Las etiquetas rara vez son inocentes. La palabra Globalización encierra una serie de nociones adecuadas a los propósitos de la ideología capitalista. La globalización se presenta como un proceso inevitable e indetenible, impulsado por fuerzas "naturales", fuera del ámbito de los programas políticos y las contradicciones sociales, es decir, más allá de la voluntad humana. Pocos términos sintetizan de tal manera la teología del capital.
El término Globalización se utiliza para designar la dinámica de interdependencias económicas que existen a nivel mundial, y que se ha acentuado en las últimas dos décadas con el desarrollo de las tecnologías de la comunicación y de la informática, en un marco político unipolar. En este contexto surge. El fenómeno histórico que la palabra designa, sin embargo, se inaugura con el sometimiento colonial de gran parte del mundo entre el siglo XVI y la primera mitad del XX. El imperialismo europeo, y luego el estadounidense, introdujeron a la fuerza y bajo el signo de la dominación a una gran cantidad de sociedades en ese sistema de interdependencias económicas. La globalización, como proceso, ha mantenido hasta hoy ese signo original de sometimiento y expoliación imperial.
Podemos entender la globalización también como la tendencia hacia la uniformización económica y política del mundo por medio de la imposición, con mayor o menor violencia, del modelo neoliberal a escala mundial. La naturaleza de este modelo obedece al interés saqueador de los oligopolios transnacionales, y las tremendas contradicciones sociales que él genera son reducidas a términos militares cuando los instrumentos políticos para crear "consenso" fallan.
La extensión del modelo neoliberal en el mundo no ha sido un proceso "natural", derivado del avance tecnológico. Es la clara continuación del imperialismo por medios nuevos, aún sin que desaparezcan los viejos.
El término Globocolonización, acuñado por Frei Betto, rescata al proceso globalizador de la pretendida asepsia y neutralidad que le asignaran los ideólogos de "El fin de la ideología". Y subraya el carácter histórico de un proceso que se pretendía "El fin de la historia".
Nuestros países están amenazados por la profundización de unas relaciones económicas y políticas neocoloniales, a través de instrumentos legales como los Tratados de Libre Comercio con los Estados Unidos. Éstos han sido la continuación, a través de unidades regionales más pequeñas, del fracasado proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Las manipulaciones maliciosas de poderosos sectores interesados, quienes cuentan con grandes medios de difusión, presentan al modelo del libre comercio, la apertura casi irrestricta de los mercados nacionales, como una vía de desarrollo para los países latinoamericanos. En realidad el propuesto modelo a seguir, la economía estadounidense, debe el auge de su poderío en gran medida a la estricta aplicación de políticas proteccionistas, que persisten hoy en áreas como la agricultura. Precisamente por esto, la agricultura es una de las áreas más amenazadas por los tratados de libre comercio en países con grandes poblaciones campesinas cuyo modo tradicional de vida se enfrenta prácticamente al aniquilamiento. El desplazamiento de esas poblaciones hacia las ciudades y hacia otras actividades económicas aleja a nuestros países de la posibilidad de ejercer su soberanía alimentaria: la no dependencia externa para la alimentación, y el derecho de los pueblos a producir sus alimentos.
El dogma del pensamiento único despolitiza el problema al plantear que la aplicación del esquema neoliberal no es una opción política, en el sentido de que se opta por ella, respondiendo al programa de determinados grupos económicos, sino que es el resultado fatal de la existencia del comercio mundial. Es falso que el comercio mundial, para existir, tiene que hacerlo bajo el esquema neoliberal.
El ALBA, la Alternativa Bolivariana para las Américas impulsada por el gobierno revolucionario de Venezuela, representa un modelo de intercambio basado en valores distintos a los que rigen al ALCA y los TLC. El comercio justo al que aspira parte de las fortalezas y debilidades de nuestras economías para lograr un intercambio que signifique complementariedad y mutuo beneficio de las partes. Reconoce, además, que la integración latinoamericana no puede circunscribirse a lo económico, pues para una integración auténtica es necesario estrechar los vínculos políticos, los intercambios culturales, y el conocimiento mutuo de los pueblos.
Frente a la globalización de la dominación, el camino es la globalización de las luchas de liberación. Esta necesidad fue recogida tempranamente en la doctrina del Internacionalismo. Las potencialidades de la comunicación actual son aprovechadas por quienes resisten a la globocolonización a nivel mundial, y permiten articular luchas que se libran en lugares distantes por personas que no se conocen.
A quienes libramos estas luchas, nos corresponde ir más allá de un rechazo superficial a la guerra y a la violencia imperialista, para trabajar por la construcción de una cultura de la paz que afirme los valores esenciales de la humanidad; afirmar la libertad como la medida de la justicia, pues la ausencia de libertades obedece al resguardo de las iniquidades; luchar por un orden radicalmente democrático, cuyo centro sea el ser humano.
El gobierno del capital es también la dictadura del pasado sobre el presente, sobre lo vivo. Eso es la globocolonización. Nosotros apuntamos hacia el futuro. El tránsito de la mercancía al ser humano, en cuanto eje de la organización social, es el delineado para el nuevo hombre y la nueva mujer. Nuestro horizonte es el Socialismo.