Parafraseando la famosa expresión de Bertolt Brecht, diremos que hay hombres que prometen y no cumplen, esos son los irresponsables; hay hombres que no prometen nada y empeñan su vida en las utopías, esos son los soñadores; hay hombres que tienen impulso y fuerza para atreverse a la acción sin proyectos ni estrategias claras, esos son los aventureros; y hay hombres que sencillamente asumen la responsabilidad de sus actos y siembran la esperanza posible, esos son los verdaderos profetas de la historia que luchan toda la vida y son imprescindibles.
Para nosotros, que somos luchadores de toda la vida por la redención de los pobres, no hay dudas de que el comandante Hugo Chávez es el gran revolucionario imprescindible de la historia presente de Venezuela, de NuestrAmérica y del mundo. Y además, es también el gran profeta de este tiempo. En ese sentido, la clave de la verdadera lealtad hacia el comandante eterno, consiste en emular su ejemplo, convertirnos en imprescindibles, ser responsables y ser profetas, a nuestra medida. Es este un tema delicado y fundamental que atañe especialmente a la vanguardia política-revolucionaria del proceso bolivariano. Pero, en esta ocasión, quiero comentar dos momentos estelares de la trayectoria de Hugo Chávez, en los cuales es fácil evidenciar el valor histórico de la conducta responsable y la visión profética que caracterizan su comportamiento socio-político con base en una clara conciencia del sentido de la historia.
El primer momento se ubica en la insurgencia súbita, fugaz, sorprendente y eterna del 4 de febrero de 1992. La acción subversiva del alzamiento militar contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez y el poder establecido, fue un acto de responsabilidad como militar patriota y bolivariano. Luego, darse cuenta de las limitaciones históricas de la acción emprendida en el curso de los acontecimientos de toda esa mañana heroica, fue igualmente una demostración de lucidez y responsabilidad que le permitió aceptar la derrota y, finalmente, optar por la rendición para evitar mayores sacrificios ya innecesarios. Todo ello significó una inmensa responsabilidad ante sus seguidores, ante el pueblo, ante el mundo y ante la historia. Esa conducta responsable para asumir el compromiso y sus consecuencias, es un valor que trasciende a todo heroísmo ciego. Además, en una sociedad y un país en donde la norma imperante en el ejercicio de la política y las funciones públicas, era la evasión absoluta de las responsabilidades, por supuesto, que todo el mundo quedó sorprendido de la forma cómo aquel militar desconocido y delgado, identificado solo como el teniente coronel Hugo Chávez, se dirigía responsablemente al país como el jefe de un alzamiento fracasado. Ese acto de responsabilidad inmediata y oportuna, generó un nuevo aire, un vientecito cargado de confianza que se dejó colar en el espíritu estremecido
de la gente honesta, y muy especialmente de los pobres y excluidos de la Venezuela petrolera de entonces.
Junto al impacto moral y ético de la acción responsable, el comandante expresó en su brevedad discursiva de prisionero de guerra, su visión acerca del futuro inmediato de aquella gesta. Anunció el advenimiento de tiempos mejores que le permitirían al país enrumbarse por un nuevo destino. La historia ulterior demostró el carácter profético de sus palabras. La profecía del bienestar se cumplió y produjo un cambio radical en la estructura psicológica y emocional de nuestro pueblo y en la estructura política, constitucional, institucional, socio-cultural, militar e internacional del país. En síntesis, el liderazgo de Chávez emergió de manera súbita, como una explosión de nuevos sentidos, bajo el sello de la acción responsable y la visión profética, que lo convierten en el líder de la revolución liberadora y socialista que hoy está en pleno desarrollo y enfrentando los más fieros y decisivos ataques del enemigo imperialista externo y sus agentes internos que operan desde afuera y desde adentro del gobierno bolivariano.
El segundo momento, se ubica en la antesala de su partida física, cuando en medio del acoso feroz del cáncer que le cercenaba la vida, el comandante Chávez decide levantarse de su cama de enfermo allá en la hermana patria cubana, para venir a Venezuela y hablarle a su pueblo aquel 8 de diciembre del año 2012. De nuevo, el líder muestra el valor trascendente de la responsabilidad y su visión profética para alertar a su pueblo. Esta vez no hay rendición sino continuidad. El hombre asume responsablemente la inevitable fatalidad de una circunstancia sobrevenida que le impida seguir en la Presidencia del país; ante lo cual su decisión firme e irrevocable y clara como la luna llena, es dar la orden de elegir a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Y señala de manera categórica que Maduro es un revolucionario inteligente, con una gran capacidad estratégica y de trabajo para dirigir y resolver problemas y dificultades.
