Literatura para una crisis humanitaria

El compromiso político del artista y específicamente del escritor, jamás debe estar en discusión. Como seres humanos construyen un discurso para expresar una realidad de la cual participan como sujeto social, a veces tímidamente otras veces con su carga de rebelión, su ironía, su humor negro. La de Frank Kafka, es una de las escrituras más comprometidas, al denunciar las injusticias de un sistema oprobioso que aliena al ser humano. La de César Vallejo es una poesía militante con la causa del socialismo, al igual que la de Pablo Neruda.

Cada época lega a la posteridad un arte, cómplice o en rebelión perenne, porque el hombre existe con sus circunstancias, y debe transformarla o aceptarlas. La década violenta en Venezuela, dejo testimonios de los crímenes humanos y espirituales que cometió el modelo de conciliación de élite, contra una generación que asumió en la práctica su rebeldía, más allá del formalismo pequeñoburgués.

Argenis Rodríguez, con su libro Entre las Breñas, La poesía del Chino Víctor Valera Mora, Hasta Reventar, de Gustavo Pereira, la obra narrativa de Orlando Araujo, Chevige Wuayke, con su relato Paique, que recoge la angustia espiritual que vivían los que se oponían al pensamiento único que intentó imponer a sangre y fuego la derecha venezolana.

La actual situación económica, sin duda la más grave del periodo republicano, intenta construir sus huellas trascendentales para el porvenir, siguiendo los pasos de la decadencia y la ruina moral del imperio de la información que han construido los dueños del planeta, con un discurso narrativo simplista que acude a las noticias espeluznantes de los medios de comunicación, devenidos en actores políticos.

Es impresionante que en una nación donde se habla de una crisis humanitaria como la de cualquier país africano, no tenga capacidad artística para testimoniar esa realidad, más allá de las manipulaciones y distorsiones que fabrican los actores políticos que pugnan por el control de la renta petrolera.

En este país desbaratado, en ruinas, sin alimentos, con largas colas para comprar, pero donde se puede conseguir por las redes sociales a precios exorbitantes o en los mercados paralelos, cualquier producto en las cantidades necesarias, todavía no enseña el primer muerto por hambre.

Los intentos por construir una narrativa histórica del llamado periodo de crisis humanitaria, han sucumbido ante las intenciones y las visiones de relatos de colas, y fastidios con el que la clase medía expresa su insatisfacción. Un país en crisis humanitaria, donde los supermercados de los sectores de la llamada burguesía nacional, están atiborrados de productos importados y delicatessen, pero que extrañamente no han sido saqueados por los que no tienen más alternativa que morirse de hambre, como lo expresan los titulares de las grandes cadenas de noticias internacionales.

No puede existir una narrativa de la crisis humanitaria, porque no se sostiene, hasta ahora ni un cuentico serio que por lo menos se acerque a la O cruzada de tiza blanca, de Héctor Mújica o al Paique de Wuayke. Los sucesos del 27-F dejaron una muestra en el cine, en la literatura, la emergencia de Vargas, una auténtica crisis humanitaria, sirvió para que Rodrigo Blanco Calderón quien afirma , escribiera El último Viaje del Tiburón Arcaya.

Pero en este difícil trance las muestras artísticas más palpables se remiten a los Papagayos del señor que han elevado hasta el Olimpo, las protestas contra Dudamel, un concierto de piano con la bandera al

revés, el discurso de un regaaetonero, y los falsos dibujitos de niños que no comen en tres días que difunden por la TV colombiana. El espejo roto de la crisis humanitaria, con toda su fauna de cotidianidades no da para una descripción que conmueva, que sensibilice, y que pueda hacer reflexionar a las generaciones futuras, su existencia es uno de los grandes mitos que intenta imponer la derecha internacional. La BBC ha comenzado a desmarcarse de esa ficción.

Es difícil construir un metalenguaje para explicar esa ficción, pero mucho más arduo es elaborar una obra artística donde solo exista el sentido de la utilización animalesca y bestial de los sufrimientos de un pueblo para hacer política, esa sinrazón primitiva que nos arrebata y nos empuja al disfrute de nuestro rito de sangre. Estamos en presencia de una guerra donde el canibalismo ya no es por la carne, ahora va dirigido al espíritu, más que una crisis humanitaria estamos en presencia de una crisis de humanidad.



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Luis Figuera


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