La confrontación político institucional, entre las cúpulas del Gobierno y la MUD, está al rojo vivo. La diatriba se hace cada vez más áspera e insolente. Los actores se golpean sin tregua como en la lucha libre y el diálogo luce cada vez más distante. Uno, desde la AN, inspirado en "Carmona El Breve", pretende ejercer poderes constituyentes que no le fueron otorgados el 6D y avanza hacia el desmontaje legislativo de las conquistas sociales de la revolución. El otro, desde el gobierno, hace lo propio al poner en marcha el proyecto antinacional del Arco Minero del Orinoco. Mientras tanto, alrededor del ring un país expectante batalla por sobrevivir ante los embates de la crisis.
Con la reincorporación a la AN de los diputados de Amazonas, el juego luce trancado. En el fragor de la batalla los contendores intercambian banderas. Ahora, la MUD reivindica la democracia refrendaria, la misma que de llegar al gobierno revocarían con la Constitución incluida, como hicieron el 11A. El gobierno saca del juego al árbitro al anticipar que el "revocatorio no se hará este año". Últimamente hay quien esgrime la "doctrina Jaua", por cierto no compartida por Chávez, sobre la relatividad de la aplicación de los derechos constitucionales, según la cual, "el revocatorio no se hizo para revocar gobiernos revolucionarios".
La constitución bolivariana contiene las bases de un proyecto de país resultante de un proceso constituyente inédito, construido para impulsar el paso de la democracia representativa a la democracia participativa y protagónica y, de la sociedad capitalista petrodependiente a una sociedad postcapitalista emancipada. No es el programa de un partido-gobierno aplicable a discreción según vaya cambiando la correlación de fuerzas. Es la carta fundamental que nos rige a todos venezolanos y le da legitimidad a un proceso de cambio en paz y democracia. Contiene las reglas que rigen la convivencia social. Es el legado fundamental de la revolución bolivariana liderada por el Comandante Chávez para refundar la República. Quienes relativizan su vigencia para eludirla con sofismas jurídicos o cabriolas panfletarias oportunistas, están traicionando y pisotean ese legado. Están allanándole el camino a Washington y sus lacayos locales para que logren derogarla.