Querida mata de mango, eres mi padre y mi madre

De la noche a la mañana los venezolanos nos dimos cuenta de cuan nutritivas son nuestras sardinas caribeñas, cuanta omega 3 aportan al organismo, cuántos modos de prepararlas, sudadas, asadas, en filetes, en sopa, en fin.

De la noche a la mañana los venezolanos nos dimos cuenta de que esa frutica amarilla y colorada, dulce y cítrica, que antes se la echábamos a los cochinos o la arrumábamos de mala gana con un rastrillo hacia un rincón del patio, porque la persiguen las abejas, las moscas, los mosquitos, las mariposas, las gallinas, el ganao, los caballos, las avispas, los pájaros, los bachacos, los morrocoyes, y cuanto bicho hay en este mundo; es ahora nuestro codiciado mango.

Earle Herrera debió comer muchos mangos de los mangales de Santomé, lo mismo que el poeta Tarek William Saab, y otros tantos hijos de la Mesa de Guanipa, a saber: Santos López, Benito Yrady, Celso Medina, Ruby Guerra, Carlos San Diego, Néstor Rojas, José Canache La Rosa, entre otros, en literatura; Ruddy Rodríguez (nacida en Anaco pero criada en El Tigre con su abuela), Pedro Durán, Yajaira Salazar (de la película "Jericó"), Ángel Barceló, Juan Carlos Lira, Luis Garbán, Noel Llovera, Alexs Farías, Miguel Flores, Luis Gerónimo Abreu, Jorge Aravena, Luis Domingo González, Dennys Hernández (La Malandra Isabel), entre otros, en televisión, cine y teatro; Hernán Gamboa (de Serenata Guayanesa), Sir Augusto Ramírez (+), Enrique Hidalgo, Gualberto Ybarreto (vivió allí), José Cayuco Jiménez, Emil Sucre, Teresita Piñero, Isaac Rondón, Alejandro Rondón, Edgar Hernández, William García, entre otros, en música; deportistas como Aquiles Guzmán (campeón mundial de boxeo), Jesús "Kiki" Rojas, Enzo Hernández, Jesús Facendo, Alejandro Otero (futbolista de la Vinotinto), el boxeador José Díaz de Pariaguán, entre otros; además de pintores y artesanos diversos, porque desde niños la sentimos como la fruta del patio de la casa, nuestra sombra común, el lugar del sancocho y del juego de dominó; también el alero de colgar los chinchorros y de hacer las tareas de la escuela. Sin embargo, algunos venezolanos menospreciaban a nuestros mangos. Preferían comprar manzanas, peras, duraznos, uvas blancas y uvas moradas. Eso daba caché. El mango daba vergüenza.

De la noche a la mañana los venezolanos vimos desaparecer las manzanas, las uvas, las peras y los duraznos. Alguien tuvo la ocurrencia de ponerse a vender mangos en tobos a la orilla de las vías, y recogió las frutas más duras, las más rojas, las más amarillas, y las ofertó al mercado nacional como un paliativo contra el hambre. Sorprende ver en la isla de Margarita a esas señoronas, antes encopetadas, deteniéndose en las carreteras para llevarse los mangos a casa. Sabemos que ni Sigo, ni Rattan, ni Unicasa ni Central Madeirense se atreven a vender mangos, pero no tienen manzanas, peras, duraznos, uvas blancas ni uvas moradas. Acaso unos bananos medios verdes, unas pocas naranjas, algunos limones.

De la noche a la mañana los venezolanos tuvimos que salir a la calle a buscar esa fruta criolla que antes era el alimento preferido de los cochinos y que nos avergonzaba comprarla y venderla. Por suerte, he sido un gran comedor de mangos desde mi niñez, y un defensor a ultranza de esta deliciosa fruta. Siento orgullo por ella, por su bondad nutritiva y por el milagro de tenerla en mi país. Debería ser decretado Árbol Nacional. La matica que tengo en casa la venero como a mi padre y a mi madre. Son mi salvación y la de mis vecinos. Su gran ramaje se expande pareja con sus grandes cargas, y todo el año da frutos. Esto es increíble, y poco común. Siente el amor doméstico. Y no exagero ni me da vergüenza afirmar que durante tres días mi desayuno, mi almuerzo y mi cena ha sido solamente mangos, porque el sueldo miserable de profesor universitario pobre, de apenas cincuenta dólares mensuales, se va en los gastos universitarios de los hijos, los recibos de luz, agua, teléfono, gastos del carro, aseo personal, material para dar clases y el resto de la miseria salarial, en la compra bachaqueada de la poca comida que se puede conseguir. Por eso el mango es oro. Además, no es un producto de las Empresas Polar. Por eso no escasea.

De la noche a la mañana los venezolanos descubrimos que el mango es oro. De igual manera, la fe, el amor, la familia y la patria son oro. Por ello es que luchamos y por ello es que resistimos. Mientras haya mangos habrá patria. Mientras haya hambre habrá…!!!
 



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José del Carmen Pérez


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