Así como los medios, principalmente El Nacional y Globovisión, defendieron a muerte a los asesinos de Danilo Anderson, con igual empuje y desbocada decisión se están comprometiendo a convertir el proceso electoral del venidero 3-D, en un “total fracaso”. El negocio del imperio es invadir y aplastar gobiernos que en su concepto no lleven el sello de democracias made in USA. Por lo cual, para desacreditarlos (para luego darles el tiro en la nuca) crean enormes caballos de Troya con los bellos nombres de “Movimientos por la Democracia y la libertad”, que además enjaezan con viejas y viejitos que baten banderitas en las calles, y que al frente colocan horribles abogados pendencieros y perdidamente habladores de paja. El punto es procrear, engendrar artificialmente, todo un “cuadro tiránico” que destruya a los encargados del poder electoral; exigir condiciones horribles para hacer ver que serán imposibles “una elecciones limpias y transparentes”; crear el ambiente para que ningún candidato acepte competir con Chávez.
De allí salir a decir por el mundo que Chávez es el monstruo que todo lo controla, que se vive en Venezuela bajo un régimen hitleriano. Que ya la oposición se encuentra tan sofocada, que con sólo un embargo económico, con una invasión o con una fuerte presión internacional sería posible devolverle a nuestro país la paz, la libertad, la seguridad social y la democracia que tanto anhela. Y eso hay que pedírselo a Bush, el héroe de la justicia más suprema del planeta, al hombre más sincero y humano que hayan conocido los tiempos actuales. En verdad que sólo Bush podría voltear la tortilla y colocar arriba a los que “gimen bajo la bota del tirano Chávez”. Más nadie, y eso es sólo posible, recalcamos, si el Invicto Héroe de la Casa Blanca decide tomar la sartén por el mango.
A los pueblos de Perú y de México le aplicaron la técnica virtual (para la hipnosis de un triunfo electoral) previamente diseñado en Washington: En Perú, habiendo quedado para la segunda vuelta Lourdes Flores, como la real competidora frente a Humala, la CIA metió la mano, se barajaron las boletas electorales, y luego de un lento y confuso conteo acabó apareciendo Alan García como el segundo más votado. Esto se hizo con la anuencia de la propia Lourdes Flores, porque estaba clarísimo que ella no tenía ninguna posibilidad de vencer a Humala (por su decidida posición derechista, y sus ocultos negocios con el propio bandido de Fujimore). Con el apoyo de los medios, se podía conseguir engañar a mucho incauto, para hacer ver que Humala representaba un peligro horrible para la estabilidad económica y social, y que García era el punto de equilibrio necesario (aunque mediocre e incierto) para medio mantener la paz y la prosperidad del Perú. Pese a toda la voraz y biliosa campaña contra Humala, tuvieron que recurrir al fraude electoral. Millones de votos desaparecieron y casi de inmediato se procedió a la proclamación de Alan García. Una vez proclamado y reconocido por los fascistas de los países de EE UU y Europa, ya nada podía investigarse, ni nada podía echarse para atrás. Listo.
Ahora el caso del fraude contra López Obrador es aún más patético. La inmensa maquinaria para realizar un fraude con precisión de filigrana se puso en marcha desde hace un año, con la complicidad de todo el entramado del poder del gobierno de Fox y del IFE. Hace dos meses se le dio la orden a los medios de decir que López Obrador comenzaba a descender fuertemente en las encuestas, y un mes más tarde se insistió con saña, por esto medios, que ya se había producido un empate técnico entre Calderón y López Obrador. Previo a esto se hizo hincapié en que la campaña de López Obrador estaba marcada por el verbo violento, despótico y totalitario, muy del estilo del “dictador Chávez”. Como ya se suponía que la técnica aplicada en Perú había funcionado, era necesario imprimirle fuerza a este slogan.
El trabajo que le queda ahora a los medios es hacer ver que ya no se puede hacer nada, que Felipe Calderón es el formal presidente electo de México. El colmo de este método criminal para desvirtuar elecciones en el mundo lo pone de manifiesto, descarada y cínicamente el lacayo, tránsfuga y converso de Jorge Castañeda (canciller de Vicente Fox); él expresa: “La mitad de la población no votó por López Obrador. Y no está para nada dicho que los votos por Madrazo y otros candidatos sean de él. Ahora, si quiere seguir cuestionando la elección y no aceptando los resultados, incluso su propia gente se va a cansar y lo abandonará. Al final la gente tiene que seguir viviendo, los diputados y senadores deben legislar, los gobernadores del PRD tienen que gobernar sus estados. Y si él quiere llevarlos por la aventura de la resistencia civil, el no reconocimiento y la ilegitimidad, hoy en día, en México, eso no va a funcionar. No funcionó con Cauhtémoc Cárdenas, en 1988, contra Salinas, cuando sí hubo un fraude y no estaban tan sólidas las instituciones. Hoy en día ese camino, en México, no lleva a ningún lado. Por tanto López Obrador tendrá que esperar seis años para volver a ser candidato y, a lo mejor, como muchos otros, aprende y así podrá presentar una propuesta más factible y más verosímil para el pueblo de México”. Se ve, pues, clarísima la técnica que se viene aplicando.
En el caso venezolano, se quiso hacer con María Corina Machado lo que con Violeta Chamorro en Nicaragua: una especie de unificación de toda la oposición alrededor de un candidato único. El método se perfila asaz complicado no obstante, aunque corren los millones de dólares para este proyecto electoral de SUMATE, en una campaña que deberá estar signada por la violencia, el caos y las críticas más encarnizadas y desproporcionadas contra el CNE y contra el Poder Judicial. Ya “el fraude cocinado por el gobierno” está confirmado, determinado y autorizado por el Departamento de Estado. Lo de las primarias será lo más cursi y fatal que se haya podido inventar, pero bueno, nosotros debemos estar preparados en buscar los votos para el comandante, luchar casa por casa, barrio por barrio, y no dormirnos un solo segundo en los laureles del triunfalismo. Sí señor.