Y siendo fiel a su conducta, junto a la orden dada, Chávez nos advirtió y puso alertas sobre el futuro inmediato del país. Esta vez su visión profética no fue de tiempos mejores; sino difíciles, de nuevas dificultades y de ataques de quienes pretenden derrotar la revolución y regresarnos al pasado. Frente a ello, es necesario mantener la unidad de las fuerzas anti-imperialistas, populares y revolucionarias de la patria. "Ante nuevas dificultades, unidad, unidad de los patriotas. Unidad, lucha, batalla y victoria" fue su sentencia definitiva.
A cuatro años de distancia, es clara su enseñanza y su visión profética de la historia. El comandante no se equivocó ni en una sola de sus palabras. Todos los vaticinios derrotistas y contrarios al sentido de sus palabras y de la historia, tanto del lado de los demagogos y fascistas de la derecha; como de los "críticos" e inconsistentes de la izquierda oportunista y egotista, se han estrellado frente a las realidades de la dinámica socio-política del país y el desempeño de Maduro durante estos cuatro años. Las dificultades han sido y
siguen siendo colosales y feroces, pues, no tienen otro origen sino el de ser una ofensiva demoledora del imperialismo para desmoralizar y quebrar la conciencia de nuestro pueblo, sacar a Maduro de la presidencia y derrotar la revolución. Pero, no han podido, ni podrán.
Hoy celebramos, junto al presidente Maduro, la lealtad verdadera y auténtica al legado y al mandato de Chávez. No desde la simple repetición mimética y a veces demagógica y hasta mal sonora de ese "soy chavista pa’lo que salga"; sino desde la cercanía a su autenticidad y el seguimiento sincero de sus enseñanzas para saber gobernar para el pueblo y para la patria; desde su honestidad, su capacidad de trabajo y eficacia política; su amor verdadero al pueblo, su sinceridad, su ética y su moral irreductibles. En ese sentido, dedo decir que desde que Maduro ganó la elección presidencial aquel segundo domingo de abril del 2013 y ante la amenaza lanzada por Capriles Radonsky de marchar sobre Caracas el día jueves siguiente, y Maduro le respondió inmediatamente: "Aquí no hay ninguna marcha. Aquí lo que hay es trabajo y paz", y efectivamente, no hubo ninguna marcha, no he tenido ninguna duda acerca de la capacidad política y estratégica de Maduro para timonear la República en este tormentoso momento histórico de guerra no convencional (guerra económica alimentaria-petrolera-financiera, mediática, criminal y cultural) con la cual el imperio intenta destruirnos y regresarnos al atraso y la barbarie de las guerras civiles vividas en Venezuela durante el siglo XIX, después de la pérdida de la República y la muerte del Libertador Simón Bolívar.
La derrota electoral del PSUV y el Gran Polo Patriótico el pasado 6 de diciembre de 2015, facilitó el ascenso de la derecha fascista y no fascista para posesionarse de la hegemonía del poder legislativo del actual Estado burgués. Desde allí, los enemigos del pueblo y de la patria se lanzaron desaforadamente contra Maduro. Las dificultades profetizadas por el comandante eterno, se agudizan y alcanzan su máxima expresión en las sentencias de la caída de Maduro, expresadas por el decrépito jefe adeco Henry Ramos Allup y demás demonios del parlamentarismo de la derecha fascista y pro-imperialista. Durante todo este año 2016, en el marco de la intensificación de la guerra no convencional, se agudiza la crisis en el terreno económico-alimentario y se combina con el intento de crear una crisis política, cuyo desenlace era la salida forzada del presidente Maduro, bien por el referendo fraudulento o cualquier otra vía, golpista o insurreccional.
Pero, la conciencia política, la moral de lucha, la fuerza organizada y movilizada, la voluntad de participación y protagonismo de nuestro pueblo patriota, bolivariano y chavista, se impone en las calles y en los espacios del poder político junto al presidente Maduro, atendiendo a sus llamados al gobierno de calle y dándole su más amplio, firme y combativo apoyo en todos los sentidos y en el marco de la unidad cívico-militar, liderada por el propio Presidente en su condición de comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional y jefe del Estado venezolano.
El resultado de esta crisis ha sido la derrota política de la derecha fascista, golpista y pro-imperialista, materializada en dos hechos fundamentales: en lo interno, su aislamiento institucional, su creciente descrédito ante la opinión pública, su pérdida de fuerza de calle, su división interna y, finalmente, su total aislamiento y reducción a la nada en su propia trampa y desacato laberíntico, puesto en evidencia con la firma y aprobación del presupuesto nacional de la República para el año 2017. Con este último acontecimiento, se produjo la más importante unidad nacional entre los cuatro poderes del Estado y el Poder Popular, en el marco de lo que está consagrado en la Constitución, en la voluntad patriótica materializada en la unidad cívico-militar y bajo el mandato del presidente Nicolás Maduro, en su condición de jefe del Estado y líder del proceso revolucionario bolivariano, chavista y socialista.
