Tiempo atrás, no recuerdo cuando, escribí sobre la necesidad que tiene la Revolución Bolivariana, de llevar a sus ciudadanos un mínimo de bienestar posible y especialmente – agregamos ahora- en estos tiempos en que continúa la guerra económica contra Venezuela.
El mínimo bienestar posible puede ser alcanzado si terminamos de hacer trizas la burocracia vestida de democracia que suele ocultarse en algunas instancias y que le ponen la vida de cuadrito a las personas que buscan la solución de algunas necesidades en las jefaturas, registros, notarías, oficinas para cancelar la mensualidad de la factura telefónica, pensiones, jubilaciones, atención en ambulatorios, dispensarios, hospitales, transporte público, fiscalizaciones y supervisiones diversas, recolección de los desechos sólidos, limpieza y reparación de las calles, filtraciones de agua, servicio eléctrico, alcantarillado y unas cuantas cosas más.
Y ese tipo de soluciones puede ser alcanzado si logramos que los funcionarios que trabajan para el Estado, dejen de ser funcionarios y se conviertan en servidores públicos y, además, introducir –como señalaba el Maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa- la investigación y el planeamiento o planificación así como la realización en determinadas áreas de la vida de país.
Vemos el momento como propicio, naturalmente que también apreciamos la realidad existente de la guerra con sus elementos de desvalorización política, amenazas, violencia física, destructiva y especulativa, acaparamiento, contrabando, sabotaje, inconsciencia, inducción de la pérdida de los valores y la identidad y todo como parte de un gran plan de desojo adelantado por un grupo de seres que se dicen venezolanos, guiados de la mano por la Derecha Corporativa Transnacional de la Derecha.
Pero con todo y eso, Venezuela es un país de luchadores y puede –y de hecho lo hará- salir adelante frente a esta conspiración ya añeja de por sí, embalados como vamos hacia el trabajo productivo..
Hemos venido diciendo que necesitamos planificación, investigación y puesta en práctica de sistemas que nos permitan abordar todos los problemas y, por supuesto, romper con la debilidad de nuestro sistema de justicia. Las normas son para ser cumplidas y no como ocurre hoy día, cuando, por ejemplo el transporte público abusa de la ciudadanía dificultando el transitar de vehículos en la avenida Francisco de Miranda, el respeto de las paradas, el semáforo, el rayado, las colas para adquirir bienes, la existencia de bachaqueros y otros detalles que perjudican al ciudadano.
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