tasa de inflación nunca sentida a estos niveles, desde el inicio del gobierno del Comandante Chávez el 2 de febrero de 1999, no obstante haber sufrido primero un Golpe de Estado en abril de 2002, y luego, un salvaje sabotaje petrolero, auspiciado por una tecnocracia que pretende volver a gobernar el país como si nada hubiese ocurrido.
La economía venezolana ha entrado en una profunda recesión sin futuro visible que la haga salir del hueco donde se encuentra, aduciendo el gobierno, de manera cuando menos cínica lo relativo a una guerra económica, como si los productores venezolanos o extranjeros fueran unos niños de pecho o hijos de la caridad, y no interesados en defender, a toda costa, primero sus propios intereses pecuniarios. Y como colofón, por parte del Estado venezolano, la ausencia de direccionalidad en cuanto a la política macroeconómica y macrosocial, con niveles de despilfarro que marcan record históricos por la ineficacia e ineficiencia de empresas estratégicas con baja productividad y una dirección inoperante ligada a serios problemas de corrupción administrativa.
Cálculo económico que requieren los ciudadanos para ajustarse a sus disminuidos niveles de ingreso, y una lucha incesante por conseguir bienes y servicios de primera necesidad, abonados por una escasez en la cual el sector privado junto a las ineficiencias del sector público, terminan por decretar un estado de calamidad en la calidad de vida de cualquier persona. Simplemente el ingreso de la mayoría de la población no alcanza para cubrir sus necesidades básicas.
Por parte de los productores, Venezuela es una economía abiertas por dos puntas, exportadora de productos primarios, por un lado, y la importación de bienes de consumo final, por el otro, donde se sigue permitiendo un ámbito especulativo del Estado que continúa siendo el primer proveedor de divisas, habiendo disminuido en estos años su provisión dada la falta de producción y la caída abrupta de los precios de los hidrocarburos. Al tener un sector privado parásito e insaciable al fagocitar las pocas divisas que existen,al unísono que el sector público no ha podido fijar las necesarias y verdaderas prioridades para atender a las capas más vulnerables de la población tanto en medicinas como en alimentos, allí donde la corrupción hace su agosto en tirios y troyanos.
El tercer elemento del necesario cálculo económico, tiene que ver con el aparato administrativo del Estado, que ha quedado marcado por una sin duda ¨irresponsable¨ política del gasto público, sin límites ni sentido, dado que con el tiempo ha contribuido a gestar una tasa de inflación nunca vista desde el inicio del gobierno bolivariano en febrero de 1999. El ¨dislate cambiario¨ generado ha llevado tanto el régimen como la política cambiaria a un desajuste que lo determina una tasa de cambio legalizada unas cien veces la que se tenía a principios del año 2013, lo cual ha agravado el uso de las escasas divisas generadas por la industria petrolera, y la desacertada política monetaria y cambiaria.
Pero no se trata de la ¨elaboración de un cálculo económico puro¨, para nosotros la economía si no es ¨economía política¨, simplemente no es economía, y menos si no permite satisfacer las necesidades de la ciudadanía, particularmente desde un ángulo clásico en sus líneas esenciales: Adam Smith-David Ricardo-Carlos Marx.
¿Cómo en una situación como la que se vive en Venezuela en los últimos tres años, puede efectuarse por parte de cada uno de los actores: los consumidores, los productores y el Estado mismo, un cálculo económico de tipo racional, fundado en la ¨economía política¨, aún dentro del escaso margen que permite el sistema capitalista?
El gobierno bolivariano en este último período trienal, ha tenido, repetimos, la excepcional virtud de congelar la forma como podría funcionar el aparato económico en términos de una estabilización de sus fundamentos básicos. Si no se muestran los resultados según los principios de una sana contabilidad social, si se pretende manejar la economía creando más problemas de los que se resuelven, si no se tiene una dirección adecuada por el gobierno bolivariano con un sentido único, y se siguen asignando a dedo recursos inexistentes tanto a nivel de la moneda nacional, como a nivel de divisas, cómo puede pretender el gobierno guiar y superar una economía inflacionaria, recesiva, especulativa, que vaya en la dirección y en la construcción de una sociedad basada en la lógica del metabolismo del trabajo, esto es, el socialismo, máxime si no fue capaz ni siguiera de tener un cálculo y uso adecuado de los recursos siempre escasos, manejados de manera tan irresponsable y desproporcionada, lo que se ha venido a crear, simplemente, como consecuencia, es una aberrante fantasía.