El segundo hecho se ubica en el plano internacional y se refiere al acuerdo logrado entre los países petroleros OPEP y no OPEP para disminuir la producción de petróleo y propiciar la recuperación y estabilización de los precios. El presidente Maduro es quien elaboró esta propuesta y llevó a cabo todas las gestiones diplomáticas durante dos años hasta lograr este primer éxito estratégico para desmontar la hegemonía que tiene el imperialismo en la manipulación y control del precio internacional de los hidrocarburos. Por esa razón, se trata de una primera victoria estratégica del gobierno venezolano sobre este tema en el marco de la geopolítica internacional. Esto quiere decir que en lo adelante nuestro gobierno y especialmente nuestro Presidente fortalece su reconocimiento y respeto por parte de la comunidad internacional, lo cual equivale a un mayor aislamiento y derrota de la MUD en sus afanosas y financiadas "diligencias" en busca de "auxilio internacional" para tumbar a Maduro.
Sobre el abordaje de este tema relacionado con el valor moral y ético de la responsabilidad revolucionaria y la visión profética del desarrollo socio-político de la historia del país, que tuvo y puso en evidencia el comandante Hugo Chávez, diremos que en la gestión de Maduro al frente de la presidencia de la República y del liderazgo de la revolución, están presentes los mismos valores puestos en práctica por su mentor y único jefe, Hugo Chávez. En tal sentido, así como el comandante tuvo la responsabilidad de reconocer la derrota en el alzamiento del 4F-92 y profetizó los tiempos mejores, que se cumplieron con sus victorias y el mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo venezolano; así mismo, valoramos con profunda gratitud, su responsabilidad al señalar a Maduro como su sucesor y no a otro. La pregunta inevitable que justifica ese hecho es la siguiente: ¿Qué hubiese pasado en el PSUV y en todo el chavismo después de la muerte de Chávez si él no nos hubiese ordenado "elijan a Nicolás Maduro"?
Igualmente, es necesario decir que desafortunadamente su última visión profética de que vendrían tiempos y circunstancias difíciles, también se ha cumplido. Y este hecho es importante subrayarlo porque revela que el comandante sabía y tenía plena conciencia de que la revolución, a pesar de haber acumulado victorias en los terrenos de lo constitucional,
lo político, lo social, lo cultural, lo educativo, en el deporte, en la unidad cívico-militar, en el campo internacional, en los procesos de la integración de Nuestramérica y la diplomacia internacional de paz (todo esto se traduce en "tenemos patria"), no estábamos suficientemente preparados, con la fortaleza estructural necesaria, para enfrentar eficazmente y derrotar en el corto tiempo, tanto la guerra no convencional, en general; como la guerra económica, en lo particular.
Frente a esta realidad histórica, reconocida y expresada por el propio comandante, no podemos pensar y creer que la actual crisis se debe a la incapacidad de Maduro. Por el contrario, debemos entender que precisamente la preocupación de Chávez por la gravedad de lo que veía venir, es lo que lo llevó a elegir a Maduro como el cuadro político-estratega, mejor preparado para enfrentar con éxito esos momentos difíciles, que a tres años y más de su partida se han tornado cruciales y decisivos para el futuro inmediato de la independencia, la soberanía, el bienestar y la paz de la patria.
Una mirada objetiva de la realidad de hoy nos muestra dos hechos fundamentales: primero, la derecha fascista de la MUD está completamente desmovilizada y en total derrota política, ética, moral y organizativa; pero, la burguesía y el imperio que la respaldan mantienen la hegemonía económica-financiera y la ofensiva de la guerra económica y no convencional contra nuestro pueblo, sin que el gobierno logre todavía frenar y derrotar esa ofensiva. Por esa razón, estamos aún en una fase de resistencia y a la defensiva económica. Segundo, las fuerzas organizadas del Poder Popular bolivariano-chavista, liderado por el presidente Maduro y las organizaciones políticas: PSUV, Gran Polo Patriótico y ahora el Congreso de la Patria, aun en resistencia y defensiva económica, representan el poder social, político y cultural más activo, dinámico, participativo y protagonista de la sociedad venezolana de hoy.
En consecuencia, podemos decir que en este momento no hay en Venezuela otro pueblo políticamente activo sino el bolivariano-chavista. Es el único hacedor y constructor de lo nuevo, de los verdaderos cambios que están en marcha para el desarrollo de una nueva estructura económica productiva, independiente y soberana, que debe necesariamente combinar las formas capitalistas con sentido social y las formas socialistas en manos de los trabajadores y las comunidades organizadas en las Comunas y los Comité Locales de Abastecimiento y Producción Socialistas, CLAPS. Si en plena derrota militar del 4F-92, Chávez visualizó y profetizó el advenimiento de tiempos mejores. Para nosotros, es absolutamente necesario pensar que después de la derrota parlamentaria del 6D-2015 y de la actual crisis económica, tiene que venir definitivamente el nuevo tiempo para construir definitivamente la nueva estructura económica socialista. Con Maduro al frente y la fuerza indestructible de los poderes creadores del pueblo, construiremos nuestro socialismo bolivariano-chavista del siglo XXI.
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